sábado, 11 de septiembre de 2010

81º Historia Asesina - “Etiqueta y prelaciones”

“Etiqueta y prelaciones” de Julio Cortázar

Siempre me ha parecido que el rasgo distintivo de nuestra familia es el recato. Llevamos el pudor a extremos increíbles, tanto en nuestra manera de vestirnos y de comer como en la forma de expresarnos y de subir a los tranvías. Los sobrenombres, por ejemplo, que se adjudican tan desaprensivamente en el barrio de Pacífico, son para nosotros motivo de cuidado, de reflexión y hasta de inquietud. Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo durante toda su vida. Las señoras de la calle Humboldt llaman Toto, Coco o Cacho a sus hijos, y Negra o Beba a las chicas, pero en nuestra familia ese tipo corriente de sobrenombre no existe, y mucho menos otros rebuscados y espamentosos como Chirola, Cachuzo o Matagatos, que abundan por el lado de Paraguay y Godoy Cruz. Como ejemplo del cuidado que tenemos en estas cosas bastará citar el caso de mi tía segunda. Visiblemente dotada de un trasero de imponentes dimensiones, jamás nos hubiéramos permitido ceder a la fácil tentación de los sobrenombres habituales; así, en vez de darle el apodo brutal de Ánfora Etrusca, estuvimos de acuerdo en el más decente y familiar de la Culona. Siempre procedemos con el mismo tacto, aunque nos ocurre tener que luchar con los vecinos y amigos que insisten en los motes tradicionales. A mi primo segundo el menor, marcadamente cabezón, le rehusamos siempre el sobrenombre de Atlas que le habían puesto en la parrilla de la esquina, y preferimos el infinitamente más delicado de Cucuzza. Y así siempre.

Quisiera aclarar que estas cosas no las hacemos por diferenciarnos del resto del barrio. Tan sólo desearíamos modificar, gradualmente y sin vejar los sentimientos de nadie, las rutinas y las tradiciones. No nos gusta la vulgaridad en ninguna de sus formas, y basta que alguno de nosotros oiga en la cantina frases como «Fue un partido de trámite violento», o: «Los remates de Faggiolli se caracterizaron por un notable trabajo de infiltración preliminar del eje medio», para que inmediatamente dejemos constancia de las formas más castizas y aconsejables en la emergencia, es decir: «Hubo una de patadas que te la debo», o: «Primero los arrollamos y después fue la goleada». La gente nos mira con sorpresa, pero nunca falta alguno que recoja la lección escondida en estas frases delicadas. Mi tío el mayor, que lee a los escritores argentinos, dice que con muchos de ellos se podría hacer algo parecido, pero nunca nos ha explicado en detalle. Una lástima.

domingo, 15 de agosto de 2010

80º Historia Asesina - “Lámparas”

Se me cayó la lámpara otra vez. La reputa madre que lo parió. Es el sexto o séptimo foco del año y vamos por agosto recién. Quería acomodar algo en el cajón de la mesa de luz, y sin querer se me enganchó el pie, y al mover, de un tirón la lámpara y el foco cayeron contra el piso. Tengo una maldición con esta lámpara. Supongo que es porque no tiene pantalla, aunque no creo que eso cambie en algo el panorama. Ayudaría, quizás, a que la lámpara sobreviva a las caídas que yo o los gatos hacen que sufra, pero invariablemente el foco terminaría roto. La única manera de que el foco no se rompa es que no tire la lámpara, pero la única manera de que no tire la lámpara es que no tenga foco, porque de esa forma la lámpara es ignorada, porque no sirve para nada, está ahí, con su cable desconectado, casi siempre estorbando cuando hay que barrer la habitación o acomodar algo. De hecho, la lámpara sin foco estorba sobre la mesita de luz, y hasta este mismo mueble estorba, porque sirve para apoyar la lectura nocturna, que también se convierte en inútil porque sin lámpara no hay lectura nocturna, porque cuando termino de leer quiero cerrar el libro, apoyarlo sobre la mesa de luz (que justamente se llama de luz por tener una lámpara que da luz, sin lámpara, no es mesa de luz, es un mueble que no cumple su utilidad), y dormirme, apagando la lámpara, buscando a ciegas el interruptor porque cierro los ojos antes para ir acostumbrándome a la oscuridad. Una vez que encuentro el botón, el clic me da la pauta de que la habitación está a oscuras y de que me puedo dormir, porque dormir con la luz prendida es inaceptable a mi edad.

Ya sé también que un foco vale dos pesos y no me costaría nada comprar uno nuevo, pero lamentablemente, lo romperé instantáneamente. El problema es el foco, que no quiere estar ahí, que se suicida o provoca que lo asesinen yo o los gatos. Pobres gatos, las veces que me rompieron un foco les pegué en un acto malvado de furia. Ellos tienen la culpa, de todas formas, por andar subiéndose por ahí, donde no deben. Pero creo que la lámpara los llama a ellos para que la rompan.

