lunes, 24 de diciembre de 2007

28ª Historia Asesina - "Amor pasajero"

En un colectivo, cosas lindas pueden pasar

"Amor pasajero"

-Setenta y cinco.
-¿Hasta dónde vas, pibe?
-Hasta Goyena y José Hernández.
-Es un peso...
-¿Un peso? ¡Pero si me cobran setenta y cinco siempre!
-No, pero cambia de sección...
-Uh, bueno, está bien, un peso...
Y colocó la moneda dentro de la ranura correspondiente y recibió a cambio un papelito finito con una mala impresión a consecuencia de la tinta de mala calidad que decía: "1,00". Lo guardó en el bolsillo y miró al contigente de pasajeros dandose cuenta que todos los asientos estaban llenos y había seis personas paradas: un hombre de traje agarrado de pasamanos del techo, una pareja de jovenes amigas hablando, un hombre vestido de obrero recién salido del trabajo, una señora con su nene sentado al lado en un asiento simple y finalmente un joven concentrado en la música que le daba su aparato reproductor de música que uno no podía saber si era un MP3/4, una radio, un celular, o simplemente los tenía para hacer facha.
En seguida buscó lugar por la zona del fondo, cerca del obrero y a espaldas de las jóvenes que charlaban.
El paisaje comenzó a dar su función dejándose ver cambiar constantemente entre árboles, casas, calles y otros vehículos. Tomado del pasamanos comenzó a ver a la gente. Siempre compartía el viaje con el hombre a esa hora, pues parece que su horario de fin de trabajo (o quizás de comienzo) era a esa hora.
Y eso lo llevaba a lo que venía después y siempre esperaba. La pasajera de la calle República. Era como lo que sazonaba ese viaje que en invierno era frío y molesto, y en verano oloroso y pesado.
Nunca supo a dónde iba, ni tampoco de donde venía, sólo era el hecho de verla, de sentarse y compartir un asiento cuando podía. De admirarla, de admirar a un extraño. Un hermoso extraño.
Porque toda su vida había sido así, admirando, mirando, siempre limitándose al dicho, y no al hecho.
La muchacha, de un metro y setenta y picos, morocha y de pelo enrulado subió, inocentemente pidiendo un boleto de un peso. Supuso él que iría hasta la estación de Burzaco, pues con un peso era lo más lejos que se podía llegar y dónde la mayoría de la gente solía ir para tomar el ex (o no ex, uno ya no sabe con tantos líos) Roca. Él iba hasta la casa de un amigo de toda la vida, a tomar mate y jugar al playstation, cosa que hacía siempre.
La muchacha se paró al lado de él, también dándole la espalda a las chicas que charlaban. Timidamente, él se animó a tratar de mirarla. Movió sus ojos hacía ella, sin mover la cabeza y pudo ver su brazo desnudo, pues llevaba una musculosa verde manzana. Estaba recién bañada y peinada, su pelo húmedo y su aroma a shampoo la delataban.
Haciendo como que quería ver hacía sus espaldas, movió la cabeza para ver un poco más de aquel bello espectáculo. Y obviamente miró hacía el otro lado, para disimular que la miraba.
-Permiso -dijo una señora que estaba en el asiento del cual se agarraba el chico.
-Sí, disculpe.
Y el asiento quedó libre. El obrero, a su lado, se había movido para dejar lugar a la señora que bajaba, entonces el asiento quedó libre para él o la muchacha.
-¿Te querés sentar? -se animó a decirle.
Sonriéndole ella lo miró y le dijo:
-Ay, sí, muchas gracias... Tengo unos dolores de pierna que me matan y me vendría bien sentarme, gracias.
-No de nada.
La dejó sentarse. Ahora podría verla mejor. Parecía una obsesión y un baboso mirándola tanto, pero es que necesitaba algo así para distraerse, para distraerse de la vida. Y además sería tonto sentarse, ya estaba cerca la parada.
Entonces se bajó y se quedó con esa imagen en la cabeza. La imagen que lo distrajo de la vida y una de las favoritas de los hombres: la imagen de la belleza de una mujer.

lunes, 17 de diciembre de 2007

27ª Historia Asesina - "Diez mensajes"

Otra escrito nacido de celular (que ocupó 10 SMS), pero más viejo...

"Diez mensajes"

“Besos por celular,
las momias de este amor
piden el actor de lo que fui…”

Spaghetti del Rock – Divididos

Esta historia pasó hace cinco minutos, pero su consecuencia se extendió durante mucho tiempo más.
Un día como cualquiera, un chico común (“Comuncamión”, diría mi abuelo bromeando) se sentó a escribir un cuento corto. “Diez mensajes de texto como mucho”, sería su longitud se dijo el escritor.
E imaginó una historia fantástica en la cual un niño viajaba al espacio. Pero no lo convenció. Luego imaginó una agónica historia de amor entre un hombre y su amor imposible. Pero al joven escritor le pareció muy común.
Y entonces quiso hacer una historia genial, la más grande que en la vida se pudiera imaginar, una historia que trascendiera los años, las civilizaciones, los idiomas. Y en su cabeza giraron nombres, situaciones, personas y lugares. Y la respuesta estaba en su mente y en su corazón.
Pero diez mensajes de texto no serian suficientes, por lo que necesitaría papel y lápiz para escribirla. Pero no tenía.
Y de a poco de su cabeza fue desapareciendo ese mundo creado. Y todo fue a parar a su corazón y allí quedó guardado.
Ahora, el escritor espera que su corazón suelte ese pedazo de imaginación que creo.
Pero sabemos bien que el corazón no es fácil de tratar y que por su culpa a veces echamos a llorar.
Pero si lo comprendemos, seguro dejará salir a esa historia que llevamos dentro. Y cuando eso pase, será ese el momento en el cual la felicidad llegue a nuestra esencia. O al menos eso cree nuestro amigo el escritor.

jueves, 29 de noviembre de 2007

26ª Historia Asesina - "De agua y de pulpa"

Gracias a algo que confirmé hoy, pude terminar este cuento que tenía empezado hace rato.

"De agua y pulpa"

Las frutas se habían congregado en un congreso especial, por el problema que más les preocupaba: el avance de los jugos con saborizantes artificiales concentrados, en los cuales las frutas ya no participaban.
La gran Sandía gritaba a lo loco, imponiendo su gran volumen e intimidando al resto.
Sin embargo, el ananá no se dejaba intimidar y daba su ríspida opinión.
-¡Tenemos que acabar con este problema! ¡Pero las semilllosas como tú, sandia, no ayudan en nada! -gritaba agitada.
Las frutillas, chiquitas, pero númerosas, también daban sus grititos cual miles de insectos que se ponen cerca de las flores que empiezan a brotar en la primavera. Y presionaban también a los demás.
Las naranjas intentaban hacerse notar con su color. Las bananas con su altura. Las uvas se peleaban en multitud contra las frutillas. Los pomelos, amargados, no cedían a ninguna postura y decían que no había nada que hacer, más que resignarse, porque con eso y las frutas transgénicas, el panorama empeoraba.
Los duraznos, con su suave piel, pero duro carozo eran incisivos en sus opiniones.
-Tenemos que impedir que jueguen con nuestros genes. Estas discusiones no llevan a nada, nos parece.
-Ah, perdón hablo el señor coherencia -decía el ácido limón, que más agredía que opinar en algo útil...
Las mandarinas, divididas en sus gajos no lograban llegar a un quórum ni entre ellas mismas.
Los quinotos, por su parte, se golpeaban y se rompían entre ellos y otras frutas. Hasta que se la agarraron con el pomelo.
-¿Qué te pasa, amargado de mierda? -le gritaron.
Obviamente que, irascible como pocos, el pomelo respondió. Las frutillas saltaron a favor de los quinotos, y entonces el limón se puso del lado de su compañero cítrico y fue seguido por las mandarinas y las naranjas.
Las guindas entonces tomaron de abusivos a los cítricos y se unieron a las frutillas y los quinotos, ahora también acompañados por moras y mísperos.
Y se armó una gran ensalada de frutas.
Algunas, como la banana, se mantuvieron al margen. Temía ser aplastada. La manzana también se echó a un lado. Si se llegaba a rallar, sería para peor.
Y discutieron, y hasta se agredieron fisicamente algunas.
Entonces, llegó, algo tarde, la última fruta del congreso: el melón. De repente, todos se callaron y se le quedaron mirando. Era una fruta más chica que la sandía, pero sin embargo, era muy respetada por ser la más sabia (bueno y "savia" también) de todas. No por nada en algunos países, a la cabeza del humano se le dice "melón".
-¿No les da vergüenza? -dijo solemne e inmediatamente todos agacharon cabezas- Frutas maduras por Dios... ¿No se dan cuenta que se pelean por tonterías?
-¡Pero esos quinotos molestos fueron los que empezaron! -dijo muy molesto el pomelo.
-¡Eso no tiene nada que ver! Somos frutas, vinimos a discutir sobre un problema que nos concierne a todas.
-No se va a poder con tantas diferencias entre nosotros, señor -dijo la banana.
-No sé.
-¿Qué no sabe?
-No sé si somos tan distintas, amigas frutas.
-¿Por qué lo dice? -inquirió la banana.
-Piénselo un poco todos. ¿De qué estamos cubiertos todos?
-Cáscara -murmuraron entre todas.
-Exacto. ¿Y de dónde nacemos?
-Semillas -volvieron a murmurar todas.
-¿De qué estamos compuestas?
-Agua -murmuraron nuevamente a coro.
-¿Y qué tenemos?
-Pulpa -sentenciaron.
-¿Lo ven? ¡Ahí lo tienen! Todas estamos cubierta de distintas cáscaras, algunas más rugosas que otras, otras más finas o más gruesas. Nuestras semillas pueden ser pequeñas o grandes carozos. Pero todas tenemos agua corriendo dentro nuestro y pulpa. Todas estamos hechas de agua y pulpa. Nuestras diferencias serán por fuera, por nuestras cáscaras, semillas o tamaño. Pero todas tenemos agua y pulpa. Eso es lo que importa, eso es lo que tenemos que saber.
Avergonzadas de su actitud infantil, todas empezaron a pedir disculpas y comprendieron que las diferencias entre ellas no eran tan grandes. Y entonces comenzó final y oficialmente el II Congreso de Frutas para todos.

Al final... ¿no somos todos como frutas?

domingo, 25 de noviembre de 2007

25ª Historia Asesina - "Balada de la primera novia"

Les dejo, para no dejar tan colgado el blog, una linda historia con sabor tanguero de Alejandro Dolina.

