sábado, 25 de octubre de 2008

49ª Historia Asesina - "Alma y vida"

—Qué lindo es admirar el paisaje, ¿no?
—Ajá... Sí, la verdad que sí. Disfrutar este momento tranqui, descansando, con una persona que quiero. Sin ninguna preocupación...
—Ay, tonto, no seas cursi.
—Pero si te quiero.
—Tonto, me hacés sonrojar. Yo también te quiero. Vení, dame un beso.
—Como quieras. Uh, esperá.
—¿Qué pasa?
—Me suena el celular.
—Pucha... Que inoportuno...
—Bueno, tranqui. A ver. ¿Hola? Sí, él habla. Ah, hora, ¿cómo anda? Sí. Sí. Ajá. ¿Ahora? ¿Ya? OK. OK. Sí. Le digo a Pedro entonces... OK. Mirá que la última vez tuve problemas para llegar. Ah, ¿esta vez no voy a tener problemas para llegar? ¿Me lo prometés vos? OK. Está bien.
—¿Quién era?
—El jefe, tengo que ir a laburar.
—¿Qué? ¿Ahora? ¡Pero si volviste de laburar hace un rato, hace treinta y siete años nomás! ¿Por qué ahora?
—Me necesitan. Tengo que ir a cumplir otra misión.
—Uh, che.
—Tranqui. Me dijo el jefe que vos también tenés que ir a laburar dentro de dos años. Me podés buscar y podemos trabajar juntos.
—Pero sabés que es jodido encontrarnos ahora. Además, la última vez que estuvimos juntos trabajando no duramos mucho.
—Bueno, pero por ahí ahora tenemos suerte.
—Bueno, OK. ¿Cuándo tenés que reencarnar?
—Faltan dos meses.
—Bah, no te queda nada de tiempo. Decí que tengo que esperar dos años nomás, porque si no.
—Me dijo el jefe que después nos va a dejar de vacaciones dos milenios si sale todo bien.
—¿Dos milenios nomás? Pero por antigüedad te tendrían que dar más.
—Bueno, no te quejés.
—¿Qué misión tenés que cumplir?
—Tengo que ser el creador de la nueva doctrina que revolucionará al mundo terrenal.
—¿En serio?
—Sí. Y yo soy la única alma disponible para el trabajo.
—¿Sabés en quién te vas a reencarnar?
—Ni idea. Pero bueh. Tengo que laburar para ganarme el cielo, ¿no?
—Claro...
—Ah, igual me dijo que me van a matar pronto, como a los cuarenta y pico. Unos fanáticos opositores a mis ideas me van a fusilar, así que bueno. Voy volver rápido.
—Bueno, entonces está bien. Espero morirme rápido entonces yo también.
—Sí, si nos encontramos allá abajo, te van a matar por querer seguir mi doctrina o defenderme.
—De última me suicido.
—Tonta, sabés que a Dios no le gustan los suicidios. Cumplí la carga anual completa. Además, mirálo a Matusalen. Hizo años extra y le dieron más vacaciones ahora.
—Bueno, pero igual. Es cansador vivir. Ni te cuento de la última vez, me morí por no mirar para los dos lados de las vías del tren.
—Ah, cierto, no estuvimos juntos porque tuviste que cubrir un puesto allá en Canadá mientras yo había reencarnado por Kirguizistán. Ahí nos tocó lejos, pero ahora vamos a reencarnar en Alemania, me dijeron.
—Uh, Alemania, buena cerveza ahí.
—Sí, bueno, supongo. Bueno, tengo que ir a nacer.
—¿Ya?
—Sí, me parece que voy a nacer antes de la fecha estimada.
—Bueno, mi amor, cuidate. Que tengas una buena vida y que mueras pronto.
—OK. Espero que nos encontremos cuando reencarnemos.
—Yo también. Te amo, suerte.
—Chau.
—¡Chau...! Ah... El duro laburo de ser un alma.

viernes, 3 de octubre de 2008

48ª Historia Asesina - "Parabrisas"

Día gris, nublado. Temprano, a primeras horas de la matina, el sol parecía anunciarse radiante y poderoso, pero una rebelión de grises nimbostratus lo derrocó de su poderío cuasi-eterno al menos por ese mediodía.

Él regresaba en su vehículo modelo noventaypico, cuando notó el cambio climático; su ánimo muchas veces funcionaba en función del mismo. La lluvia ponía su ánimo como el color de sus nubes: gris tirando a negro. Al menos él lo sentía de esa manera, bien sabemos que los ánimos no pueden definirse solamente por colores.

Entonces el dios Freyr tomó cartas en el asunto y algunas gotas de agua empezaron a caer sobre el vidrio. Parecían gotas de plata líquida recorriendo cada uno de los rincones del parabrisas del automóvil que recorría el gris asfalto de la ahora gris urbe.

Cada gota, para él, era un recuerdo. Cada recuerdo era un pequeño puñal de plata que se clavaba en su cuerpo. Cada puñal era una gota y cada gota era un puñal y así continuó el ciclo a medida que la lluvia arreciaba más y más imponente.

De repente el temporal llenó su parabrisas de recuerdos. Lamentablemente, sólo era para-brisas, no para-recuerdos. Tantos recuerdos le interrumpían la visión. Entonces con un interruptor detrás del volante, activó el limpiarecuerdos; primero a velocidad número 1. Pero los húmedos y brillantes recuerdos no se disipaban, y si alguno se disipaba, otro recuerdo ocupaba su lugar rápidamente.

Así continuó el ciclo hasta la velocidad tres del limpiarecuerdos. Pero nada de nada, el dios Freyr dejó caer desde el cielo miles de recuerdos que el artilugio no pudo detener.

Entonces se sintió invadido por la constante lluvia de recuerdos. Y no había nada que hacer, sólo esperar que el sol recuperé su hegemonía y evapore los recuerdos.
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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.