¿Por qué las lámparas bregan por su muerte? No lo sé. Querrán morir porque sí, porque no soportan dar la luz, porque no soportan su vida sólo nocturna, dormidas en el día haciendo nada, mirando, la nada, paradas ahí. Tendrán cuestionamientos metafísicos sobre su existencia, el por qué de su vida, el sentido de estar ahí todo el tiempo paradas para sólo ser útiles unas pocas horas al día. No lo resistirán y se suicidarán.

A veces, cuando cierro mi libro, cuando cierro mis ojos y busco el interruptor, seguramente en ese momento, las lámparas me miran y me traspasan sus inquietudes. En ciertos momentos de la noche, en la más pura y eterna oscuridad me vienen a mí cuestionamientos sobre mi propia vida y mi propia muerte, mi propio ser y existencia. Ellas me miran y me lo dicen al oído y no me doy cuenta y me preocupo por cosas que no tienen respuestas.

Sólo espero que no me caiga y me mate como una lámpara… Aunque nunca se sabe de esas cosas.

sábado, 3 de julio de 2010

79ª Historia Asesina - “La loca”

La loca” de Sabryna Cortéz

“Esperando allí nomás, 
en el camino, 
la bella señora está desencarnada. 
Cuando la noche es más oscura 
se viene el día en tu corazón.”

Juguetes Perdidos, Patricio Rey y sus redonditos de Ricota

—¿Seguimos el camino de la loca? —preguntó impaciente.

Ya la primera vez que fui al bar, la mina bailaba desaforada 'Juguetes' y parecía que la estuviese escribiendo con el cuerpo.

De la loca no me olvido. Su look era característico e invariable: jean, Toppers de lona (como cualquier rollinga… ¡Qué feos esos prejuicios!) y sus camisetas futboleras que variaban sábado a sábado: una de la Selección, una de River, la misma de la Selección, la de River, Selección, River, y así.

—¿Seguimos el camino de la loca? —pregunto insistente.

—¿Querés bailar arriba de la mesa todos los sábados?

—No tonto ¡Dale! ¿Seguimos el camino de la loca? —insistía.

Bailaba como ninguna. Todo empezaba seguramente por una birra o un fernet. La Taba le invitaba uno de menta y casi siempre el Vago de la Guerra le ofrecía unos tragos de su cerveza comunitaria. “—La cerveza es un ritual hermana, es como la pipa de la paz, traeme a mi peor enemigo, que si me pide un trago, no se lo puedo negar... ¡Que no puedo te digo!”

Entonces, la loca vibraba, su cuerpo empezaba a temblar al ritmo de los permanentes Redondos que salían a borbotones de los parlantes a los cuales la loca adoraba cada vez que subía a la mesa. Se sentía observada, preciosa, admirada, se sentía una loca irremediable, pero tan feliz que daba envidia.

—¿Seguimos el camino de la loca?

—¿El fernet te hizo mal?

—No, simplemente tengo las palabras que dijo tan grabadas...

De esa noche tampoco me olvido. Los excesos se metían por cada uno de los rincones del bar. Un bar ántrico que pocos conocían y esos pocos disfrutaban cada noche como la última de sus vidas. Los Redondos sonaban como cada noche.

A la derecha el metegol yacía solitario y sin jugadores y en las paredes el Diego, Pilusso y Coquito pasaban desapercibidos con sus miradas lejanas entre budas, velas blancas y sahumerios. Frío, por lo general hacía frío aunque el hogar a la izquierda hacía lo que podía y el calor humano que era poco se propagaba en los vidrios empañados y en la cerveza que transpiraba de calor. Yo me peleaba al fondo, en la barra por la coincidencia de los dados que prometían regalarme una birra en el caso de que los números que salieran de mi boca se repitieran en los blancos dados. Un juego de azar, como el azar de cada noche en ese bar.

—¡O seguimos el camino de la loca o nos vamos al Bolsón! —lo amenazó y no creyó ni ella en sus palabras.

—Vamos —respondió irónicamente.

Al lado de la foto más interesante de Pilusso y Coquito, dos trastornados impregnados en licor de menta, tocaban el mismo repertorio triste de cada fin de semana. Tristeza. Abundaba. Era una gota que rebalsaba el vaso hacía rato. Ese invierno había nacido para llorar. En medio del triste cancionero se hacía lo posible para no caer.

El infierno estaba demasiado cerca.

—Flaca, convidame un pucho —impuso con los ojos brillosos y una sonrisa orejuda—. Con el frío que hace necesito calentarme un poco por dentro.

Solo pude alcanzarle un pucho y se escucharon los dados que cayeron de mi mano, repicar sobre la barra. De fondo empezaba 'Juguetes' y el ambiente se transformaba.

—¡Luzca el sol o no!- me grito en el oído agradeciéndome el pucho con los ojos en el y la misma sonrisa orejuda y dijo sabiamente:

—Mi viejo no estaría de acuerdo con esta vida que llevo... pero mirá esta sonrisa, es irresistible...

Se le llenaron los ojos de lágrimas alegres. Volvió a agradecer el pucho y saltó sobre una mesa a bailar como nunca antes, o como todos los sábados.