"Balada de la Primera Novia" por Alejandro Dolina

El poeta Jorge Allen tuvo su primera novia a la edad de doce años. Guarden las personas mayores sus sonrisas condescendientes. Porque en la vida de un hombre hay pocas cosas mas serias que su amor inaugural.
Por cierto, los mercaderes, los Refutadores de Leyendas y los aplicadores de inyecciones parecen opinar en forma diferente y resaltan en sus discursos la importancia del automóvil, la higiene, las tarjetas de crédito y las comunicaciones instantáneas. El pensamiento de estas gentes no debe preocuparnos. Después de todo han venido al mundo con propósitos tan diferentes de los nuestros, que casi es imposible que nos molesten.
Ocupémonos de la novia de Allen. Su nombre se ha perdido para nosotros, no lejos de Patricia o Pamela. Fue tal vez morocha y linda.
El poeta niño la quiso con gravedad y temor. No tenía entonces el cínico aplomo que da el demasiado trato con las mujeres. Tampoco tenía -ni tuvo nunca—la audacia guaranga de los papanatas.
Las manifestaciones visibles de aquel romance fueron modestas. Allen creía recordar una mano tierna sobre su mentón, una blanca vecindad frente a un libro de lectura y una frase, tan solo una: "Me gustás vos." En algún recreo perdió su amor y más tarde su rastro.
Después de una triste fiestita de fin de curso, ya no volvió a verla ni a tener noticias de ella.
Sin embargo siguió queriéndola a lo largo de sus años. Jorge Allen se hizo hombre y vivió formidables gestas amorosas. Pero jamás dejó de llorar por la morocha ausente.
La noche en que cumplía treinta y tres años, el poeta supo que había llegado el momento de ir a buscarla.
Aquí conviene decir que la aventura de la Primera Novia es un mito que aparece en muchísimos relatos del barrio de Flores. Los racionalistas y los psicólogos tejen previsibles metáforas y alegorías resobadas. De ellas surge un estado de incredulidad que no es el más recomendable para emocionarse por un amor perdido.
A falta de mejor ocurrencia, Allen merodeó la antigua casa de la muchacha, en un barrio donde nadie la recordaba. Después consultó la guía telefónica y los padrones electorales. Miró fijamente a las mujeres de su edad y también a las niñas de doce años. Pero no sucedió nada.
Entonces pidió socorro a sus amigos, los Hombres Sensibles de Flores. Por suerte, estos espíritus tan proclives al macaneo metafísico tenían una noción sonante y contante de la ayuda.
Jamás alcanzaron a comprender a quienes sostienen que escuchar las ajenas lamentaciones es ya un servicio abnegado. Nada de apoyos morales ni palabras de aliento. Llegado el caso, los muchachos del Angel Gris actuaban directamente sobre la circunstancia adversa: convencían a mujeres tercas, amenazaban a los tramposos, revocaban injusticias, luchaban contra el mal, detenían el tiempo, abolían la muerte.
Así, ahorrándose inútiles consejos, con el mayor entusiasmo buscaron junto al poeta a la Primera Novia.
El caso no era fácil. Allen no poseía ningún dato prometedor. Y para colmo anunció un hecho inquietante:
—Ella fue mi primera novia, pero no estoy seguro de haber sido su primer novio.
—Esto complica las cosas -dijo Manuel Mandeb, el polígrafo-. Las mujeres recuerdan al primer novio, pero difícilmente al tercero o al quinto.
El músico Ives Castagnino declaró que para una mujer de verdad, todos los novios son el primero, especialmente cuando tienen carácter fuerte. Resueltas las objeciones leguleyas, los amigos resolvieron visitar a Celia, la vieja bruja de la calle Gavilán. En realidad, Allen debió ser llevado a la rastra, pues era hombre temeroso de los hechizos.
—Usted tiene una gran pena -gritó la adivina apenas lo vio.
—Ya lo sé señora... dígame algo que yo no sepa...
—Tendrá grandes dificultades en el futuro...
—También lo sé...
—Le espera una gran desgracia...
—Como a todos, señora...
—Tal vez viaje...
—O tal vez no...
—Una mujer lo espera...
—Ahí me va gustando... ¿Dónde está esa mujer?
—Lejos, muy lejos... En el patio de un colegio. Un patio de baldosas grises.
—Siga... con eso no me alcanza.
—Veo un hombre que canta lo que otros le mandan cantar. Ese hombre sabe algo... Veo también una casa humilde con pilares rosados.
—¿Qué más?
—Nada más... Cuanto más yo le diga, menos podrá usted encontrarla. Váyase. Pero antes pague.
Los meses que siguieron fueron infructuosos. Algunas mujeres de la barriada se enteraron de la búsqueda y fingieron ser la Primera Novia para seducir al poeta. En ocasiones Mandeb, Castagnino y el ruso Salzman simularon ser Allen para abusar de las novias falsas.
Los viejos compañeros del colegio no tardaron en presentarse a reclamar evocaciones. Uno de ellos hizo una revelación brutal.
—La chica se llamaba Gómez. Fue mi Primera Novia
—¡Mentira! -gritó Allen.
—¿Por qué no? Pudo haber sido la Primera Novia de muchos.
Entre todos lo echaron a patadas.
Una tarde se presentó una rubia estupenda de ojos enormes y esforzados breteles. Resultó ser el segundo amor del poeta. Algunas semanas después apareció la sexta novia y luego la cuarta. Se supo entonces que Jorge Allen solía ocultar su pasado amoroso a todas las mujeres, de modo que cada una de ellas creía iniciar la serie.
A fines de ese año, Manuel Mandeb concibió con astucia la idea de organizar una fiesta de ex-alumnos de la escuela del poeta.
Hablaron con las autoridades, cursaron invitaciones, publicaron gacetillas en las revistas y en los diarios, pegaron carteles y compraron masas y canapés.
La reunión no estuvo mal. Hubo discursos, lágrimas, brindis y algún reencuentro emocionante. Pero la chica de apellido Gómez no concurrió.
Sin embargo, los Hombres Sensibles -que estaban allí en calidad de colados—no perdieron el tiempo y trataron de obtener datos entre los presentes.
El poeta conversó con Inés, compañera de banco de la morocha ausente.
—Gómez, claro -dijo la chica-. Estaba loca por Ferrari.
Allen no pudo soportarlo.
—Estaba loca por mí.
—No, no... Bueno, eran cosas de chicos.
Cosas de chicos. Nada menos. Amores sin cálculo, rencores sin piedad, traiciones sin remordimiento.
El petiso Cáceres declaró haberla visto una vez en Paso del Rey. Y alguien se la había cruzado en el tren que iba a Moreno.
Nada más.
Los muchachos del Angel Gris fueron olvidando el asunto. Pero Allen no se resignaba. Inútilmente buscó en sus cajones algún papel subrepticio, alguna anotación reveladora. Encontró la foto oficial de sexto grado. Se descubrió a sí mismo con una sonrisa de zonzo. La morochita estaba lejos, en los arrabales de la imagen, ajena a cualquier drama.
—¡Ay, si supieras que te he llorado....! Si supieras que me gustaría mostrarte mi hombría... Si supieras todo lo que aprendí desde aquel tiempo...
Una noche de verano, el poeta se aburría con Manuel Mandeb en una churrasquería de Caseros. Un payador mediocre complacía los pedidos de la gente.
—Al de la mesa del fondo le canto sinceramente...
De pronto Allen tuvo una inspiración.
—Ese hombre canta lo que otros le mandan cantar.
—Es el destino de los payadores de churrasquería.
—Celia, la adivina, dijo que un hombre así conocía a mi novia...
Mandeb copó la banca.
—Acérquese, amigo.
El payador se sentó en la mesa y aceptó una cerveza. Después de algunos vagos comentarios artísticos, el polígrafo fue al asunto.
—Se me hace que usted conoce a una amiga nuestra. Se apellida Gómez, y creo que vivía por Paso del Rey.
—Yo soy Gómez -dijo el cantor-. Y por esos barrios tengo una prima.
Después pulsó la guitarra, se levantó y abandonando la mesa se largó con una décima.
Acá este amable señor
conoce una prima mía
que según creo vivía
en la calle Tronador.
Vaya mi canto mejor
con toda mi alma de artista
tal vez mi verso resista
pa' saludar a esta gente
y a mi prima, la del puente
sobre el Río Reconquista.

Durante los siguientes días los Hombres Sensibles de Flores recorrieron Paso del Rey en las vecindades del río Reconquista, buscando la calle Tronador y una casa humilde con pilares rosados. Una tarde fueron atacados por unos lugareños levantiscos y dos noches después cayeron presos por sospechosos. Para facilitarse la investigación decían vender sábanas. Salzman y Mandeb levantaron docenas de pedidos.
Finalmente, la tarde que Jorge Allen cumplía treinta y cuatro años, el poeta y Mandeb descubrieron la casa.
—Es aquí. Aquí están los pilares rosados.
Mandeb era un hombre demasiado agudo como para tener esperanzas.
—No me parece. Vámonos.
Pero Allen tocó el timbre. Su amigo permaneció cerca del cordón de la vereda.
—Aquí no es, rajemos.
Nuevo timbrazo. Al rato salió una mujer gorda, morochita, vencida, avejentada. Un gesto forastero le habitaba el entrecejo. La boca se le estaba haciendo cruel. Los años son pesados para algunas personas.
—Buenas tardes -dijo la voz que alguna vez había alegrado un patio de baldosas grises.
Pero no era suficiente. Ya la mujer estaba más cerca del desengaño que de la promesa.
Y allí, a su frente, Jorge Allen, más niño que nunca, mirando por encima del hombro de la Primera Novia, esperaba un milagro que no se producía.
—Busco a una compañera de colegio -dijo-. Soy Allen, sexto grado B, turno mañana. La chica se llamaba Gómez.
La mujer abrió los ojos y una niña de doce años sonrió dentro suyo. Se adelantó un paso y comenzó una risa amistosa con interjecciones evocativas. Rápido como el refucilo, en uno de los procedimientos más felices de su vida, Mandeb se adelantó.
—Nos han dicho que vive por aquí... Yo soy Manuel Mandeb, mucho gusto.
Y apretó la mano de la mujer con toda la fuerza de su alma, mientras le clavaba una mirada de súplica, de inteligencia o quizás de amenaza.
Tal vez inspirada por los ángeles que siempre cuidan a los chicos, ella comprendió.
—Encantada -murmuró-. Pero lamento no conocer a esa persona. Le habrán informado mal.
—Por un momento pensé que era usted -respiró Allen-. Le ruego que nos disculpe.
—Vamos -sonrió Mandeb-. La señora bien pudo haber sido tu alumna, viejo sinvergüenza...
Los dos amigos se fueron en silencio.
Esa noche Mandeb volvió solo a la casa de los pilares rosados. Ya frente a la mujer morocha le dijo:
—Quiero agradecerle lo que ha hecho....
—Lo siento mucho... No he tenido suerte, estoy avergonzada, míreme....
—No se aflija. El la seguirá buscando eternamente.
Y ella contestó, tal vez llorando:
—Yo también.
—Algún día todos nos encontraremos. Buenas noches, señora.
Las aventuras verdaderamente grandes son aquellas que mejoran el alma de quien las vive. En ese único sentido es indispensable buscar a la Primera Novia. El hombre sabio deberá cuidar -eso sí—el detenerse a tiempo, antes de encontrarla.
El camino está lleno de hondas y entrañables tristezas. Jorge Allen siguió recorriéndolo hasta que él mismo se perdió en los barrios hostiles junto con todos los Hombres Sensibles.

lunes, 22 de octubre de 2007

24ª Historia Asesina - "Colores Mortales"

Escrito en mi celular el día de ayer, dejando volar la imaginación

"Colores mortales"
Yo me pregunto,
¿para qué sirven las guerras?
Andrés Calamaro


Las radios lo anunciaban. Sonaba por todas partes. Había estallado, como la noticia en los oidos de todos nosotros. Tantas negociaciones entre los de acá con los de allá, tantos llamados ocupados y perdidos, tantas propuestas multitudinarias acá y allá. tantas cosas que parecen ahora en vano.
Cuando me enteré, estaba escuchando la noticia por la radio, en la terraza de la casa de mi abuelo, en ese viejo aparato que reproducía música en formato vinilo. El despliegue, según acusaron los informativos, había sido a escala mundial. La guerra se llevaría a cabo en todas partes donde ambos bandos estuvieran enfrentados.
Enseguida, el informativo anunció que en nuestro país estaba a favor del bando verde que era el que enfrentaba al azul. De a poco se convertía esto en un juego de disparo en primera persona, sólo que sin revivir una vez que se acaba la ronda. Razoné luego: "tengo la edad apropiada, me van a hacer pelear, tengo la obligación de hacerlo y la ley apoya eso, a pesar de que no estoy de acuerdo con las razones de la lucha, que son como siempre luchas de poder y recursos económicos."
Y eso no era todo. Si la guerra se iba a dar en cualquier sitio del mundo, mi familia, mi novia, mis amigos y todo lo que quiero iba a estar perdido. Todos iban a morir y yo también en el campo de batalla. En ese instante, me deprimí mucho, al saber y confirmar que en algún momento sucedería lo inevitable. Tal fue el dolor de saberlo que sentí un gran dolor en el pecho, que me desgarraba, me cortaba el aliento, obligándome a retorcerme y llegar casi al punto del llanto.
Instantes después, me incorporé y sentí un ruido: alguien se acercaba a través de los techos, hecho que uno podía notar por las trancadas que oían por los techos. ¿Habían llegado las milicias tan pronto? ¿Me encontrarían y me reclutarían? Enseguida vio llegar y saltar de los techos a unos quince hombres de verde y uno que los lideraba y que parecía estar adelantado. Me sorprendí, pero a pesar de estar a su vista y de que podrían haberme agarrado para llevarme, no lo hicieron.
-¿Está muerto? -preguntó el que los lideraba.
-Sí, un excelente tiro a la distancia, señor.
-Vamos entonces -dijo.
Y todos miraron algo detrás de mi y se fueron rápido saltando de techo en techo. Lógicamente intrigado volteé y me di cuenta. Ya no habría guerra ni nada para mi. No me reclutarían, ni me llamarían, ni moríría en el campo de batalla.

