sábado, 16 de junio de 2007

14ª Historia Asesina - "El Fantasma del Puente"

Este historia choreada es de una persona muy querida por mí. Fue mi profesor de Derecho y de Computación, este año lo es de Economía. Un hombre muy correcto e inteligente, excelente docente y aún mejor escritor. Ha escrito creo que cinco o seis libros. Yo sólo tengo uno, "Cuentos, como la gente" que me encanta. En la dedicatoria me puso:

Félix:
De un escritor a otro gran
escritor, esperando que
alguna vez me firmes un
ejemplar tuyo.
Gracias
Mariano

Esas son las cosas que a uno lo hacen querer seguir. Ojalá pueda ser tan buen escritor como el algún día. Los dejo con la 14ª...

"El Fantasma del Puente" por Mariano Ritterstein

"...Y ahora estoy tirado
y nadie se acuerda de mí,
paso a través de la gente
como el fantasma de Canterville..."
Charly García

Dicen por ahí que las ciudades antiguas están llenas, casi saturadas, de mitos, de entes fantásticos, objetos ilusorios, seres novelescos escapados de obras seudointelectuales de jóvenes autores con demasiada imaginación.
Tambíén suelen contar por ahí, entre los recónditos callejones del horizonte, que las personas que habitan en los campos suburbiales a estas grandes y viejas orbes, piensan que los ciudadanos toman para sí estos mitos hasta hacerlos propios, humanos, creíbles y hasta palpables.
Pero sólo dicen por ahí.