—¿Seguimos el camino de la loca? —preguntó desilusionada al aire.

sábado, 10 de abril de 2010

78ª Historia Asesina - “La corriente sensualista”

—Muy lindos sus cuentos, señor Bruckner. Su prosa es bastante particular, un poco joven aún, un poco aniñada, un poco verde, y definitivamente muy inocente.

—¿Cómo muy inocente?

—Sí, usted sabe, las temáticas que toca en su literatura: estudiantes de escuela, abrazos fraternales, seres mágicos, amores pero… inocentes, amores platónicos.

—¿Pero qué quiere usted? Con el perdón de la expresión, ¿usted quiere que todos se pongan a fornicar en los cuentos?

—No, no, no, no digo eso pero… Son cuentos, digamos, para niños, para señoras viejas y con problemas de autoestima, lectoras de libros de autoayuda. O adolescentes, niñas que entran en la pubertad y quedarían cautivadas con esos relatos kitsch…

—Bueno, bueno, pero son cuentos que hablan de amor, no tienen por qué ser platónicos. ¿O me va a decir que en mi cuento “Entre la tierra y el cielo”, donde un hombre se encuentra y se enamora de una mujer que resulta ser su ángel guardián, no trata una temática de tinte sexual? ¿No cree que yo detallo en las descripciones que son mujeres hermosas, deseables, sensuales? ¿No cree que el protagonista no piensa que le atrae sexualmente? O incluso en el cuento donde hay estudiantes de escuela, “Lluvia en la estación”, donde un adolescente quiere resguardar a una chica de la lluvia, ¿no cree que ese chico quiere a esa joven muchacha para sí mismo, por una atracción no sólo amorosa, si no también sensual?

—Sí, tiene razón. Sin embargo no está tan explicito en sus palabras.

—¿Quiere que yo incluya sexo explicito en un cuento? ¿Qué tipo de escritor cree que soy?

—No necesariamente tiene que ser pornográfico… Sabe que creo, señor Bruckner, que usted tiene vergüenza de hablar del sexo. Hasta osaría decir que usted no tiene vida sexual… ¿Tiene novia o algo parecido?

—¡Con todo respeto, me parece que usted se está propasando, señor mío! Eso no tiene nada que ver con mi literatura. Si no le gusta, puedo ir con otro editor y listo…

—Tranquilícese, por favor. Escúcheme, a simple vista parece que no, pero el tema de la vida sexual del escritor y su influencia en la literatura ha sido tratado por la Teoría de los Sensualistas.

—¡Pero no me tome el pelo por favor! ¡¿Los sensualistas?!

—¡Pero yo no le tomo el pelo! Es decir… No, no le tomo el pelo. El famoso escritor y ensayista Sebastián Romero escribió y desarrolló esta teoría en su obra “El placer carnal y su influencia en el arte”, analizando desde Goya y la Maja Desnuda hasta…

—…hasta los escritores de literatura erótica. Sí, por supuesto, cómo no van a tener éxito con tanto pervertido por ahí.

—No, no, no, casos como escritores legendarios como Pablo Millán con su novela realista “El elástico” o Hernán Bianchini con “De la cama a la tumba”, donde el sexo no tiene un lugar central, obviamente, pero aparece en algunos pasajes, en algunos capítulos y descripciones, como algo natural. Esa influencia de la energía sexual positiva se transmite a cada letra, a cada palabra. Millán y Bianchini eran muy galantes, estuvieron con muchas mujeres en su vida.

—Sí, claro, con todo el dinero que ganaron…

—No, antes de hacerse famosos. Eran hombres apuestos que podían llamar la atención a cualquier mujer. En cambio usted…

—¡Cuidado con lo que va a decir!

—Lo siento, con todo respeto, usted parece de esos hombres que tienen vergüenza de ir a una farmacia para comprar condones, por miedo a la condena de quien se los venda.

—¡Suficiente! ¿Usted quiere que escriba sobre sexo? ¿Que describa relaciones sexuales? ¡Ningún problema!

—No es tan simple como eso.

—¿Cómo dice?

—No. Tiene que tener alguna especie de inspiración, si usted me entiende.

—Usted deje mi vida personal en paz.

—¿No tiene con quien inspirarse? Con mucho gusto puedo presentarle algunas amigas, ellas accederán fácilmente a todo lo que usted desee. A pesar de todo, usted es bastante guapo.

—¡Pero no! No quiero eso… ¿En qué me va a ayudar eso como escritor, como artista?

—¡En mucho! Verá que crecerá mucho como escritor, como artista, en la profundidad de su obra, perderá esa inocencia que entorpece tanto.

—Maldición… Y… Digame. Este… ¿Qué amigas me puede usted presentar?

—¡Oh, no se preocupe por eso! Son muchachas muy bonitas, le agradarán, estoy seguro.

—Bueno, bueno, está bien. Pero quiero que conste que esto es por amor propio, por amor al arte y porque quiero evolucionar como escritor.