Mi buzo color azul me había jugado una mala pasada.

jueves, 4 de octubre de 2007

23ª Historia Asesina - "Carta de un pobre enamorado"

Dedicada a mi bella y amada Daniela.

"Carta de un pobre enamorado"

7 de Julio de 1997

Amada Nadia:

Te odio. Sí, así como podés leer. Te odio con todo el resentimiento que pueda sentir. Te odio, te odio y te odio. Lo repetiría mil veces si fuera necesario. Me hacés sentir demasiado mal, demasiado mal a veces.

Decime cuntas veces te escribí cartas desde que te conozco. ¿Cien? ¿Ciento diez? Te escribí una cada semana al menos, en cada una de ellas expresándote palabra por palabra cada cosa que me pasa, cada sentimiento que sale de mi alma y de mi corazón. Expresando en cada letra escrita de mi puño y letra todo este amor que sale de mi. ¿Y vos? Nada.

Decime cuándo fue la última vez que me escribiste algo vos. Cuando me dejaste esa nota del mercado de que vaya a comprar y que me decías en un posdata que me querías. ¡En un posdata! ¡Ni siquiera en la firma, no!

Vengo con un ramo de rosas y apenas las mirás y las hechas en un vaso agua hasta que se marchitan. Vengo de trabajar y lo único que hacés es gritarme. Y fuerte.

¿No te das cuenta de que es por todo eso que te odio? ¡Sí! ¡Por que siempre quedo como un boludo! ¡Siempre!

Aunque intente ser la persona más romántica del mundo, vos siempre me ganás.

No me escribís, porque me hacés esos dibujitos hermosos que a mi me encanta y me hacen cada día amarte más. No me escribís además porque te importa más que esté la comida hecha para cuando llegue. No me escribís porque me cuidas cuando me siento mal. No me escribís porque me vivís abrazando y diciéndome con tus labios en vivo y en directo todo lo que me amás.

Vengo de trabajar y me gritás casi triste porque decís que me extrañaste demasiado y que no soportás estar así.

Apenas mirás el ramo de rosas que te traigo porque te gusta tanto que me comés a besos.

Sos demasiado dulce, demasiado romántica, demasiado hermosa. Ni aunque te escriba miles de cartas de amor, este pobre enamorado jamás podrá expresar con esa simpleza tuya todo ese amor que me tenés y que a veces hasta no comprendo.

Te odio demasiado, porque te amo demasiado. Por que sos muy buena, excelente compañera y una gran mujer. Y yo no puedo ser tanto como vos. Y me tengo que conformar con escribirte esta pobre carta, mi amor, mi angelito puro y hermoso. La mujer de mis sueños que me hace perder la noción del mundo, la mujer que para mi mundo y lo maneja a su merced.

Te amo y te aborrezco, por ser como sos: maravillosa.

Isaac, tu novio

miércoles, 12 de septiembre de 2007

22ª Historia Asesina - "Los premios apremio"


Felix yo siemprre leo aunque a veces no comente, por eso te ganaste el premio
Mejor" Blog para que te Asesinen Historias", ahora el desafio es que hagas una
historia en el que incluyas los 7 blogs que mas te gustan de alguna manera y que no
sea forzada...(asi aprendes a escribir a pedido, porque si no te vas a morir de
hambre)
No pude Gus, es forzada, pero es complicado... Será cuestión de esforzarse más, como dice Florentino.

-Dale...
-¡Esperá!
-¡Pero dale!
-Mamá, ¡dejáme terminar esto, ¿querés?
-No, dale, che, vivís todo el día pegado a ese aparato...
-¡Pero es lo último que hago y la apago!
-¡No!
-Bueno, bueno...
Entonces, apagué la PC. Mi mamá quería que la ayudase a limpiar la casa... La entiendo, se mata todo el día trabajando, pero odio que cuando le agarren los ataques de limpieza se vuelva loca y que empiece a gritar y a mandonear.
Mientras secaba los platos que mi madre lavaba, recordaba lo que estaba por escribir, porque estaba inspirado y tenía miedo de llegar a la PC y que se me vayan todas las ideas. Sí, exactamente, como había dicho alguna vez Gus en su blog, frase que me hizo reír mucho y mucho. Y recordé en seguida como me reí con los siguientes post, con sus tests, con su análisis de la actualidad, con cómo me enseñó a hacer mi Windows una copia legal, con sus delirios.
Pero luego otro plato húmedo me volvió a la realidad. Y me encontraba esta vez acomodando platos, secando vasos, guardando utensillos. Enseguida pensé, "esto es trabajo de mujeres". Y en seguida empecé a pensar en la manera en que Lorena me hubiera hecho la contra por decir eso. Como cuando me cagó a pedos por tener una imagen de Evangelina Carrozo y pidiendo por una de Iván de Pineda. Y que luego la fui conociendo más y más. Y su blog, ese lleno de sus delirios hasta el cuello, pero también con sus reflexiones. Y además me acordé de que fue el punto de inflexión que me permitió conocer a Vanys, otra blogger, pero que su blog está lleno de sus sentimientos, de sus soledades, todas escritas de una forma poética, lírica y hasta misteriosa. Su blog y su persona que conocí luego, fueron grandes experiencias en mi vida de blogger, sí que lo fueron.
Cuando terminé mi tarea de los platos, me encontraba guardando verduras en los distintos compartimientos de la cocina: heladera, estantes, canastas. Y mientras mi mamá me empezó a hablar de cosas como siempre lo hace. Me contó que una de sus conocidas estaba mal de una enfermedad y que parece que era cáncer.
-Jodido -le dije-. Pero no es imposible salir de eso.
-¿Y vos cómo sabés de eso?
-Porque tengo un amigo que tuvo el problema y le está dando lucha.
Claro, me mente obviamente me había remitido a Seba, a quien había conocido por su genial blog "The Parodia Time", y me acordaba del primer post que leí de él "Sus Pensamientos me Molestan" que me pareció muy bueno y original. Claro que sí.
Terminé de guardar frutas y verduras y mi mamá ahora me pidió que le ayude a colgar la ropa. Así que yo cargando con la ropa húmeda y ella con los broches fuimos haciendo dicha labor, cuando mi celular sonó indicando la llegada de un mensaje de texto. Cuando veo el remitente, me acordé nuevamente de mi idea, pues estaba relacionada con dicha persona. Era Daniela, mi novia, a quien no voy a olvidar cómo conocí a través de un blog. ¡De un blog! Increíble, pero real, vaya uno a saber lo que es el destino. Llegué por recomendación, y me gustó lo que leí, un blog muy personal contando esperanzas, deseos, pero también desilusiones y dolores, de una manera muy lírica y especial. Blog que sufrió sus mutaciones a través del tiempo, pero que siempre mantuvo su esencia. Y cómo no me iba a gustar, si después me empezó a gustar su autora.
Al leer el mensaje de Daniela, me reí cuando me dijo uno de los chistes del loco de Elías. Típico de él, como su blog con esos posteos que me hacen cagar tanto de risa, pues sus delirios me matan. Y así es en persona, ya que por suerte fue otro de los bloggers que pude conocer un día. Y se la banca, sí que sí.
Por fin mi mamá me liberó de las labores. Pero ya ni ganas de escribir tenía. Me puse a dibujar en su lugar, un chiste muy, pero muy malo en verdad. Siempre quise ser un humorista gráfico (es otro de mis grandes sueños, además de ser escritor), al estilo de un Fontanarrosa, Quino o un Sendra. Pero también me conformaría con un Juano también, y no lo pensaba como un consuelo, pues sus chistes son muy buenos realmente y es muy bueno.
Y pasó, finalmente que las ideas quedaron ahí volando en el aire. Y mi idea se perdió, así que para cumplir con el post, abrí mi cuenta de blog y escribí rápidamente:
Los Premios Apremio:

Apremio, obviamente significa "apuro", así que hago este post a los pedos. Los 7 blogs que más me gustan (y para seguir la cadena) son:
1. La Blogudez.
2. El fluir consciente/inconsciente.
3. Ilusa y soñadora
4. Intento de vida normal número...
5. Tuve que amordazar soledades para que no se oyeran mis gritos.
6. The Parodia Time.
7. Intentando llegar a algún lado.
Me gustan y punto, cuando tenga más tiempo les cuento.


Y cerré la ventana y me puse a hacer otras cosas. Maldita inspiración que va y viene. Sabía que en el futuro no tendría ganas de explicar todo. Y también es difícil hacer las cosas forzadas luego. Será cuestión de práctica, digo yo.

martes, 4 de septiembre de 2007

21ª Historia Asesina - "Sábado, 16 de junio de 2068"

Hoy son dos años de algo que marcó mi vida y que me afectó durante mucho tiempo. Durante tanto tiempo luchando contra pasiones, amistades, esperanzas y frustraciones. Este fue el final, digamoslo, que imaginé para esa historia. Pero hoy ha cambiado, hoy ya no es el mismo. Algún día relataré la historia del ángel que me salvó del abismo oscuro del que formaba parte mi vida.

“Sábado, 16 de junio de 2068”

