domingo, 15 de agosto de 2010

80º Historia Asesina - “Lámparas”

Se me cayó la lámpara otra vez. La reputa madre que lo parió. Es el sexto o séptimo foco del año y vamos por agosto recién. Quería acomodar algo en el cajón de la mesa de luz, y sin querer se me enganchó el pie, y al mover, de un tirón la lámpara y el foco cayeron contra el piso. Tengo una maldición con esta lámpara. Supongo que es porque no tiene pantalla, aunque no creo que eso cambie en algo el panorama. Ayudaría, quizás, a que la lámpara sobreviva a las caídas que yo o los gatos hacen que sufra, pero invariablemente el foco terminaría roto. La única manera de que el foco no se rompa es que no tire la lámpara, pero la única manera de que no tire la lámpara es que no tenga foco, porque de esa forma la lámpara es ignorada, porque no sirve para nada, está ahí, con su cable desconectado, casi siempre estorbando cuando hay que barrer la habitación o acomodar algo. De hecho, la lámpara sin foco estorba sobre la mesita de luz, y hasta este mismo mueble estorba, porque sirve para apoyar la lectura nocturna, que también se convierte en inútil porque sin lámpara no hay lectura nocturna, porque cuando termino de leer quiero cerrar el libro, apoyarlo sobre la mesa de luz (que justamente se llama de luz por tener una lámpara que da luz, sin lámpara, no es mesa de luz, es un mueble que no cumple su utilidad), y dormirme, apagando la lámpara, buscando a ciegas el interruptor porque cierro los ojos antes para ir acostumbrándome a la oscuridad. Una vez que encuentro el botón, el clic me da la pauta de que la habitación está a oscuras y de que me puedo dormir, porque dormir con la luz prendida es inaceptable a mi edad.

Ya sé también que un foco vale dos pesos y no me costaría nada comprar uno nuevo, pero lamentablemente, lo romperé instantáneamente. El problema es el foco, que no quiere estar ahí, que se suicida o provoca que lo asesinen yo o los gatos. Pobres gatos, las veces que me rompieron un foco les pegué en un acto malvado de furia. Ellos tienen la culpa, de todas formas, por andar subiéndose por ahí, donde no deben. Pero creo que la lámpara los llama a ellos para que la rompan.

¿Por qué las lámparas bregan por su muerte? No lo sé. Querrán morir porque sí, porque no soportan dar la luz, porque no soportan su vida sólo nocturna, dormidas en el día haciendo nada, mirando, la nada, paradas ahí. Tendrán cuestionamientos metafísicos sobre su existencia, el por qué de su vida, el sentido de estar ahí todo el tiempo paradas para sólo ser útiles unas pocas horas al día. No lo resistirán y se suicidarán.

A veces, cuando cierro mi libro, cuando cierro mis ojos y busco el interruptor, seguramente en ese momento, las lámparas me miran y me traspasan sus inquietudes. En ciertos momentos de la noche, en la más pura y eterna oscuridad me vienen a mí cuestionamientos sobre mi propia vida y mi propia muerte, mi propio ser y existencia. Ellas me miran y me lo dicen al oído y no me doy cuenta y me preocupo por cosas que no tienen respuestas.

Sólo espero que no me caiga y me mate como una lámpara… Aunque nunca se sabe de esas cosas.

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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.