—Pero que no se hable más. Venga, le contaré, una de las amigas que tengo pues…

viernes, 19 de marzo de 2010

77ª Historia Asesina - “Rubia”

Le fui infiel. Pobre, ahora no sé cómo mirarla a los ojos, sin sentir ningún remordimiento, sin sentir como mi propio corazón delator me delata, como ella con su sonrisa diaria ignora totalmente lo que yo he hecho. No quiero ni pensar qué pasará cuando se entere, cuánto me denigraran sus amigos, su familia, mi familia, sus amigos, mis amigos, todo el mundo me mirará, me verá como un imbécil y seguro tendrán razón, y yo no sabré que hacer.

Todo empezó en el cumpleaños de mi mamá. Todavía no sé cómo ella llegó, allí, de la mano de quien, de la compañía de quién, de quién era amigo o enemigo o pariente o acompañante. No lo sé. Sólo sé que hicimos contacto visual y ella no me quitaba la vista. Era rubia, vestida toda de blanco, la remera, la pollera, toda de blanco. Y rubia, y pálida y ojos grandes y celestes como el cielo diría si tuviera que usar una metáfora, porque no conozco la escala cromática con precisión. Pero era rubia, y me miró, pero no como uno mira a cualquier persona en una fiesta. Yo estaba ahí, y ella me miraba y yo me tenía que ir a bañar, porque estaba ahí, pero todavía no me había bañado como tendría que haber sido. La rubia, la de los ojos celestes, de blanco, esa rubia, me miraba, mucho, ¿pero por qué rubia?  Mi novia es morocha, y yo muero por las morochas, me encantan las morochas, las prefiero por sobre rubias, coloradas o teñidas. Mi novia es morocha, pero esta chica era rubia y yo le llamaba la atención no sé por qué. Cuando me di cuenta ya éramos confidentes muy íntimos, así, instantáneamente. Yo le agradaba, tenía algo que a ella le gustaba, y yo tenía esa sensación agradable y contradictoria de que a uno lo quieren, aunque desgraciadamente no pueda retribuir a esa persona (y sigue siendo agradable por más que después tenga que romper el corazón de la otra persona), porque ya hay otra a la que retribuimos y el amor sólo se debe retribuir a una sola persona porque lo dice una convención social, una convención legal y hasta una convención religiosa.

No sé cómo se llamaba la rubia, pero sin embargo ya me hablaba, y le hablaba y se reía, y yo me reía y ella hablaba. No sé de qué hablábamos, pero lo disfrutábamos, ¿y dónde estaba mi novia? No lo sabía y yo todavía me tenía que ir a bañar, pero esto me había distraído mucho. Le dije a la rubia, que me tenía que ir a bañar, que me espere un rato. Para esto, estábamos afuera de la casa donde se llevaba a cabo la fiesta. Tenía que volver a entrar y subir al primer piso (¿desde cuándo mi casa tenía dos pisos?) a bañarme y cambiarme. Así lo hice, pensando en la rubia, en que era muy linda, aunque no me gustaran tanto las rubias. Un pelo castaño podía hacer, pero ¿rubia? Pero era linda, tenía buen cuerpo también, sí, me había fijado en eso, y sí también eso. Pero yo tenía novia, ¿y dónde carajo se había metido?

Después de bañarme bajé y la rubia me estaba esperando y me abrazó cuando me vio. Yo no sabía qué hacer, a pesar de que la podía abrazar, porque abrazar no es como besar, aún no hay infidelidad, un abrazo es un abrazo, se toca más superficie del cuerpo de la otra persona con un abrazo, y sin embargo un beso, en donde sólo se toca parte de los labios (ni siquiera todos los labios) o las mejillas, en ese acto donde hay menos toque de superficie sí hay infidelidad. Un beso en la boca del otro era otra cosa muy distinta.

Me solté y tenía que hacer, algo, no sé qué, cuestión que cuando voy a la cocina, la rubia me mira desde la puerta, en la cocina estamos solos, nadie nos ve, excepto yo que por momentos veo las cosas en tercera persona. Veo mi cara que ve la cara de la rubia que mira mi cara y que se acerca a mí. Me vuelve a abrazar pero con más pasión, con más fuerza y entonces me besa y la beso. Así, de una, sin dudarlo.

¿Por qué sin dudarlo? Porque ya para la parte de la cocina, cuando noté que no recordaba todos los actos que hacía me di cuenta de que todo eso no era real. Una rubia, que apenas conocí quería besarme, y yo la besé sin dudarlo, porque si la besaba en realidad no besaba a nadie, porque la rubia no tenía nombre, ni documento, ni corazón, ni pulmones, ella era una imagen de mi subconsciente que no podía identificar, y a quien estaba besando pero no estaba besando, y encima por eso había olvidado que era el cumpleaños de mi madre (¿en marzo?).

La besé y mientras la rubia me abrazaba más pensé en un momento, ¿y si esto es la realidad y en realidad si estoy besando a una rubia que acabo de conocer? Si eso fuera cierto entonces estaba en problemas, graves si se enteraba mi novia. Pero, ¿era o no real? Era verosímil el relato onírico, pero no. Nunca había sido tan seductor con las mujeres, ni tampoco había conocido una mujer lo suficientemente desquiciada quien la primera vez que me ve piensa que soy atractivo (y mi novia, tiene cierta locura, pero no pensó que yo era atractivo la primera vez, habrá sido la cuarta o la quinta, pero yo deliberadamente intenté seducirla. ¿Y si en realidad no tenía novia?).