Dicen que las historias no se repiten, si no que continúan. Mucho tiempo después me di cuenta por qué.
No sé cómo llegué hasta ese lugar. De repente sentí la necesidad de hacerlo. Con los años he aprendido que los movimientos que hace la consciencia hay que respetarlos, porque hablan de lo que no podemos o queremos decir o hacer.
Mi conciencia había dejado a mi mujer en su casa y a mis nietos que jugaban con esos artilugios que no entiendo. Son muy complicados, no son como en mi época, en la cual uno tenía la Playstation 1 o como mucho la 2, ponías el Winning Eleven, agarrabas el joystick y apretabas los botones. O tenía el Messenger para chatear con algún contacto, tecleando algún rato y simplemente esp. Ahora con eso de la realidad virtual y no sé que otro coso técnico se puede viajar y tele-transportarse. No, en mi época sólo había aviones que nos llevaban de un lugar a otro en horas o días. Ahora en segundos podés ir donde quieras.
Bueno, por lo menos para ir, había llevado mi discman. Y escuchaba tranquilo a Catupecu Machu. Mis nietos los odian. Me dicen apenas saco el disco compacto: “Uh, ya viene el abuelo con su música de viejo”. No entiendo. Yo me quedo con esto, porque no entiendo su música, fría, metálica y sin espíritu. Eso es algo que tenían Fernando y los chicos cuando cantaban. Esa música de ahora, realmente no la entiendo.
Recuerdo que ese día encontré mi vieja colección de CDs. Todos en su cajita, con su librito con las letras. Estaban bien cuidados, ninguno se había rayado. La pequeña Sabrina, mi nietita, me pregunta:
—¿Qué es eso, abuelo?
—¿Esto? Es un compact disc.
—¿Y para qué sirve?
—Para escuchar música.
—¿Con eso? —dijo con cara extrañada.
—Sí, con esto
—Guau… ¿Y cómo hacían?
Entonces tomé el empolvado discman, que estaba guardado en otra caja. Lo conecté y le puse los auriculares en sus oídos. Sorprendida, escuchaba un CD de Árbol.
—¡Uh! Pero esta música es re vieja…
—Sí, es de mi época.
—Uh… Pero es muy complicado. Mmm… No me gusta…
—Bueno, no importa. Dame eso que lo guardo.
Y entonces lo guardé, con algo de lástima.
Y junto a la caja con los CDs y el discman, encontré otra caja. Esa, que había guardado durante mucho tiempo y que en tiempos de juventud juré nunca más abrir porque traía recuerdos lastimosos que herían a mi corazón. Obvio que después la conocí a Marina y todo ese panorama cambió. Pero me dio un poco de lástima tener que tirar todos esos recuerdos. Entonces sólo los oculté.
Me senté junto a la caja. Sabrina, con esa naturaleza inquisitiva propia de un niño, me preguntó que tenía ahí guardado. Sonreí y le dije: “algo lindo”. Vení, mirá.
Entonces, se acercó, se puso al lado mío y se sentó.
—Mirá —le dije extendiéndole una hoja.
Ya era demasiado para ella ver una hoja de papel hecha de árbol. Ahora escribían en unos paneles digitales. Por suerte, digo al cielo, todavía los hacen escribir con sus propias manos.
El payaso descolorido por los años aún estaba en esa hoja que había recibido hace tiempo. El tipo aún con esa sonrisa sostenía esa corneta con la cual había nacido para ser regalado. Sabrina lo miró con mucha atención y exclamó que era muy lindo.
—¿Lo hiciste vos, abuelo?
—No, no lo hice yo.
—¿Quién entonces?
—Eh… Una amiga.
—¿La abuela?
—No.
—¿Quién era?
—Se llamaba igual que vos.
—¿Sabrina?
—Sí.
Entonces Sabrina tomó el dibujo y vio en su reverso la dedicatoria diciendo:
“Este es mi dibujo para vos, no tenés “cara” de payaso, pero como vos me decís me río de todas las cosas que decís. No cambies nunca porque sos una de las personas que me hace reír y pasar mejor el día.”.
—¿Quién era ella?
—Ya te dije, una amiga.
—Ah… ¿Y te regaló ese dibujo nomás?
—Mmm… No sé… A ver…
Realmente tenía la duda. Había pasado tanto tiempo que no me acordaba, así que busqué en la cajita para ver si había otro.
—¿Ese no es otro? —dijo mi nietita que ahora prestaba mucha atención.
—Eh, sí… Pero tiene algo más…
—¿Qué dice?
—“¡Holis! Te deseo un muy ¡feliz cumpleaños! Te quiero mucho y no te olvides de pedir los 3 deseos, y espero que los mismos se cumplan. Te súper-súper quiero mucho muchísimo. Yo Sabri.”. Eso dice.
—Ay, qué lindo dibujo…
—Sí, ¿viste?
—Sí… Además en papel es más lindo.
—Sí —dije embobado porque estaba viajando entre cada una de las letras que estaban escritas sobre el papel. En cada una de ellas recordaba cada momento que había pasado. Y como todo viejo, me agarró la nostalgia del pasado.
—¿Estás bien, abuelo?
—Sí.
Fue en eso cuando su hermano, Emilio, apareció en donde estábamos.
—Sabrina, dijo la abuela que vengas a tomar la leche.
Sabrina me miró con algo de dudas, pero yo la miré asintiendo y ella se fue con su hermano a tomar la merienda.
Miré otra carta de ella. Escrita con lapicera dorada, que aún conservaba a duras penas ese color.

Para ti…

“Hoy estoy aquí
recordando algunos momentos
que contigo compartí.
Sabés muy bien lo que pienso de ti
y te ofrezco mi ayuda para que puedas seguir.
Eres una de las personas que más quiero
Eres una persona que jamás olvidaré.
Recuerda que el tiempo puede llevarlo todo
menos podrá llevar el inmenso cariño
que siento yo por ti.
Eres algo demasiado especial.
Conmigo estás siempre y mucho más.
La amistad que nos une no morirá jamás
porque estás dentro de mí y de allí
nunca te podré sacar.
Sos de fierro, de oro y de cobre…tu corazón es de piedra y mar
dentro de él hay calma y firmeza
que siempre me ayuda a levantar.
Te deseo éxitos en la vida
en lo que emprendas y lo que vendrá
espero que esta hermosa compañía
no se termine nunca más
Sos y serás un amigo de verdad
te quiero en el pasado, futuro
y en ésta realidad.”

Para Felu de Sabri

Dejé caer una lágrima de mis ojos. Ya no recordaba nada de eso o al menos, había estado mucho tiempo en mi alma guardado sin salir. Y sin embargo no sentí tristeza. Y no la había sentido desde aquél día, hace tanto tiempo.
Fue entonces cuando decidí irme a caminar con mi armatoste de música viejo. Llegué a la plaza Martín Fierro. Y recordé las fechas y entendí el por qué de ese golpe de nostalgia. Hacía sesenta y un años que te dejé en aquel banco de la plaza frío. Te recordé sentada sobre el banco como una india, como dicen en el jardín de infantes, porque hacía frío. Yo estaba sentado mirando las hojas del otoño que se iba y del invierno que se venía. Mientras mis labios confesaban con dificultad todo lo que pasaba, lo que me pasaba y lo que pasaría.
Y mis recuerdos me llevaron a ese banco. Ahora con 78 años, todo parecía tan distinto. Todavía recordaba, de todas formas, el barro de la cancha de fútbol. Los chicos que gritaban y al joven Jonatan paseando su perra labradora.
Después recuerdo que me iba, corriendo como un estúpido, pero luego teniendo que volver porque tenía algo que te pertenecía, tu teléfono celular. Pero vos te quedaste con algo que me pertenecía, mi amor y mi corazón. Me pregunté si aún los conservabas o si los habías tirado apenas eché de nuevo mi lenta carrera hacia no sé dónde.
Aún me preguntaba, aún después de tanto tiempo qué habías hecho con mi corazón. Pero la pregunta fue interrumpida con un pelotazo que estuvo cerca de mí.
—¿Señor? ¿Me pasa la pelota?
Con benevolencia y algo de esfuerzo, me acerqué hasta la pelota y la pateé hasta el chico.
—¡Gracias!
Cuando iba a volver a mis pensamientos, otro grito de niño me desconcentró. Pero este era conocido.
—¡Abuelo! —gritó Emilio que venía corriendo junto con Sabrina.
—¿Qué hacen acá?
—Vinimos con mamá.
Entonces vi a mi hija que venía a paso más lento, por el mismo camino de los chicos. Los chicos parecía que conocían al chico de la pelota y fueron a hablarle.
—¿Qué hacés acá papá?
—Nada. Recordando.
—Me dijo Sabrina que estabas mirando unos dibujos y no sé qué. Y que después te notó como raro.
—Ah, nada. Unas cosas que le mostré. Vos sabés, los viejos nos ponemos melancólicos y nada.
—¿Por eso escuchando Catupecu Machu? ¿Recordando viejos tiempos?
—Mmm… Sí…
Mis nietos, ahora jugaban con el chico de la pelota, pasándosela de mano en mano y gritando no sé qué, porque en seguida algo me interrumpió otra vez mi análisis sensorial.
—¡Félix! —dijo una mujer.
Pensé al instante que se refería a mí, pero luego me di cuenta que no era yo a quien llamaba, si no al niño de la pelota, ya que este había contestado al grito.
—Uh, abuela…
—Dale, Felu, nos tenemos que ir. Tu papá debe estar por llegar y vos tenés que bañarte. Saludá a los chicos y vamos.
—¡Pero abu!
—Pero nada, Félix. Vamos.
—Está bien.
Entonces el niño, con esa cara de desilusión infantil que sólo tienen ellos cuando se les corta algo tan importante como un juego, fue hasta donde mis nietos y los saludó.
—Vamos —dijo la mujer, que creo que tendría mi edad.
—Abu…
—¡Sin peros, Felu!
Entonces ella vio que miró a mis nietitos que se iban. Y me vio a mí. Y sentí, estremecido y algo nervioso también, que me miró.
Yo la miré. Y de repente sentí que nos conocíamos. Sólo conocía una persona que usaba la palabra Felu para llamar a un Félix. Y entonces estaba seguro de que era ella.
Extendió su mano en el aire y me regaló un saludo. Yo no atiné a hacer nada, pues no sabía qué hacer. No sabía si responder desde lo lejos o si acercarme y hablarle. No sabía, como cuando era un simple adolescente y no sabía sí hablarle o no. Me sentía igual.
—Vengan, chicos, vamos a comprar algo para comer —dijo su madre a mis nietos.
Ellos acudieron enseguida a ella y se fueron al quiosco de la esquina de la plaza. Yo los vi alejarse y cuando miré hacía adelante, no atiné a hacer otra cosa que pararme al notar que ella estaba frente a mí.
—Hola —dije.
—Hola… Tanto tiempo, ¿no?
—Sí.
—Hoy son sesenta y un años.
—¿Te acordás?
—Claro.
—Yo también, es más…
—Sí, ya sé. ¿Querés tu corazón de vuelta?
Esa pregunta me dejó helado.
—¿Qué? —dije atónito.
—Sí querés tu corazón de vuelta. Me lo dejaste el día que te fuiste y yo lo cuidé como si fuera mi vida propia. Y está intacto y bien cuidado. Pero quería saber si querías de vuelta.
—¿De vuelta? No sé… Realmente quiero que esté con vos. Porque eso me hace feliz, estar con vos.
—¿En serio? Seguís siendo el mismo divino de siempre, ¿sabés?
—Bueno, estoy más viejo, pero creo que soy el mismo, ¿no?
—Sí, claro —dijo riendo.
—Quedátelo. Es tuyo. No lo quiero de vuelta, sólo quería saber si lo conservabas.
—Lo conservo dentro de mí y lo conservaré hasta que me muera.
—Gracias.
—¿Vos cuidaste el mío?
Enseguida me sorprendí.
—¿Cómo? —dije enseguida.
—Sí cuidaste mi corazón. Yo te lo di ese día, antes de irnos, porque sabía lo que iba a pasar. Cuando te di el celular, después te di mi corazón para que lo guardaras.
Nunca me había percatado de eso. Pero a la vez explicó muchas cosas. Y entendí porque estuve tan tranquilo, tan en paz conmigo mismo y tan protegido. Ella me había estado cuidando y estuvo conmigo todo ese tiempo. Y cuando metí mi mano en mi bolsillo, sentí su corazón que latía y me regalaba un beso. Como cuando era esa bella jovencita, con sus cabellos negros y sus ojos de cristal blanco. Como cuando yo sentí que la amaba como si fuera lo único bello de este mundo en decadencia. Y me di cuenta que nunca nos separamos.
—Claro que lo cuidé —dije enseguida—. Todo este tiempo estuvo conmigo y nunca lo pude olvidar.
Entonces sólo me regaló otra de sus hermosas sonrisas, de esas que yo nunca pude olvidar, pegó la media vuelta y se fue con mi tocayo.
—¿Quién era ese señor, abu? —dijo el niño.
—Mmm… Un amigo de hace mucho tiempo.
—¿Sí? ¿Y qué quería?
—Nada, quería preguntarme algo.
—¿Qué cosa?
—Si tenía algo que era de él. Y si se lo podía cuidar.
—¿Y lo tenías?
—Sí, lo tenía yo.
—¿Y lo cuidaste?
—Lo estoy haciendo ahora mismo, Felu —y luego suspiró—. Porque tampoco puedo vivir sin cuidar eso que es suyo. Porque no puedo vivir sin él.
Y esa fue la última vez que la vi en toda mi vida. Pero desde que me dio su corazón ese día, sentí que la historia continuó y que nunca terminó. Y estoy seguro que continuará hasta el fin de nuestros días. Porque hasta ese entonces guardaré su corazón dentro de mí.

jueves, 16 de agosto de 2007

20ª Historia Asesina - "Secuestro"

Basado en una historia real.

