lunes, 30 de julio de 2007

18ª Historia Asesina - "Algún día la terminaré"


"Algún día la terminaré"

El joven escritor se sentó frente a la vieja y arcaica máquina Pentium 4. Se burló de como la gente del pasado llamaba a esos armatostes gigantes "tecnología de punta". Y entonces empezó a revisar cómo funcionaba. E increiblemente, andaba a la perfección.
-Guau, qué divertido es esto... Mirá estos juegos viejisimos y tan clásicos: "Winning Eleven", "GTA", "Counter Strike", "Age of Empires 2"... Guau... Esto es una joya.
Y luego de revisar y revisar carpetas y archivos. Y dio con la carpeta "Mi música" atestada de música de otras épocas...
-¡Mirá! ¡Esta es la música que escuchaban mis tatarabuelos: "Catupecu Machu", "Árbol", "La Renga", "Bersuit Vergarabat", "Andrés Calamaro"... Miércoles que es viejo esto, ¿eh?
Y volvió al escritorio del anticuado sistema operativo Windows XP, y mientras lo veía miraba y reia imaginando qué haría el viejo Bill si viera lo que hicieron con su compañía después de morir. Y luego encontró un ícono que miró como un arquelogo ve a las ruinas de la perdida ciudad de Paris y su mítica Torre Eiffel. O Buenos Aires y su legendario Obelisco. "Internet", decía el ícono.
-No, imposible... No puede ser... Me pregunto si funcionara todavía esto...
Y le dio clic, y se abrió la ventana del explorador. Y un cartel con letras de colores y un botón que decía "Voy a tener suerte". Entonces se sintió intrigado por ver qué la gente navegaba. E intentó buscar pero el motor de busqueda ya no funcionaba. Entonces se decidió por el historial. Sólo había seis páginas en la sección del historial. Hizo clic en la primera y lo llevó a lo que ellos llamaban blog. Era el blog de alguien que hacía un juego de palabras con esa palabra y otra que ya no se usa. Y se suponía que era gracioso, para los estándares de humor de la época, claro. Entonces entró al segundo sitio web. Otro blog, cuyo título hacía alusión a la vida y a los pasos que se dan en ella. Y justamente, hablaba de los pasos dentro de su vida, hasta el final del camino.
Los otros tres eran propagandas, que habían surgido en algún tiempo como elemento emergente de alguna de las páginas.
La última página de internet, guardada en el historial hablaba de algunos asesinos, y contenía algunos cuentos de algunos escritores famosos, y otros de un antepasado suyo.
-Me dijo mi abuelo que un antepasado mío fue escritor...-dijo a su mente- Debe ser su blog, con cuentos suyos. Y otros no...
Lo raro de esto es que había un cuento que no estaba terminado. Era el que se numeraba como el número dieciocho. Sólo contenía una frase al comienzo que decía: "El joven escritor se sentó frente a la vieja y arcaica máquina Pentium 4."
-Seguramente se trata de un cuento que no pudo terminar. Sé lo que se siente eso, lo sé.
Entonces se concentró y buscó una manera elegante, original y creativa para terminarlo, pero escribiéndolo en ese antiguo español.
-Porque, quién sabe -pensó-, quizá alguien en el pasado lo lea. O quizás no, pero es divertido tomar el reto.
Y pensó y escribió durante un rato.
-Así quedará bien -dijo al terminar.
E hizo clic en "Publicar Entrada". Una entrada que quizás nadie leería en el futuro, ni en el presente.
Se levantó de la raida y arruinada silla. Apagó el aparato computador, se puso una mano en su bolsillo y lo contempló un poco más. Se imaginó todas las cosas que habrán hecho con ese armatoste. Y luego se fue.

domingo, 22 de julio de 2007

17ª Historia Asesina - "Son feroces"

Las cosas que pasan y no nos creen. Pero nosotros estamos seguros de que pasaron. Pero aunque lo repitamos miles y miles de veces, siguen sin creernos. No, somos unos locos y unos verseros. Pero de veras pasan esas cosas. Y después tendremos que guardarlas para nosotros. Por otra parte, las salchichas, ¿son buenas para la salud?

"Son feroces"