El beso fue largo y para eso había reconocido que en realidad estaba durmiendo quizás, entonces me dejé llevar. Cuando me di cuenta, estaba haciendo el amor con la rubia, que sí tenía buen cuerpo y que estaba debajo mío pero no pude descifrar su expresión porque no le veía la cara, aunque sabía que tenía labios y nariz y ojos celestes. No la conocía, no era un fantasía con alguien que yo conocía, era una rubia que no conocía. El sexo fue fugaz, porque ya me estaba dando cuenta de que el sueño estaba llegando a una conclusión, y sin embargo, a pesar de que estaba en un sueño y era consciente de eso, y de que había besado a una mujer de mi mente, creada por impulsos químicos y eléctricos de mi cerebro, empecé a sentir culpa, porque no sólo la había besado, sino que también había hecho el amor con la rubia y yo no me había negado en ningún momento. Jamás pensé en mi novia en ningún momento, porque claro, es mi subconsciente y ella no tenía por qué enterarse de que en mi subconsciente, en esa cocina, en esa casa, en esa pieza, estábamos solos y nadie nos vio, excepto yo que lo viví y ella, que supongo que lo vivió también (o no). Cuando el sueño se estaba acabando y la realidad se empezaba a entrelazar con el sueño que moría, aún sentía el sentimiento de culpa en el pecho. Finalmente había despertado y enseguida nomás me convencí de que yo no le había sido infiel a mi novia. No en este plano de la realidad, pero lo había sido.

¿Qué pensaría si se entera? ¿Qué pensará? Y yo, bajo la excusa del subconsciente, de que el sueño no es real, yo le fui infiel. Pobre, espero que no se entere, si no, no voy a saber mirarla a los ojos.

miércoles, 20 de enero de 2010

76ª Historia Asesina - “Encuesta”

¿Segundo nombre? Mi segundo nombre es Alejandro, que si bien creo que es un nombre muy quemado, me gusta. Es lo opuesto de mi primer nombre, Félix, porque justamente es bastante infrecuente. Todavía busco un Félix para decirle, ¡uh, mirá, nos llamamos igual! Bueno, mi papá se llama así, pero no cuenta porque es obvio que mi nombre lo heredé de él. De hecho él también lo heredó de un tío. Me gustaría heredárselo a mi hijo, se convertiría en una especie de tradición o legado familiar, ¿no?

¿Apodos? Mi vieja de chico me decía Puchini. Y ahora de grande, a veces se le escapa. Pero generalmente me dicen “hijo” o con cariño “bolu”. Sí, tendría que asumirlo, ya. Pero apodos, apodos… Digamos que mi nombre no da mucho lugar al apodo, aunque de todas formas se han arreglado en deformar mi nombre. Una amiga me llamaba Felu, una profesora me llamaba Fel, una ex novia me puso Fezz, que fue el más raro de todo, y mi novia de ahora me dice . Yo prefiero igual el Félix, mi nombre. De hecho, me gusta llamar a la gente por sus nombres, a menos que me la presenten bajo el seudónimo directamente. Pero si conozco a una Florencia (y conozco muchas, ¿eh?) no se me da por llamarla Flor.

¿Color de ojos? Y, marrones. Mi vieja dice que cuando era chico eran color miel. Capaz que si se me hubieran quedado así hubiera tenido más levante, porque a las minas les gustan los ojos claros. No sé por qué, ¿será porque son poco comunes esos tipos de ojos? A mi no me importa demasiado que una mujer tenga ojos claros o no… Mientras sea linda, pues…

¿Si me llevo bien con mis padres? Es un tema, pero sí, me llevo bastante bien, no es que vivo a los pelos, como veo que sucede con otras familias. Una amiga de mi hermana tiene una madre que es una forra, la obliga a cuidar a sus hermanos, no piensa mucho en su futuro y la trata bastante mal y es muy coercitiva. Y otra amiga de ella la madre la echó de la casa por salir con un chabón que no le caía muy bien. Una mierda, la verdad. Ese tipo de relación no, no, por suerte no. Mi mamá es una mina muy, no sé… Nos parecemos mucho. Y creo que por eso a veces chocamos mucho. A veces me irrito por tonterías y ella también. A veces contamos mil veces la misma historia y nos molesta que nos la contemos, aunque no es a propósito. Y a veces tenemos buenas charlas con mates edulcorados. Mi papá es un tipo muy tímido. Con él hablo de cosas más banales, fútbol, política, noticias. Compartimos la ideología política, aunque él es más kirchnerista que yo. Pero es un hombre muy inteligente y al que admiro mucho. No hablamos mucho de nuestros sentimientos, al menos él no comparte los suyos conmigo, pero yo a veces sí con él.

¿Están casados? Sí, sí, están casados, pero sólo por civil. A veces mi vieja en broma dice: “yo no me casé”. Lo que pasa es que se caso no por su propia voluntad, si no porque mis abuelos, sus padres, la obligaron porque quedó embarazada de mi a los diecinueve y está un poco resentida. Es como el chiste que dice que un nene le va a preguntar a su papá por qué se casó, y éste responde: “¡por tu culpa, pendejo de mierda!”. Yo sería ese nene.