"Secuestro"

Cuando recibí la noticia no supe que hacer. No sabía si creerlo o no, si tenía que decir y/o hacer algo, si tenía que acallar o llorar, si podía hacer algo o estorbar.
-Se llevaron a papá. Lo secuestraron -dijo mi mamá, tan exaltada como yo.
Por suerte, mis hermanas se habían ido con mis tíos, y esa había sido la razón del secuestro. Mi padre había ido a llevarlos hasta su casa, y parece que a la vuelta, cuando estaba por guardar el auto, se lo llevaron con el auto. Un vecino lo vio y nos avisó.
Mi mamá no sabía que hacer, yo tampoco. Todos los finales más macabros y posibles se me habían ocurrido. No quería perder a mi papá. Y mi mamá no quería perder a su marido.
Y ahí surgió en mi mente eso de que no se puede vivir tranquilo, que no tenemos un país seguro, que el gobierno no se ocupa de nada, etcétera.
-Quedáte acá -dijo mi mamá, quien se fue con unas vecinas a la comisaría de la zona. Eso creo que me desesperó más, quedarme solo en mi casa, cuando mi papá estaba allá afuera. El calor de ese día de verano poco importaba ahora. Sentía frío y miedo.
Una de las vecinas que se fue con mi mamá dejó conmigo a su hija de once años. Enseguida la envié a mi cuarto y le prendí la tele para que se concentrara en otra cosa. Y yo volví al living, aterrado y nervioso.
Y como para sentirme mejor, llegó ese sentimiento de culpa que me hizo recordar lo mal que me había portado con mi papá, las veces que no le hice caso. Eso, obviamente me hizo sentir peor. Enseguida empecé a pensar las cosas que pasarían, como sería mi vida si él se iba, si le pasaba algo. Me dio miedo y mucha angustia. Estuve al borde del llanto. Fue como si estuviera a punto de morir, pasó toda mi vida en unos instantes. Y lo imaginé, pero no sabía cómo imaginarlo. El miedo me hacía pensar cosas malas. Y era lo que menos quería pensar.
Moví mi cabeza gritando y tratando de sacar esas ideas de la cabeza y tratar de ser optimista. ¿Cómo mierda puede ser que puedo estar? Y eché la cabeza al suelo. Y la levanté. Y lo primero que vi fue a esa imagen. La Virgen María de Lujan. Y al lado, una foto de San Luis Orione y una imagen de Cristo. Entonces decidí romper con mi escepticismo y desesperado, recé por una nueva vez en la vida. Reconociendo que no había sido un buen cristiano, le recé a Dios porque evitase que le pase algo a mi querido padre. Pero luego de decir que no fui un buen cristiano, me di cuenta que era en vano rezar. Está mal rezar sólo en malos tiempos. Y llegué a la conclusión de que era en vano. De que no serviría.
Y, resignado, me senté en el sillón. Lloraba apenitas. Pero no pude llorar mucho, porque un sonido me sobresaltó y me hizo reaccionar. Era el teléfono, que sonaba.
-Hola.
-Hola, ¿Félix?
-¡Papi! ¡¿Cómo estás?! ¿Dónde estás? ¿Qué te pasó? -dije entre otras miles de preguntas, pero con una gran felicidad en mi boca.
-Bien, bien, bien. Me tiraron por acá, en el Arco de Calzada. ¿Y mamá?
-Está en la comisaria.
-Decíle que me vengan a buscar, que acá me dejaron con el auto.
-¿Se fueron?
-Sí, me dejaron acá con auto y todo, pero se llevaron las llaves.
-Está bien, yo les digo.
Y así, descalzo y en shorts me lancé a la carrera a la comisaria. En el camino casi me llevo por delante a una señora que venía caminando y que al verme tan centrado en mi loca carrera, exclamó un leve “¡ay!”
Cuando mi papá volvió en dos horas más o menos fui la persona más feliz del mundo. Lo abracé, a pesar de que estaba todo sucio, y transpirado. Que haya estado allí sano y salvo tiró abajo todas mis teorías.
Más en frío, luego de haber deseado que mueran los delincuentes, pero luego de haberme retractado, miré el periodico del día anterior. Y la verdad es que me sentí distinto al ver las noticias policiales. Del "ah, a mí nunca me va a pasar" al "uh, esto me pasó". Y no fui el único. Y de repente, saqué al derechista que tengo dentro y pensé en matar o herir al menos a los delincuentes y a los "negritos villeros".
Pero luego leí: "Cada vez más chicos están bajo la línea de pobreza". Y me di cuenta que no era problema de las delincuentes, si no de todos, de la sociedad, del gobierno, de la lucha egoista por el poder, el dinero, el sistema capitalista.
Pero todas mis ideas se cayeron cuando vi a mi papá salir del baño, ya más tranquilo. Y corrí hacía él para preguntarle qué le había pasado con detalles. Al día siguiente, me levanté y seguí con la rutina. Y ya no me preocupaba la misería, ni la delicuencia, ni el sistema. Simplemente estuve feliz de ver a mi viejo.
Ahora me pregunto: ¿mi dejo es problema mío o de la sociedad? ¿O todos nos dejamos y todo sigue como está?

martes, 7 de agosto de 2007

19ª Historia asesina - "Una historia de amor y desencanto por mail"

Este cuento fue escrito por Nora Ephron, Estadounidense y quien también es guionista y directora y se hizo famosa por "When Harry met Sally". Esta historia asesina, creo que la habremos vivido todos, sin excepción. Aquí se las dejo.


"Una historia de amor y desencanto por mail" por Nora Ephron


Etapa 1: Fascinación. ¡Tengo e-mail! ¡No lo puedo creer! Aquí va mi nombre. ¡Escríbanme! ¿Quién dijo que escribir cartas "fue"?
Llego a casa, ignoro a todos mis seres queridos y voy directo a la computadora para ponerme en contacto con extraños totales. ¡Y qué fantástico! Y tan fácil. ¡Aleluya!

Etapa 2: Clarificación. OK. Estoy empezando a entender. El correo electrónico no tiene ni punto de comparación con escribir cartas, es algo totalmente distinto. Acaban de inventarlo, acaba de nacer y de la noche a la mañana resulta que tiene una forma y una serie de reglas y un idioma propios. No pasaba desde que se inventó la imprenta. Es revolucionario. Es taquigrafía. Abreviemos, vayamos a lo concreto.
¡Y el tiempo que te hace ganar! En cinco segundos se puede coordinar un mensaje de correo eletrónico lo que por teléfono lleva cinco minutos.
El teléfono te obliga a conversar, a decir cosas como hola y adiós, a fingir aunque más no sea un símil de interés en la persona que está en el línea.
El e-mail es una forma totalmente nueva de llevar adelante la amistad: íntima pero no, con mucho diálogo pero no. ¡Qué avance! ¿Cómo hacíamos antes para vivir? Se me ocurren un montón de cosas más para decir sobre el tema pero tengo que responder un mensaje instántaneo de alguien a quien apenas conozco.

Etapa 3: Confusión. Yo no hice nada para merecer esto: ¡¡¡Viagra!!! Pase una semana en Cancún. Astrid quiere sumarse a tu lista de amigos. XX Videos. Alargue 3 pulgadas su pene. El Comité Nacional Demócrata te necesita. Alerta de Virus. RV: Esto te hará reír. RV: Uvas tóxicas para perros. RV: La receta de los biscochos de chocolate de Marcus. Un mensaje de Hillary Clinton. Los mejores planes hipotecarios para usted, Nora. ¡Nora, llegó la hora de que estés deslumbrante! Yvette te invita a visitar su nueva dirección.

Etapa 4: Desencanto. ¡Socorro! ¡Me ahogo! Tengo 112 mensajes de correo electrónico sin contestar. Yo soy escritora. Imagínense cuánto más podría escribir si no tuviera que contestar los e-mails.
Desarrollé un caso galopante de trastorno de déficit de atención porque cada vez que me pongo a escribir algo el ícono del e-mail empieza a aparecer y me veo obligada a chequear.
Y sí, es verdad, con el e-mail puedo hacer en pocos segundos lo que por teléfono me llevaría mucho más tiempo, pero la mayoría de mis mensajes son de gente que no tiene mi número de teléfono y nunca me llamaría.
En el breve lapso que me llevó escribir etste párrafo llegaron tres mensajes más: 115.

Etapa 5: Adaptación: No puedo. De ninguna manera. Lo dudo. Lo lamento. Lo lamento muchísimo. Gracias. No, gracias. No me interesa. Es un chiste, ¿no? Estoy de viaje. No tengo tiempo. El mes próximo. Después del verano. El año que viene. NoraE@aol.com cambió de dirección y puede contactarla en NoraE81082@gmail.com.

Etapa 6: Muerte. Llámenme por teléfono.


Extraída de Diario Clarín del Domingo 15 de Julio de 2007. Traducción de Cristina Sardoy.

lunes, 30 de julio de 2007

18ª Historia Asesina - "Algún día la terminaré"


"Algún día la terminaré"

El joven escritor se sentó frente a la vieja y arcaica máquina Pentium 4. Se burló de como la gente del pasado llamaba a esos armatostes gigantes "tecnología de punta". Y entonces empezó a revisar cómo funcionaba. E increiblemente, andaba a la perfección.
-Guau, qué divertido es esto... Mirá estos juegos viejisimos y tan clásicos: "Winning Eleven", "GTA", "Counter Strike", "Age of Empires 2"... Guau... Esto es una joya.
Y luego de revisar y revisar carpetas y archivos. Y dio con la carpeta "Mi música" atestada de música de otras épocas...
-¡Mirá! ¡Esta es la música que escuchaban mis tatarabuelos: "Catupecu Machu", "Árbol", "La Renga", "Bersuit Vergarabat", "Andrés Calamaro"... Miércoles que es viejo esto, ¿eh?
Y volvió al escritorio del anticuado sistema operativo Windows XP, y mientras lo veía miraba y reia imaginando qué haría el viejo Bill si viera lo que hicieron con su compañía después de morir. Y luego encontró un ícono que miró como un arquelogo ve a las ruinas de la perdida ciudad de Paris y su mítica Torre Eiffel. O Buenos Aires y su legendario Obelisco. "Internet", decía el ícono.
-No, imposible... No puede ser... Me pregunto si funcionara todavía esto...
Y le dio clic, y se abrió la ventana del explorador. Y un cartel con letras de colores y un botón que decía "Voy a tener suerte". Entonces se sintió intrigado por ver qué la gente navegaba. E intentó buscar pero el motor de busqueda ya no funcionaba. Entonces se decidió por el historial. Sólo había seis páginas en la sección del historial. Hizo clic en la primera y lo llevó a lo que ellos llamaban blog. Era el blog de alguien que hacía un juego de palabras con esa palabra y otra que ya no se usa. Y se suponía que era gracioso, para los estándares de humor de la época, claro. Entonces entró al segundo sitio web. Otro blog, cuyo título hacía alusión a la vida y a los pasos que se dan en ella. Y justamente, hablaba de los pasos dentro de su vida, hasta el final del camino.
Los otros tres eran propagandas, que habían surgido en algún tiempo como elemento emergente de alguna de las páginas.
La última página de internet, guardada en el historial hablaba de algunos asesinos, y contenía algunos cuentos de algunos escritores famosos, y otros de un antepasado suyo.
-Me dijo mi abuelo que un antepasado mío fue escritor...-dijo a su mente- Debe ser su blog, con cuentos suyos. Y otros no...
Lo raro de esto es que había un cuento que no estaba terminado. Era el que se numeraba como el número dieciocho. Sólo contenía una frase al comienzo que decía: "El joven escritor se sentó frente a la vieja y arcaica máquina Pentium 4."
-Seguramente se trata de un cuento que no pudo terminar. Sé lo que se siente eso, lo sé.
Entonces se concentró y buscó una manera elegante, original y creativa para terminarlo, pero escribiéndolo en ese antiguo español.
-Porque, quién sabe -pensó-, quizá alguien en el pasado lo lea. O quizás no, pero es divertido tomar el reto.
Y pensó y escribió durante un rato.
-Así quedará bien -dijo al terminar.
E hizo clic en "Publicar Entrada". Una entrada que quizás nadie leería en el futuro, ni en el presente.
Se levantó de la raida y arruinada silla. Apagó el aparato computador, se puso una mano en su bolsillo y lo contempló un poco más. Se imaginó todas las cosas que habrán hecho con ese armatoste. Y luego se fue.

domingo, 22 de julio de 2007

17ª Historia Asesina - "Son feroces"

Las cosas que pasan y no nos creen. Pero nosotros estamos seguros de que pasaron. Pero aunque lo repitamos miles y miles de veces, siguen sin creernos. No, somos unos locos y unos verseros. Pero de veras pasan esas cosas. Y después tendremos que guardarlas para nosotros. Por otra parte, las salchichas, ¿son buenas para la salud?