La madre estaba indignada, quería matar a su hijo. Él sentado dando explicaciones y mirando el entorno. Sus manos estaban todas grasosas y mojadas.
-Juro que sí, que fue así. Ella me quiso atacar. Yo no lo hice nada.
-Por favor, Mariano. Sos grande.
-¡Pero qué querés, mamá, si así fue! Estaba sentado ahí, me dio hambre y bueno... Me acerqué. No había otra cosa qué comer.
-¿Y?
-¿Y qué? Meto la mano, desconfiado, mirando el partido mientras pongo el jarrito al fuego y sacó una y me muerde. Mirá, mirá el dedo. ¿Seguís sin creerme?
-Es una marquita chiquitita, dejáte de joder, nene.
-Pero antes era más profunda y dolía.
-¿Decís que te muerde una salchicha y encima decís que te duele? Por favor...
-¡¿Por qué no me crees?! ¡Mirá el paquete!
-Dice: salchichas de viena Vienissima nada más esto. ¿Tiraste las diez salchichas? ¡Sabés cuánto sale un paquete de esto! ¿Vos te creés que yo cago la plata o qué?
-No, pero es que si lo hubieras visto.
-Ay, nene... Yo pensé que eras un chico bueno, tranquilo, que no tomabas ni te drogabas, pero esa mala junta tuya seguro que introdujo al vicio y ahora andás diciendo estas tonterías, ¿verdad?
-¡Mamá! No digás eso. Mis amigos no tiene que ver nada con esto. La salchicha de mierda esa salió y me mordío. ¡Me quiso morder! ¿Entendés?
-¿Y cuál es la prueba? ¿Eh? ¿Cómo me lo podés probar? ¡Encima que las tiraste, las rompiste y las hiciste picadillo! ¡Te ponés a limpiar ya esta cocina!
El muchacho, resignado, se lava las manos y con el trapo de piso empieza a fregar el piso. En eso llega el padre del trabajo.
-¡Hola! ¿Qué pasa acá?
-Nada, un accidente -dice el chico antes de que su madre responda.
-¿Comiste? -pregunta luega la esposa.
-Sí, me comí un pancho con el pelado Luis en la estación.
-¡Un pancho! ¡¿Estás loco?! -grita sobresaltado el muchacho, dejando su labor.
-¿Eh?
-Dejálo, está delirando. Está imaginando salchichas asesinas y cosas así.
-¿Salchichas asesinas? -dice el padre riendo desaforadamente-. Dejá de mirar tele, nene.
-¡Es verdad! ¡Es verdad! ¿Por qué no me creen? ¿Eh? ¿Por qué no lo vieron nomás? ¿Por que la salchicha no los atacó a ustedes? ¿Por eso? Claro ahora yo soy el loco. Está bien. Está bien. Dejála ahí. Ya van a ver los dos, por reírse... ¡Ya van a ver!
Y descargando su furia contra el trapo que se estampa contra el suelo, el chico se va de la cocina. Sus padres se miran y dice la madre extrañada:
-No sé qué le pasa... No sé... Adolescente... Qué bueno que compré otro paquete. Voy a tener que comer yo.
-Mmm... Yo quiero una, así te acompaño.
-Bueno gordo. ¿Vas a comprar pan acá a la esquina?
-Bueno.
Y dejá el paquete abierto sobre la mesa. Y el marido se va a comprar y ella cambia de canal. Y pronto cenarán... la pregunta es quiénes...


Gracias a Dan por la fotito.

martes, 10 de julio de 2007

16ª Historia Asesina - "La caída"

Bueno, todavía hay gente que me dice niño (llámese mi querida Vanys), pero de a poco estoy dejando de serlo. Ahora comprendo que el ciclo de la vida es así y que algún día seré un viejito y me iré de este mundo para ir a donde me toque luego, según la voluntad de Dios. Pero cuando escribí este relato, no quería dejar de ser un niño. Y nunca quise, pero ya no lo soy. Es el triste destino de nuestra vida. Acá está la 16ª.

"La caída"

“Él me mira con sus ojos brillantes llenos de inocencia. Agarrado de esa pequeña ramita, tratando de salvarse de esa gran caída.
No quiere caer y yo tampoco quiero que eso pase. Pero ambos sabemos que es inevitable. Todos caemos por ahí, tarde o temprano. Por ese gran abismo.
Recuerdo todavía cuando yo era pequeño y él me llevaba a mí. Luego yo fui creciendo y él empezó a debilitarse, y yo lo llevé a él. Siempre creí que estaría conmigo. Pero no, se está por caer y me va dejar. Y yo tengo mucho miedo a eso.
¿Cuándo y cómo fue que terminó ahí? No sé. Me descuide un segundo y cayó. Pero tuve suerte, porque está ahí y lo puedo ver todavía. A muchos otros se les cayó y nunca más lo vieron. Pero yo todavía lo puedo ver.
Lo que todavía no entiendo es que si yo voy a caer, ¿cómo es que lo voy a hacer? Ahora que aprendí lo que puede suceder, creo que no voy a caer. Me alejaré y evitaré la caída. ¿O quizás no? No sé, dicen que hay algunos que se tiran porque sí. Les dicen suicidas.
Igual algunos dicen que no es tan malo caer. Dicen que los lleva arriba.
Mientras tanto, él me sigue mirando. La ramita de la cual se sostiene es resistente, pero de a poco se resquebraja. Y me mira con miedo… pero yo no puedo hacer nada.
Si tuviese algo para rescatarlo… pero no se me permite hacerlo. Hacerlo es el privilegio de unos pocos. Muy pocos. Y algunos, en su locura, se han tirado con él.
Me siento impotente. Y alguna que otra lágrima brota de mi ojo. Lo quise mucho, pero se va a ir… Como todo en la vida.
Hasta entonces, me quedaré. Me quedaré aquí, parado mirando ese gran agujero negro que lleva a la nada… o quizás al todo. No sé, hasta que caiga, no lo sabré. Pero mientras, lo cuidaré desde acá.
Cuidaré. Lo cuidaré. Cuidaré a mi niño interior, ese que está por caer en el agujero. Al que tuve hasta crecer y tener eso que llaman responsabilidades. Hasta que me dijeron: “ya sos grande”. Tal vez cuando me decían todo eso fue que cayó. O cuando fue mi último cumpleaños. O cuando fui a sacar el documento de los 16. O cuando me dijeron: “deja de jugar con eso, ya sos grande”. O cuando me dijeron: “¿qué querés estudiar, de qué querés trabajar?”. O… no sé… pero él se va caer. Y yo voy a entrar al mundo donde ya no puedo jugar. Donde ya no puedo soñar que voy jugar a la mancha. Donde ya no puedo soñar en subirme a una calesita o en hacer dibujos o en imaginar como será ser grande, porque ya no hay tiempo para eso, porque ya lo soy. Ahora son otras cosas las más importantes.
Y mientras, mi niño interior está ahí… a punto de irse… de caerse… se irá. Y yo espero (y me desespero por) la caída…”
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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.