¿Hermanos o hermanas? Tengo dos hermanas. Bueno, y un hermano que apenas vivió dos semanas. Una historia triste, sí, más para mis viejos que lo sufrieron mucho. Yo nunca lo conocí, vi fotos de él, pero nunca lo vi en persona, así que es una cosa extraña lo que pasa con él. Con mis hermanas, me llevó re bien. Soy el mayor entonces soy como la autoridad. Mentira, ellas tienen sus propias personalidades y encima son adolescentes, así que imaginate. Hay una característica particular y es que con las dos comparto gustos distintos. Romina que es la del medio, digamos, es otaku, aunque no lo tenga asumido del todo. Y con ella comparto el gusto por la animación, la historieta y la cultura japonesa, una sociedad totalmente diferente a la nuestra con sus costumbres y tradiciones propias. Con Florencia, la más chica, comparto el gusto por la música y ya hemos ido a distintos recitales juntos. Gracias a mí conoció a Catupecu Machu banda de la que ahora es totalmente fanática y de la que ama, como otros cientos de chicas, al líder de la banda, el tal Fernando Ruiz Díaz. Si bien esa es su banda predilecta, su gusto musical es muy parecido al mío, aunque mi banda preferida es Árbol.

¿Helado? Preferentemente de cono dulce, ese duro. No me gustan los otros de oblea, para mi es como comer un tacita de plástico. Para eso no comerlo, ¿verdad? Sí, pero si es comestible, no se debe desperdiciar, entonces me lo como. ¿Gustos de helado? Frutilla a la crema, invariablemente con Tramontana, a veces Banana, otras Banana Split y raras veces, Vainilla o dulce de leche granizado. Chocolate no, porque generalmente los helados de chocolate son hechos a base de chocolate amargo, que no me gusta. De hecho rechazó todo lo amargo, a excepción de los amargos que ceba mi novia que adopté por acostumbramiento, y lo agridulce. Después, dulces, salados, incluso agrios.

¿Estación del año? Invierno definitivamente. Me encanta el frío, y eso que soy muy friolento. Pero el frío es muy fácil de solucionar en general, un buen abrigo, una buena bufanda, unos guantes. Una estufa en casa, un caloventor, una salamandra o incluso el horno sirven de buenos calefactores. En cambio el verano es más insufrible. No podés andar en todos lados en bermudas y en cuero. Además me da vergüenza andar en cueros por la panzota. De noche no podés dormir. El ventilador no es suficiente y un aire acondicionado es caro y come mucha electricidad.

¿Equipo de fútbol? Independiente de Avellaneda. En realidad de chico, no sé por qué, era de Boca. Pero un día me enteré que mi papá era de Independiente, y yo quería ser como él, porque siempre lo admiré. Un día entonces dije que iba a ser Independiente y dejé de decir que era de Boca. Así llegamos al día de hoy, con un equipo que creo que es acorde a mi personalidad, no resalta demasiado, pero de vez en cuando tiene sus buenos momentos. Además me gusta el color rojo.

¿Hobbies? Tengo. Escribir por ejemplo. Me las doy de escritor, aunque actualmente tendría que dármelas de escritor frustrado, porque la inspiración no me ayuda mucho. Pero me gusta, y cuando escriba sale la parte ególatra que tengo, porque me gusta mucho escribir sobre mí mismo y mi vida, aunque ésta última sea muy aburrida. Otros hobbies tengo, como por ejemplo jugar video juegos. Me encanta, y aunque me frustró mucho cuando pierdo, esa es la diversión, porque cuando gano lo disfruto mucho más diciendo: ¡por fin pude pasar esta parte de mierda, la puta madre! Digamos que es una actividad muy linda, que pienso seguir durante muchos años, aunque esté viejo y tenga hijos.

¿Que si bailo en la ducha? ¿Qué tipo de pregunta es esa? ¡No, por supuesto que no! Pero ojo, hago otras cosas, actúo, por ejemplo. En serio, actúo las historias que se me ocurren, historias largas que por semanas dan vueltas en mi cabeza hasta que decido escribirlas o no. Actuar me ayuda a meterme en las mentes de los personajes que creo y me ayuda a llevarlos a nuevos planos o situaciones que no me había planteado antes. También lo hago cuando estoy en la cama y no me puedo dormir. Bailar, bailo a veces con algunos temas que escucho que dan un poco para bailar, tipo Corazón de Los Decadentes. Y cuando salgo a bailar, pero lo hago con más timidez, porque sé que soy de madera para bailar, en cambio solo lo sé y me libero. Creo que ahí bailo un poco mejor. Una vez me acuerdo que tomé dos o tres clases de salsa porque una chica que me gustaba iba con su novio. Qué boludo, ¿no?