"Son feroces"

La madre estaba indignada, quería matar a su hijo. Él sentado dando explicaciones y mirando el entorno. Sus manos estaban todas grasosas y mojadas.
-Juro que sí, que fue así. Ella me quiso atacar. Yo no lo hice nada.
-Por favor, Mariano. Sos grande.
-¡Pero qué querés, mamá, si así fue! Estaba sentado ahí, me dio hambre y bueno... Me acerqué. No había otra cosa qué comer.
-¿Y?
-¿Y qué? Meto la mano, desconfiado, mirando el partido mientras pongo el jarrito al fuego y sacó una y me muerde. Mirá, mirá el dedo. ¿Seguís sin creerme?
-Es una marquita chiquitita, dejáte de joder, nene.
-Pero antes era más profunda y dolía.
-¿Decís que te muerde una salchicha y encima decís que te duele? Por favor...
-¡¿Por qué no me crees?! ¡Mirá el paquete!
-Dice: salchichas de viena Vienissima nada más esto. ¿Tiraste las diez salchichas? ¡Sabés cuánto sale un paquete de esto! ¿Vos te creés que yo cago la plata o qué?
-No, pero es que si lo hubieras visto.
-Ay, nene... Yo pensé que eras un chico bueno, tranquilo, que no tomabas ni te drogabas, pero esa mala junta tuya seguro que introdujo al vicio y ahora andás diciendo estas tonterías, ¿verdad?
-¡Mamá! No digás eso. Mis amigos no tiene que ver nada con esto. La salchicha de mierda esa salió y me mordío. ¡Me quiso morder! ¿Entendés?
-¿Y cuál es la prueba? ¿Eh? ¿Cómo me lo podés probar? ¡Encima que las tiraste, las rompiste y las hiciste picadillo! ¡Te ponés a limpiar ya esta cocina!
El muchacho, resignado, se lava las manos y con el trapo de piso empieza a fregar el piso. En eso llega el padre del trabajo.
-¡Hola! ¿Qué pasa acá?
-Nada, un accidente -dice el chico antes de que su madre responda.
-¿Comiste? -pregunta luega la esposa.
-Sí, me comí un pancho con el pelado Luis en la estación.
-¡Un pancho! ¡¿Estás loco?! -grita sobresaltado el muchacho, dejando su labor.
-¿Eh?
-Dejálo, está delirando. Está imaginando salchichas asesinas y cosas así.
-¿Salchichas asesinas? -dice el padre riendo desaforadamente-. Dejá de mirar tele, nene.
-¡Es verdad! ¡Es verdad! ¿Por qué no me creen? ¿Eh? ¿Por qué no lo vieron nomás? ¿Por que la salchicha no los atacó a ustedes? ¿Por eso? Claro ahora yo soy el loco. Está bien. Está bien. Dejála ahí. Ya van a ver los dos, por reírse... ¡Ya van a ver!
Y descargando su furia contra el trapo que se estampa contra el suelo, el chico se va de la cocina. Sus padres se miran y dice la madre extrañada:
-No sé qué le pasa... No sé... Adolescente... Qué bueno que compré otro paquete. Voy a tener que comer yo.
-Mmm... Yo quiero una, así te acompaño.
-Bueno gordo. ¿Vas a comprar pan acá a la esquina?
-Bueno.
Y dejá el paquete abierto sobre la mesa. Y el marido se va a comprar y ella cambia de canal. Y pronto cenarán... la pregunta es quiénes...


Gracias a Dan por la fotito.

martes, 10 de julio de 2007

16ª Historia Asesina - "La caída"

Bueno, todavía hay gente que me dice niño (llámese mi querida Vanys), pero de a poco estoy dejando de serlo. Ahora comprendo que el ciclo de la vida es así y que algún día seré un viejito y me iré de este mundo para ir a donde me toque luego, según la voluntad de Dios. Pero cuando escribí este relato, no quería dejar de ser un niño. Y nunca quise, pero ya no lo soy. Es el triste destino de nuestra vida. Acá está la 16ª.

"La caída"

“Él me mira con sus ojos brillantes llenos de inocencia. Agarrado de esa pequeña ramita, tratando de salvarse de esa gran caída.
No quiere caer y yo tampoco quiero que eso pase. Pero ambos sabemos que es inevitable. Todos caemos por ahí, tarde o temprano. Por ese gran abismo.
Recuerdo todavía cuando yo era pequeño y él me llevaba a mí. Luego yo fui creciendo y él empezó a debilitarse, y yo lo llevé a él. Siempre creí que estaría conmigo. Pero no, se está por caer y me va dejar. Y yo tengo mucho miedo a eso.
¿Cuándo y cómo fue que terminó ahí? No sé. Me descuide un segundo y cayó. Pero tuve suerte, porque está ahí y lo puedo ver todavía. A muchos otros se les cayó y nunca más lo vieron. Pero yo todavía lo puedo ver.
Lo que todavía no entiendo es que si yo voy a caer, ¿cómo es que lo voy a hacer? Ahora que aprendí lo que puede suceder, creo que no voy a caer. Me alejaré y evitaré la caída. ¿O quizás no? No sé, dicen que hay algunos que se tiran porque sí. Les dicen suicidas.
Igual algunos dicen que no es tan malo caer. Dicen que los lleva arriba.
Mientras tanto, él me sigue mirando. La ramita de la cual se sostiene es resistente, pero de a poco se resquebraja. Y me mira con miedo… pero yo no puedo hacer nada.
Si tuviese algo para rescatarlo… pero no se me permite hacerlo. Hacerlo es el privilegio de unos pocos. Muy pocos. Y algunos, en su locura, se han tirado con él.
Me siento impotente. Y alguna que otra lágrima brota de mi ojo. Lo quise mucho, pero se va a ir… Como todo en la vida.
Hasta entonces, me quedaré. Me quedaré aquí, parado mirando ese gran agujero negro que lleva a la nada… o quizás al todo. No sé, hasta que caiga, no lo sabré. Pero mientras, lo cuidaré desde acá.
Cuidaré. Lo cuidaré. Cuidaré a mi niño interior, ese que está por caer en el agujero. Al que tuve hasta crecer y tener eso que llaman responsabilidades. Hasta que me dijeron: “ya sos grande”. Tal vez cuando me decían todo eso fue que cayó. O cuando fue mi último cumpleaños. O cuando fui a sacar el documento de los 16. O cuando me dijeron: “deja de jugar con eso, ya sos grande”. O cuando me dijeron: “¿qué querés estudiar, de qué querés trabajar?”. O… no sé… pero él se va caer. Y yo voy a entrar al mundo donde ya no puedo jugar. Donde ya no puedo soñar que voy jugar a la mancha. Donde ya no puedo soñar en subirme a una calesita o en hacer dibujos o en imaginar como será ser grande, porque ya no hay tiempo para eso, porque ya lo soy. Ahora son otras cosas las más importantes.
Y mientras, mi niño interior está ahí… a punto de irse… de caerse… se irá. Y yo espero (y me desespero por) la caída…”

lunes, 25 de junio de 2007

15ª Historia Asesina - "Círculo Vicioso"

La vida es un ciclo donde se van sucediendo hechos: amores, odios, rencores, amistades, injusticas, muerte y vida dentro de la misma vida, felicidades y tristezas. Todas van pasando y aunque no lo crean no se repiten las historias, sino que continuan. Este relato que escribí, explica un poco lo que siento.

"Círculo Vicioso"

Se levanta. Se acomoda el pelo ilusamente. Apaga la alarma que lo despertó. Se despereza. Se viste. Sale del cuarto. Va al baño. Orina. Se lava las manos. Se mira al espejo. Piensa que es feo. Piensa que es lindo. No piensa nada. Se lava la cara. Se moja el pelo. Se peina. Se queda disconforme con el peinado. Sale del baño. Va la cocina. Pone la pava y se prepara mate cocido. Le agrega leche. Se lo toma. Mira el reloj. Es tarde. Se pone la campera y la mochila del colegio al hombro. Sale. Abre el portón de la casa. Camina hasta la parada. Espera y desespera por el colectivo. Llega el mismo. Se sube y paga. Se sienta. Mira el paisaje pasar, el mismo de ayer. Llega a su destino. Va al edificio. Entra. Saluda al portero. Se encuentra con sus colegas. Se sienta en su lugar de constumbre. Escribe, suma y resta. Borra, seca y re escribe. Se toma un descanso. Vuelve a su puesto. Sigue con su tarea. Va al baño. Orina. Vuelve a su tarea. Piensa qué va hacer luego. Cruza unas palabras con un compañero. Sigue con sus obligaciones. Hora del almuerzo. Come rápido. Vuelve a su obligación. Se distrae en algo. Termina su obligación. Toma sus cosas. Se retira. Va a la parada. Llega a la casa. Saluda a sus hijos y a su mujer. Llegan sus nietos corriendo y lo abrazan. Cenan todos juntos. Los niños se van a dormir. Él les cuenta un cuento antes. Se duermen. Los arropa. Él se va dormir luego con su mujer. Termina el día. Madrugada. 6 de la mañana. Su nieto se levanta. Se acomoda el pelo ilusamente. Apaga la alarma que lo despertó. Se despereza. Se viste. Va al baño. Orina. Se lava las manos. Se mira al espejo. Piensa que es feo. Piensa que es lindo. No piensa nada. Se lava la cara. Se moja el pelo. Se peina. Se queda disconforme con el peinado. Sale del baño. Va la cocina. Pone la pava y se prepara mate cocido. Le agrega leche. Se lo toma. Mira el reloj. Es tarde. Se pone la campera y la mochila del colegio al hombro...

sábado, 16 de junio de 2007

14ª Historia Asesina - "El Fantasma del Puente"

Este historia choreada es de una persona muy querida por mí. Fue mi profesor de Derecho y de Computación, este año lo es de Economía. Un hombre muy correcto e inteligente, excelente docente y aún mejor escritor. Ha escrito creo que cinco o seis libros. Yo sólo tengo uno, "Cuentos, como la gente" que me encanta. En la dedicatoria me puso:

Félix:
De un escritor a otro gran
escritor, esperando que
alguna vez me firmes un
ejemplar tuyo.
Gracias
Mariano

Esas son las cosas que a uno lo hacen querer seguir. Ojalá pueda ser tan buen escritor como el algún día. Los dejo con la 14ª...

"El Fantasma del Puente" por Mariano Ritterstein

"...Y ahora estoy tirado
y nadie se acuerda de mí,
paso a través de la gente
como el fantasma de Canterville..."
Charly García

Dicen por ahí que las ciudades antiguas están llenas, casi saturadas, de mitos, de entes fantásticos, objetos ilusorios, seres novelescos escapados de obras seudointelectuales de jóvenes autores con demasiada imaginación.
Tambíén suelen contar por ahí, entre los recónditos callejones del horizonte, que las personas que habitan en los campos suburbiales a estas grandes y viejas orbes, piensan que los ciudadanos toman para sí estos mitos hasta hacerlos propios, humanos, creíbles y hasta palpables.
Pero sólo dicen por ahí.