¿Si me escribo la mano? Hubo una época, especialmente escolar donde me escribía en la palma de la mano un círculo con una equis. ¿Por qué? La pregunta sería mejor para qué. Para recordar cosas que tenía que hacer, decirle algo a alguien, llevar algo a algún lugar, comprar algo, lo que sea. El típico nudo en el dedo, pero de otra forma. En algún momento miraría mi mano, estaba seguro, y recordaría lo que había olvidado. Incluso a veces recordar que tenía escrita la mano ya me hacía recordar todo, sin necesidad de recurrir a la marca, aunque en realidad eso significaba que el sistema de escribirme la mano funcionaba perfectamente.

¿Si devuelvo llamadas? No. De hecho ya van siendo varios meses que no hablo con alguien por teléfono. Solía hablar mucho con mi mejor amiga, Sabrina por teléfono. Con una ex novia también. Con mi actual no porque es larga distancia, entonces uso el mensaje de texto. Así que todo el tiempo estoy devolviendo mensajes de texto.

¿Creés en el amor? Sí. Creo en el amor y en su poder “curativo” que te hace sentir mejor, te aumenta el autoestima, le da un sentido a tu vida. También tiene su lado negativo, ese que te hace sufrir por las noches, te reduce el autoestima y le quita un sentido a tu vida. Eso es lo lindo del amor, que es una mierda, que es misterioso, pero que no podemos vivir sin él. Así que creo en él y asumo su existencia.

¿Si tengo algún mal habito? Depende de lo que se llame mal habito. Creo que no, que no tengo. Digamos que me gusta comer mucho y desmedidamente cosas que son muy ricas, pero que desgraciadamente son contraproducentes para la salud a la larga. Yo no entiendo porque el mundo es tan injusto… Lo más rico es lo que siempre se debe evitar, grasas, fritos, dulces, alcohol. La vida es una mierda, o la alimentaria al menos.

¿Algún problema mental? Sí, mi cerebro es el paradigma perfecto de un problema mental. Tengo ciertas obsesiones con determinados temas, el paso del tiempo que todo lo erosiona, la muerte, principalmente. Hay ciertos momentos del día, especialmente a la noche, en la oscuridad, después de actuar, que generalmente que me duerme y entre dormido se me da por imaginar cómo será la sensación de morir, y después recuerdo que todos somos mortales, que moriré yo, que morirá la gente que amo y que la Tierra algún día desaparecerá y entonces no quedará quizás rastro alguno de nuestra existencia. No sé si es un problema mental, pero cuando me agarra esa angustia metafísica me despierto súbitamente como si hubiera tenido una pesadilla. Entonces me siento en la cama jadeando muy fuertemente, como si esa fuera la confirmación de que aún estoy vivo.

¿Si me quebré algún hueso? No. A veces me agarra el morbo de saber qué se sentiría tener un hueso quebrado. Tengo muchos amigos que sufrieron esos tipos de accidentes y estuvieron varios días en cama y sin movilidad. En realidad creo que sería por el gran período de licencia que te dan cuando te pasa eso.

¿Si me esguincé? Qué cuestionario bizarro es este, pero creo que no. Me doblé un pie y me quedó hinchado por unos días y estuve rengueando unos días antes de dar mi examen de Inglés, justo cuando aprobé Economía y terminé el CBC. Estaba tan contento cruzando la calle y mandando mensajes que creo que ahí sucedió todo.

¿Me dieron puntos? Sí, una vez en juego, hice no sé qué objetivo y me dieron muchos puntos. Ah, no sé por qué doy estas respuestas tan taradas, ¿no? Bueno, es que jamás me dieron puntos. Me tendrían que haber operado hace más de un año de la vesícula, y ahí si tendría una respuesta afirmativa. Pero no tuve la operación y como nunca me quebré un hueso ni nada así no tuve puntos.

¿Si tomé calmantes? Ah, esto va para el lado médico, ¿no? Pues, no, no tomé calmantes jamás. Por suerte aún puedo dormir acostándome y cerrando los ojos. ¡Y cómo duermo! A veces parece que me tomé varias cajas de Valium por cómo duermo, pero no, es todo natural. Dormir es un calmante natural, de hecho cuando algo me molesta mucho, estoy deprimido o algo así, duermo, de alguna manera eso me tranquiliza y me seda.

¿Si me picó una abeja? Mirá, no, pero me picaron mosquitos y hormigas. Es triste el destino de las abejas, ¿no? ¿Vos sabías que si te pica, la abeja muere? Porque todos sus órganos como que están pegados al aguijón. Cuando te clava el aguijón, y lo deja clavado, muere. Obviamente que lo hace para defenderse, sacrifica su vida por el panal, sus crias y la abeja reina que está ahí echada. Y qué coincidencia que las llamen obreras a las que defienden el panal… Entendés, ¿no? Obreros, reinas, muerte, sacrificio, trabajo…

¿Si he puteado delante de mis progenitores? Ah, sí, todo el tiempo. Soy un gran puteador y me encanta insultar bastante… ¿Eso influye en algo? Mirá, o sea, puteo pero me sé contener. Cuando no hay que putear, no puteo, o sea, ¿me escuchaste putear acá en algún momento? No, por eso te digo. Pero sí, la respuesta es sí, puteé frente a mis padres.

¿Me amonestaron en el colegio? No, no llegué a la amonestación, pero sí me han cagado a pedos. Una vez estábamos en la clase de historia, hablando sobre Belgrano y sus proezas. Nos habían encargado una actividad y empezamos a discutir sobre si Belgrano había ganado o no la batalla de Tacuarí Mi amigo decía que sí, pero yo le insistía con que no, pero él no cedía a su posición. Entonces, en una escena digna del Chavo del Ocho, todos se callaron y yo le grité: “lo que pasa es que vos no sabés una mierda”. El profesor, un tipo recio, grande, muy serio y sobretodo muy estricto me miró y me dijo: “te vas afuera”. Era invierno, no llevé la campera, me quedé en la puerta hasta que llegó el recreo. Nunca más me olvido.

¿La última película que vi? Virgen a los 40. No soy una persona de mirar muchas películas, es un ejercicio que me cuesta llevar a cabo. Hay personas que viven alquilando, comprando películas, se conocen a los actores, sus nombres, donde trabajaron. Pero yo no, jamás miro una película, y menos solo. En fin, la última que vi fue esa, Virgen a los 40 y llegué a la conclusión de que nuestra sociedad sobrevalora demasiado el sexo, como algo demasiado preciado. El tipo estaba traumado porque nunca había tenido sexo y ni siquiera se masturbaba. Y la película consistía en hacer que el tipo tenga sexo, porque es lo mejor del mundo. No digo que no me guste practicarlo, pero también me gusta comer, jugar videojuegos, escribir, ver fútbol, tomar helado, ver anime con mi hermana y escuchar música con la otra. O sea, no es lo esencial tampoco el sexo, no es algo vital. Bueno a menos que hablemos de dónde venimos, ¿no? Ahí sí es vital.

¿Con quién me mensajeé últimamente? Con mi novia. Todo el tiempo vivo pegado a ese aparatito, esperando que suene para acusarme que recibí un mensaje de ella respondiendo a la probable cursilería que le escribí. Es que ella vive lejos, la veo una vez por mes, con suerte. Es difícil tener una relación así, pero tengo que tenerla, no voy a encontrar una mujer como mi novia jamás en la vida. Sí, es cierto, eso es totalmente subjetivo, pero la verdad es que también las mujeres que se sienten atraídas por mí no abundan, entonces la tengo que cuidar mucho.

¿A quién abracé últimamente? A una vieja amiga, a quién siempre abrazo cuando nos vemos. O me abraza ella, quién sabe. Nos vemos esporádicamente entonces es una actitud de “tanto tiempo que no nos vemos”. Aunque cuando nos veíamos seguido también la abrazaba. En realidad me gusta abrazar a la gente, a veces abrazaba a un viejo amigo que tenía también, y él decía que yo daba buenos abrazos. Suena re puto, pero lo re quería a ese amigo mío, que resulta que era novio de esa mejor amiga.

¿Última persona con quien me peleé? Con mi hermana. ¿Cuál de las dos? No importa, así como nos llevamos bien, nos llevamos mal, como todos los hermanos. Me gusta molestarlas, hacerles bromas, burlarme de ellas. A veces están de humor para ello, lo cual es divertido, a veces no están de humor, lo cual es más divertido, pero también me hace sentir como un idiota que jamás va a madurar. O sea, soy el mayor, tengo 20 años. Sin embargo creo que me lo hacen a propósito para que me sienta un idiota.

 ¿Última persona con quien hablé por MSN? Darío, un amigo. Es amigo de mi novia, pero cuando hablaba con él todavía no era novio de mi novia, éramos solos amigos, así que digamos que la relación comenzó porque era el amigo de mi amiga. Hay un poco de cortesía, un poco de formalidad y respeto en esas relaciones justamente por eso razón, es amigo de una amigo y uno trata de llevarse bien. Sin embargo, luego de un tiempo me empecé a llevar bien con él como un amigo y no porque fuera el “amigo de”; fue porque el tipo me cayó bien.

¿Última cosa que toqué? La tecla “?”. Y ahora la tecla de la comilla. Y ahora la letra A. Y ahora el punto, digamos. En realidad ahí me equivoqué y después de lo de la tecla “?” tendría que haber dicho el punto. Entonces podría decir sin temor a equivocarme que lo último que toqué fue la tecla del punto.

¿La última pregunta? ¿Que cuál fue la última cosa que comí? Una bombita de papa. Son como un híbrido entre ñoqui y empanada. Me gustan ambos, pero la bombita de papa a veces puede ser una bombita para el hígado o para mi vesícula, esa que tenía que ser operada. Sin embargo son ricas, sin lugar a dudas, y antes eran una comida infrecuente, ahora no tanto, supongo que será porque la picada está relativamente barata y las papas y la harina también. Aunque yo preferiría unas empanadas y al horno que salen más sequitas. O fritas con grasa como hace mi suegra.

¿Ya está? ¿Terminó? ¿Seguro? Bueno, cualquier cosa me llamás, ¿eh? Te respondo cualquier cosa… Sé que me voy un poco de tema, pero, te contesto todo, ¿eh?

Creative Commons License
Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.