Uno, insertado en pleno siglo XX o XXI, inmerso entre diminutas y flexibles computadoras personales, veloces faxes y agudísimos microtelevisores, no puede andar creyendo en brujas y cosas por el estilo. Por favor...
Hoy en día ya ni los más pequeños niños creen en los Reyes Magos y menos aún en sus tres camellos de caminar cansado.
Ya ni el perro más feroz piensa que su más temible enemigo es el gato, y menos que su mejor amigo es el hombre.
Ya ni las personas creen en las personas...
Pero también dicen por ahí que el fantasma del puente de la estación de trenes de Temperley existe.
Comentan que su aspecto es meramente desagradable. Sostienen los entendidos que al verlo fijo se provoca el mayor y terrible terruño posible. Algunos de los parapsicólogos más afamados, como Fábilo Serpis y Andrés Minungel, afirman con vehemencia que este ente tiene como cinco mil años de apariciones con vida. Varias revistas sensacionalistas escriben amarillas páginas sobre él, argumentando que los sustos fuertes y los sobresaltos cardíacos son su más preciada especialidad.
La gente del pueblo vocífera que su imágen es ruin, llena de vestiduras rasgadas como harapos que posee las mejores suciedades del mercado y hasta algunos animados se atreven a proferir a viva voz, aunque algo espantados, que las ratas conforman sus extremidades superiores.
Otras malas lenguas dicen que el fantasma del puente tiene al mejor de los aliados. Un aliado fiel, inclaudicable: la peste que hoy la llaman enfermedad.
Sin embargo, las versiones más sabrosas, desde el punto de vista literario, las escuché en una tarde de frío en un bar de la Avenida Meeks.
Había humo en el bar y olor a comida también. En una mesa que daba a la vidriera lateral, en diagonal a la ventana principal, cuatro regordetas señoras dialogaban muy acaloradas, discutían, sorbían chocolate muy caliente, charlaban, comían y deglutían churros rellenos con dulce de leche y volvían a dialogar.
Entre las migas excrementales y los tazones vacíos, como sus corpiños en el cuerpo de una delgada modelo de revistas, sostenían con demasiado ímpetu arrollador que el fantasma de la estación tendría una sábana blancuzca sobre su cuerpo, con dos agujeritos que le facilitaría la vista a sus negros ojos endemoniados.
Pero, reiterando conceptos ya vertidos, entre automóviles de variados colores que parecen aviones superveloces, aviones que parecen ágiles aguilas ágiles, hermosas niñas que parecen endiosadas mujeres, y hombres apurados y cansados que parecen rutinarias pero fieles máquinas, uno no puede creer en la existencia de brujas, ni de fantasma ni de Superman. Por dios...
Un día nublado de este siglo me levanté con la pata cambiada. No encontraba el color de zapatos justo para un día gris, aunque en realidad sólo tenía dos pares entre los cuales elegir: uno de ellos era negro. El otro par también. Y a marea cambiada, decidí que ese día iba a ser especial: Debía ser inocente para la concepción "veintisiglera" de la inocencia y me empeciné que este día nuboso era un día ideal para creer.
Volver a creer en viejas brujas, en los fantasmas y en la gente.
Volver a creer entre basura reciclable en libros, economías de hombres antihumanas, magníficas olimpíadas en honor a la televisión.
Una vez escuché por ahí un dicho popular que parafraseaba algo así como: "ojos que no ven, corazón que no siente". Mis zapatos negros y yo querían sentir sin ver, tener corazones sin ojos, pero el orgullo debía probarle a la gente y a mí que el fantasma del puente de la Estación de Temperley, allá en el sur de la provincia de Buenos Aires, existía. Y si no lo lograba, juré vivir tranquilamente en este tiempo y no volver a cometer otra vez ese grave pecado. El octavo pecado capital de creer.
Quería demostrar que era de carne y hueso. O no (Vaya uno a saber de qué están hechos los fantasmas).
Y resuelto a combatir este centenar de años de incredulidad, teléfonos celulares miniaturas y amor por video, fui a buscar a mi fantasma.
Una de estas mañanas me vestí con todo lo que tenía y pese al gélido viento de allá abajo, busqué por la matina y nada hallé, más que un gélido viento sur.
Y rebusqué por la tarde de ese mismo día y no encontré rastro alguno, más que la tierra sedimentaria expulsada por la mañana por un gélido viento sureño.
A la noche el gélido viento austral me golpeaba latigazos potentes en la boca y movía las escasas lamparitas que brindaban la también escasa luminosidad a la alta pasarela. La luz iba y venía. Tres escalones con luz, otros tres peldaños sin ella. Tres con significado, tres con misterio. Oía el viento y no lo veía. Pisaba la escalera y casi no la podía ver. En mí, sabía que el fantasma existía, pero éste no aparecía.
La tenacidad es el arma de quien busca la verdad y a toda costa, con o sin moros, debía probar la existencia del fantasma, que debía coexistir entre relojes acústicos, armas ejemplificadoras y blancas aspirinas Todo-lo-cura.
Y seguí buscando en los confines de la noche y lo encontré.
Al subir veinte o tal vez treinta escalones del puente de la estación, en un parate sin personas, un grito y una aparición me sobresaltaron.
Era tal como lo contaban todas las leyendas. Difícil separar unas de otras al presenciar tal imagen.
Si no me equivoco, y perdonen estimados lectores mi dificultad para narrarlo, su aspecto era desagradable, su vestimenta era una sábana en forma de harapos hecha de suciedad y estaba abruptamente encorvado, como si le pesase la espalda, como gordo que quiere verse los pies.
Pero indudablemente lo que más me sorprendió fue el hecho de que el "fantasma" me hablara:
-No tendría una monedita, por favor.
-...
-Una monedita señor, por el amor de Dios...

Y acerté, nomás.
En el siglo XX, casi XXI, entre casas lujosas de plata, shopping centers y revistas de farándula y alta costura, el fantasma pobreza existe.
Pero parece que en este maldito siglo, ya nadie se interesa por los fantasmas...

1994 - 95

domingo, 10 de junio de 2007

13ª Historia Asesina - "Yo"

Antes de empezar, quisiera pedir ayuda a todos los lectores de este blog... ¿Qué viene después de doceavo? ¿Treceavo o decimotercero? Problemas con los números ordinales....

En fin, esta historia está basada en un hecho real.

"Yo"

Esa mañana me levanté como todas las otras. Todo era normal: mi mamá, mis dos hermanitos y yo.
Desayuné lo de siempre con mis hermanitos. Los tres tenemos la misma edad, somos trillizos. Luego de comer, me fui a jugar con ellos un rato. Después llegaron los chicos y fuimos a jugar con ellos. A veces juegan con nosotros y a veces sólo nos dicen, “salí de acá, che”. Lo comprendo, a veces están muy ocupados.
Después, al mediodía, comimos con mamá. Ella es muy buena con nosotros, nos cuida mucho y nos quiere. Me gusta ir con ella y tirarme en el sillón y dormir con el calor que me brinda ella y mis dos hermanos. Me siento muy cómodo.
Pero nada es para siempre, dice la gente a veces. Ese día no iba a terminar como todos los otros. Uno de los tres chicos llegó con una chica que se acercó a mí esa tarde cuando dormía con mamá y mis dos hermanos. Se sentó junto a nosotros y nos miró fijamente con ternura, cosa que me gustó, porque la chica me pareció linda. Dijo que yo tenía unos ojos muy hermosos.
Mi mamá sólo miraba a los chicos y no decía nada. Por eso es que no me asuste ni me percaté de lo que iba a suceder.
Ésta chica me empezó a dar nombres de todo tipo. En un momento llegué a tener más nombres que aquel prócer que se recuerda el día el 20 de junio. No sé porqué, pero luego sí tenía un mal presentimiento.
Después de un rato de estar ahí conmigo, la chica se fue con el chico a una habitación y se quedaron allí durante un buen rato. Mi curiosidad me levantó y fui a la pieza donde estaban ambos. El chico estaba sentado en una silla y la chica en la cama de la habitación, y ambos charlaban. Pensé que iba sobrar ahí, pero no. Ambos me recibieron con los brazos abiertos. La chica me alzó y me puso en sus brazos, sensación que fue agradable. Luego me cansé de estar ahí y me fui a jugar con mis hermanos.
Estuvimos correteando un buen rato y me divertí mucho. Nunca había imaginado que iba a ser la última vez que los iba a ver a ellos y a mamá, quien luego nos llamó a dormir la siesta.
Los chicos salieron de la habitación unas horas después y se acercaron a donde estábamos. La chica me alzó y me envolvió con una toalla. Yo estaba soñoliento, así que no di mucha importancia a lo que paso después.
Luego me di cuenta que ya no estaba en mí casa. De la manera en que estaba envuelto, sólo podía ver el cielo semi-azul de la tarde. Ya no estaba en mi casa, eso era seguro. “¿Y mi mamá y mis hermanos? ¿Dónde están? ¡Quiero ir con ellos!”, empecé a gritar. Pero nada pasaba.
Lo que pasó después fue una de las cosas que más me estremeció en mi vida. Me metieron en un bolso. Luego, por lo que pude oír, entramos a un lugar que hacía mucho, pero mucho ruido. Y creo, se movía, ese lugar donde estaban sentados los chicos, se movía. Como pude, asomé la cabeza y vi una rápida sucesión de árboles, casas, postes, entre otras cosas, por una de las ventanillas.
Yo seguía gritando y los chicos me decían: “calláte que ya llegamos”.
¿Pero adónde íbamos a llegar? No lo podía imaginar. Por lo menos en ese momento de angustia y miedo.
Noté después que ya no estábamos en el lugar donde había mucho ruido. Los chicos me dejaron asomar la cabeza y miré el exterior. Realmente estaba perdido. De lo único que estaba seguro es que estaba muy lejos de mamá y mis hermanos, así que empecé a gritar de nuevo: “¡Quiero ir con mi mamá! ¡Por favor, ayúdenme! ¡Déjenme ir con ellos!”, pero a pesar del montón de gente que había nadie me hacía caso, a pesar de que mis gritos eran perfectamente audibles.
Estaba resignado. Ya nada tenía sentido para mí. ¿Para qué seguir gritando, si nadie te hace caso?
Cuando todas estas dudas aparecieron, llegamos a una casa grande, muy grande, que no se parecía en nada a la anterior. Entramos y vi a otra chica muy parecida a la que estaba con el chico. Cosa lógica, porque era su hermana.
Por fin el chico, que me llevaba en el bolso todavía, me dejó salir. El entorno era diferente, pero igual de hogareño que el otro en el que vivía con mamá. Cuando me dejaron, vi en una silla sentada a una señora vieja, muy vieja. Mi padre era la persona más adulta que había visto en mi vida, así que me sorprendí cuando vi a la señora. Su cabello no era como el mío, era gris, blanco, negro y amarillo. ¡Era rarísimo! Recuerdo que mi madre, mis hermanos, yo e incluso mi padre, éramos todos blancos, marrones y con ojos celestes. Pero ésta señora era distinta. Y al ser yo distinto, creo que no le agradé. Me trató mal y creo que me quiso lastimar. Por eso, la hermana de la chica regañó a la señora.
Recorrí el lugar. Tenía miedo, pero tenía la esperanza de tal vez encontrar a alguien como yo. Pero nada. No había nada para mí excepto un plato de comida, agua y baño.
El chico se fue y a veces vuelve. Al principio tenía la esperanza de que un día fuera a llegar y que me iba a llevar de vuelta a mi hogar con mamá y mis hermanos, pero no. También llegué a pensar que él traería a mi mamá y mis hermanos de vuelta. Pero tampoco. Como ya dije, nunca más los volví a ver.
A pesar de todo, donde vivo ahora es un lugar bastante agradable donde me quieren mucho. Me pusieron de nombre “Fito”. Yo me refiero a mi mismo como, justamente, “yo”, no me gustan los nombres, pero bueno. La chica y su hermana son muy divertidas y su madre me cuida mucho.
Pero cuando estoy solo, me acuerdo de mamá y mis hermanos. Los extraño mucho. Muchísimo. A veces lloró, pues ni siquiera tuve tiempo de despedirme. Quisiera verlos alguna vez de vuelta, pero la realidad es que tal vez nunca más los vea hasta el fin de mis días.
La señora ya no me trata tan mal como al principio, pero no le sigo agradando. Escuché que me trataba mal porque soy de otra raza llamada siamés (nombre que me parece absurdo, porque soy de Argentina, no de Siam) y la señora no es de la misma raza que yo.
No le agrado… ¡Y simplemente porque soy de una raza de gato diferente a la de ella! No entiendo ni a ella, ni a los humanos, y creo que nunca lo voy a hacer…

Dedicada a Fito, el gatito hijo de Luna, (nuestra querida gata), quien se fue el año pasado a vivir con mi amiga Sabrina. También va dedicado para ella.

martes, 5 de junio de 2007

12ª Historia Asesina - "Debut y despedida"

Esta historia es de un lector frecuente de este blog. Podría decírse, un fan. Nos conocimos gracias a este blog y me dijo que le gustó mucho. Se abrió hacía mí y descubrí a través de esta pantalla de tubo fluorescente una persona que piensa y siente como yo. Me identifico mucho con él y más con este genial relato de su autoría. ¿Su nombre? Pablo Balsano. Muchos saludos para vos, Paul. Los dejo con la doceava...

"Debut y despedida" por Pablo Balsano

Aquella noche ya nada pareció importarle, en realidad ya nada le importaba. La luz le daba de lleno en los ojos, y el cigarrillo en sus labios bramaba candentes vapores en la niebla tiesa y azul, aún así dejaban correr por su rostro desgarbado y malgastado pobres lágrimas, casi nulas de lamento. Sus pasos inseguros tropezaban en aquellos pérfidos y tristes adoquines. Su mente en blanco pareció en un segundo retomar su cordura, pero no, ¿para qué estar cuerdo? Si la cordura solo divaga en la mente de los cuerdos, y esa noche él ya había dejado de serlo. La luna sobre su espalda parecía comprenderlo todo, pero sólo miraba lozana y distante, inmutable.
Acabó el cigarrillo y se deshizo de él, como quién se deshace de un recuerdo hiriente, sólo que esta vez el agua del cordón no logró apagarlo, como el recuerdo de una herida que perdura.
Llegó a la esquina. Nada, nadie, sólo los grillos acompañaban la velada, sus lastimeros sonidos no lograron despertarlo de la pesadilla.
A lo lejos una sombra, tan sólo una sombra, y pensó para sí “yo soy eso, eso es lo que soy, una sombra, tan sólo una sombra de lo que fui, una estela de lo que soy”. Y siguió su camino. Lento, errante en el crepúsculo, como quien busca algo sin hallarlo, como quien busca una salida sin alcanzarla, como quien busca la vida y se encuentra vacío. Así, así se sentía, vacío, vacío por dentro. Su corazón seguía latiendo, tal vez por eso siguió caminando, tal vez por eso sus manos temblaron, sudaron hacía tres horas, cuando había decidido terminar con todo.
Cerró sus ojos. Allí estaban, allí vivían aún las imágenes lejanas de... ¿de otros tiempos, de otros seres de otros mundos? No, tan sólo imágenes de sangre, de la misma sustancia vital que aún corría por sus venas, aunque no le importara, aunque no la sintiera.
Si tan sólo un rayo de aquel Sol de Enero lo tocara... tal vez... tal vez, pero no, ya no volvería a tocarlo, ya no volvería a posarse sobre su cuerpo. Ya estaba todo dicho, su laberinto llamado vida era oscuro. Ya estaba condenado a ver crecer las flores desde abajo, las mismas que alguna vez llego a arrancar con pasión para expresar ese viejo sentimiento del hombre, tan lejano y cercano del odio, el amor, eso que se siente y es imposible de explicar, eso que había perdido ese día en que logro convertirse en animal.
Se miró las manos, y las encontró gastadas, frías, casi azuladas ¿Eran las mismas que habían amado, que habían explorado, que habían invadido y hasta conquistado los secretos más cuidados de su amada? ¿Eran las mismas que se habían convertido en ángel para conocer el paraíso que era el cuerpo y el alma de su dama, de su musa? Sin duda ya no lo eran, habían cambiado, habían transmutado al hacer contacto con un gris metal. El gris metal helado que aún llevaba en su bolsillo y que había logrado en un segundo cambiar su realidad.
Si tan sólo la vida fuese más fácil”, pensó, “no, si fuese fácil todo se volvería un poco más inútil, más sin sentido”. La vida estaba bien siendo como era, tan sólo que a él le tocó sufrir, tal vez más de lo que podía aguantar, y decidió actuar, actuar al segundo, actuar y correr, y vengar, y sacar de sí la ansiedad de actuar y matar, matar para sentirse vivo, aunque parezca irónico.
No lo había soportado, no podía soportarlo más ¿Por qué tenía que perder, por qué tenía que engañarlo, qué derecho le imponía ese deber de humillarlo? No buscó las respuestas, tal vez se debió a que eran demasiadas las preguntas. Llamó a la puerta, miró sus ojos desencajados por el miedo, se arrojó sobre ella como la fiera en que había logrado convertirse y descargó sobre el cuerpo desnudo del engaño cinco impactos mortales. Se puso de pié, besó su frente, escupió sobre su pecho sangrante, cerró la puerta y huyó.
La noche seguía su curso, al igual que él. Dejó de pensar, dejó de hundirse en ideas lozanas, y llegó sin saberlo, inconscientemente al único destino de su vida, logró detenerse, contempló su reloj... doce menos diez, acusaron las agujas, sonrió, miró hacia el frente, se arrodilló bajo las estrellas, cerró su ojos, apretó las muelas posó el caño en su sien y dejó escuchar un temido sonido…
¡Bang!
Las hojas muertas cayeron sobre la acera de aquel primer domingo de otoño y el mundo siguió girando, como otro día más, para todos nosotros.

lunes, 28 de mayo de 2007

11ª Historia Asesina - "Náufrago de los sueños"

Dedicado a alguien que… Bueno, espero que se dé cuenta que se lo dediqué.
“Náufrago de los sueños”
"Una noche soñé
que despertaba de un sueño y decía:
”ese sueño parecía tan real”.
Cuando por fin desperté a la realidad
ese sueño parecía tan real,
no es acaso la vida un sueño
pero de quién será,
el sueño
Alguien dijo una vez:
”puedes vivir para ver el amanecer.”
Quizás tenga razón.
Alguien dijo una vez:
”puedes vivir para ver el amanecer.”
Quizás tenga razón…
Puedes vivir para ver el amanecer…
Puedes vivir para ver el amanecer…
Puedes vivir para ver el amanecer…"
El sueño - Catupecu Machu

A la noche había soñado con esa gran marquesina que aún me distorsionaba la mente con aquella luz artificial. Y a la mañana siguiente sentí que quizá no fue un sueño.
El día brillaba radiante y con algo de frío. Y sin embargo no lo sentía realmente. Porque tenía en la mente ese anuncio gigante, que decía algo importante, pero que no pude leer. Porque había oído que en los sueños no se puede leer. Bah, en realidad no sé si creerlo, pero eso dicen. Quizá sea real, porque no recordaba que decía el anuncio. Pero era algo importante, estaba seguro. Era lo que estaba esperando, era algo que quería saber hace mucho. Pero era un sueño, y quizás nunca más lo podría repetir. ¿Iba a quedarme toda la vida con la duda de lo que decía? Claro que no. Desde chica siempre creí en los mensajes ocultos, en lo extraño y en la verdad de los sueños, que guardaban algo siempre que no queríamos decir.
Entonces intenté hacer memoria. Fuerte, muy fuerte cerré los ojos, creyendo inútilmente que eso ayudaría. Y sólo vi una ciudad oscura, de noche, de altos edificios, tan altos que apenas veía la luna. Pero sabía que en la punta del rascacielos más alto, estaba ese cartel. Que me decía algo que no podía comprender. Pero que tenía que saber. Pero ahora ya tenía seguir con mi vida. Las chicas me esperaban para tomar mate a la tarde. Quizá podría preguntarles a ellas el significado de este sueño.
Y fui, esperanzada, a ver qué sucedía. Pero las chicas estaban en otra cosa. Primero me tomaron como loca, y que era algo a lo que no debía darle importancia. Que mejor me interesara en otras cosas.
Eso me enojó un poco, porque son mis amigas, pero a veces pueden ser tan superficiales. Luego de reírse de mí, empezaron a hablar de chicos. No me interesaba ahora, quería saber que decía ese cartel.
Entonces, me fui, las dejé a ellas con sus cosas. Parecía que el sentido de mi vida eran esas palabras. Pero tenía miedo de decepcionarme y que sea sólo un simple aviso de gaseosa o algo así. Toda mi vida, cuando creí en algo, resultaba que no era lo que creían los demás. Y quedaba como la rara, la que era tonta por no ser como los demás. Pero a mí me gustaba no seguir los cánones de los demás y ser distinta.
Esa noche rogué por volver a ciudad con esa calle y con esa marquesina gigante. Y mi deseo se hizo realidad. Pero estaba en las afueras de la ciudad, en un campo desde el cual la veía. Y el aviso se veía, brillante a lo lejos. Pero mi estúpida miopía no me dejaba ver con claridad. Entonces no me quedó otra que acercarme. A pie, porque no había nada. Me pareció haber caminado como una eternidad, porque sentía que no llegaba más. Y habré tardado tanto, que escuché una voz que me hablaba. Mi mamá, que me despertaba para ir a cumplir mis obligaciones diarias.
¡No podía tener tanta mala suerte! No podía ser así… ¡Tenía que llegar, tenía que saber! Pero perdí otra vez la oportunidad. El día me pareció largo, pues lo único que quería era irme a dormir para soñar otra vez. Y llegar de una vez definitiva a la cima y leer ese mensaje que cambiaría mi vida.
Cuando iba caminando por la calle para volver a casa, miraba hacía el cielo, con la esperanza de que ese anuncio quizá existiese en la vida real. Pero nada, era todo comercio y marketing. Sólo en los sueños existen anuncios con contenido no comercial.
Y el día se hacía tan largo y la noche no llegaba más. Entonces me senté en un sillón, resignada a que ya podía hacer nada, que, como habían dicho las chicas, era algo sin importancia. Quizás me estaba equivocando. Y sin querer, me dormí en el sillón.
Y cuando abrí los ojos, desperté en el sueño, en el mismo sillón en el cual estaba durmiendo, miré afuera por una ventana y vi desde muy arriba, la ciudad oscura llena de edificios. Pero no vi la marquesina. Eso significaba que estaba en el edificio de la marquesina, el más alto de aquella cuidad mística y etérea.
Y subí las escaleras hasta llegar a la terraza. Y ahora el cartel gigante me daba la espalda. Era sólo cuestión de rodearlo y mirarlo cara a cara. Y así lo hice, con muchas ganas. Y miré hacía él, grande e imponente. Creo que medía kilómetros y kilómetros de altura y anchura… Pero no decía nada. Estaba en blanco. Sus luces alumbraban la nada…
Y estaba deprimida. El cartel por el cual había soñado y anhelado tanto no decía nada de nada, no tenía nada escrito en sí, nada. Y muy furiosa, me embestí contra él y le di un puñetazo. Como era un sueño, no me dolió y hasta creo que lo abollé. Luego apoyé mis manos contra el mismo y puse mi cabeza, cerrando los ojos y creo que dejé escapar una lágrima.
Y abrí los ojos. Y vi una marca… Y unas comillas… Y vi ese mensaje, escrito, de puño y letra de alguien. Un mensaje que decía algo así como:

“Has llegado hasta aquí con mucho esfuerzo, a pesar de todo. A pesar de parecer esto una lucha sin sentido. Y no eres la única, muchos han muerto intentando luchas que parecen irrazonables. Pero no lo son… Porque has logrado llegar hasta aquí, sin importar lo que dicen los demás, haciendo lo que tú quieres y haciéndole caso a tu corazón. Tu respuesta es esta, haber llegado hasta aquí, para leer este mensaje. Sigue siendo como eres, y luchando por lo que amas. Así será todo mucho mejor. Nunca te rindas y lucha por tus sueños”

Sonriente, miré el horizonte desde este edificio altísimo. Y de repente, el cielo de oscuro pasó a celeste y radiante. Y de repente me caí de la punta… Y caí en la realidad. Y me sentí tan feliz, que escribí en un cuaderno “A la noche había soñado…”. Y puse toda mi historia en esas hojas, pero no me quería quedar con ese mensaje para mí sola. Entonces lo puse en una botella, como un náufrago moderno en este mundo moderno. Náufrago de las cosas buenas y de los valores de la vida. Náufrago de la lucha por lo sueños. Quizás no haya un mar con agua para tirar esta botella, pero sí un mar de gente donde alguien rescatará este mensaje y le salvará la vida. O al menos, esa es la esperanza de un náufrago: que escuchen su mensaje.
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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.