Uno, insertado en pleno siglo XX o XXI, inmerso entre diminutas y flexibles computadoras personales, veloces faxes y agudísimos microtelevisores, no puede andar creyendo en brujas y cosas por el estilo. Por favor...
Hoy en día ya ni los más pequeños niños creen en los Reyes Magos y menos aún en sus tres camellos de caminar cansado.
Ya ni el perro más feroz piensa que su más temible enemigo es el gato, y menos que su mejor amigo es el hombre.
Ya ni las personas creen en las personas...
Pero también dicen por ahí que el fantasma del puente de la estación de trenes de Temperley existe.
Comentan que su aspecto es meramente desagradable. Sostienen los entendidos que al verlo fijo se provoca el mayor y terrible terruño posible. Algunos de los parapsicólogos más afamados, como Fábilo Serpis y Andrés Minungel, afirman con vehemencia que este ente tiene como cinco mil años de apariciones con vida. Varias revistas sensacionalistas escriben amarillas páginas sobre él, argumentando que los sustos fuertes y los sobresaltos cardíacos son su más preciada especialidad.
La gente del pueblo vocífera que su imágen es ruin, llena de vestiduras rasgadas como harapos que posee las mejores suciedades del mercado y hasta algunos animados se atreven a proferir a viva voz, aunque algo espantados, que las ratas conforman sus extremidades superiores.
Otras malas lenguas dicen que el fantasma del puente tiene al mejor de los aliados. Un aliado fiel, inclaudicable: la peste que hoy la llaman enfermedad.
Sin embargo, las versiones más sabrosas, desde el punto de vista literario, las escuché en una tarde de frío en un bar de la Avenida Meeks.
Había humo en el bar y olor a comida también. En una mesa que daba a la vidriera lateral, en diagonal a la ventana principal, cuatro regordetas señoras dialogaban muy acaloradas, discutían, sorbían chocolate muy caliente, charlaban, comían y deglutían churros rellenos con dulce de leche y volvían a dialogar.
Entre las migas excrementales y los tazones vacíos, como sus corpiños en el cuerpo de una delgada modelo de revistas, sostenían con demasiado ímpetu arrollador que el fantasma de la estación tendría una sábana blancuzca sobre su cuerpo, con dos agujeritos que le facilitaría la vista a sus negros ojos endemoniados.
Pero, reiterando conceptos ya vertidos, entre automóviles de variados colores que parecen aviones superveloces, aviones que parecen ágiles aguilas ágiles, hermosas niñas que parecen endiosadas mujeres, y hombres apurados y cansados que parecen rutinarias pero fieles máquinas, uno no puede creer en la existencia de brujas, ni de fantasma ni de Superman. Por dios...
Un día nublado de este siglo me levanté con la pata cambiada. No encontraba el color de zapatos justo para un día gris, aunque en realidad sólo tenía dos pares entre los cuales elegir: uno de ellos era negro. El otro par también. Y a marea cambiada, decidí que ese día iba a ser especial: Debía ser inocente para la concepción "veintisiglera" de la inocencia y me empeciné que este día nuboso era un día ideal para creer.
Volver a creer en viejas brujas, en los fantasmas y en la gente.
Volver a creer entre basura reciclable en libros, economías de hombres antihumanas, magníficas olimpíadas en honor a la televisión.
Una vez escuché por ahí un dicho popular que parafraseaba algo así como: "ojos que no ven, corazón que no siente". Mis zapatos negros y yo querían sentir sin ver, tener corazones sin ojos, pero el orgullo debía probarle a la gente y a mí que el fantasma del puente de la Estación de Temperley, allá en el sur de la provincia de Buenos Aires, existía. Y si no lo lograba, juré vivir tranquilamente en este tiempo y no volver a cometer otra vez ese grave pecado. El octavo pecado capital de creer.
Quería demostrar que era de carne y hueso. O no (Vaya uno a saber de qué están hechos los fantasmas).
Y resuelto a combatir este centenar de años de incredulidad, teléfonos celulares miniaturas y amor por video, fui a buscar a mi fantasma.
Una de estas mañanas me vestí con todo lo que tenía y pese al gélido viento de allá abajo, busqué por la matina y nada hallé, más que un gélido viento sur.
Y rebusqué por la tarde de ese mismo día y no encontré rastro alguno, más que la tierra sedimentaria expulsada por la mañana por un gélido viento sureño.
A la noche el gélido viento austral me golpeaba latigazos potentes en la boca y movía las escasas lamparitas que brindaban la también escasa luminosidad a la alta pasarela. La luz iba y venía. Tres escalones con luz, otros tres peldaños sin ella. Tres con significado, tres con misterio. Oía el viento y no lo veía. Pisaba la escalera y casi no la podía ver. En mí, sabía que el fantasma existía, pero éste no aparecía.
La tenacidad es el arma de quien busca la verdad y a toda costa, con o sin moros, debía probar la existencia del fantasma, que debía coexistir entre relojes acústicos, armas ejemplificadoras y blancas aspirinas Todo-lo-cura.
Y seguí buscando en los confines de la noche y lo encontré.
Al subir veinte o tal vez treinta escalones del puente de la estación, en un parate sin personas, un grito y una aparición me sobresaltaron.
Era tal como lo contaban todas las leyendas. Difícil separar unas de otras al presenciar tal imagen.
Si no me equivoco, y perdonen estimados lectores mi dificultad para narrarlo, su aspecto era desagradable, su vestimenta era una sábana en forma de harapos hecha de suciedad y estaba abruptamente encorvado, como si le pesase la espalda, como gordo que quiere verse los pies.
Pero indudablemente lo que más me sorprendió fue el hecho de que el "fantasma" me hablara:
-No tendría una monedita, por favor.
-...
-Una monedita señor, por el amor de Dios...

Y acerté, nomás.
En el siglo XX, casi XXI, entre casas lujosas de plata, shopping centers y revistas de farándula y alta costura, el fantasma pobreza existe.
Pero parece que en este maldito siglo, ya nadie se interesa por los fantasmas...

1994 - 95

6 ya han matado el tiempo:

just me dijo...

mmm...muy buen cuento...me sorprendió el final. Lei tambien el de "Fito" tambien me sorprendió no esperaba que hablara de un gatito..jeje.
Vi que me pusiste en tu listado de blogs para matar el tiempo....ah! me emocionó eso! que bueno que te guste....me sorprende. Gracias!
Besos
Yo Misma

Anónimo dijo...

SINCERAMENTE... NO ME GUSTO NI UN POCO... QUIZAS DEBERIA LEERLO UN DIA CON LAS CARACTERISTICAS CLIMATICAS QUE SE DESCRIBEN.
DE TODAS MANERAS CUMPLIO SU FUNCION, UNA VEZ MAS A DEJADO CADAVERES DE MINUTOS DISUELTOS SOBRE SOBRE MI HABITACION. SALUDOS
pAUL

Félix dijo...

*Yo Misma: No se emocione tanto que voy a tener menos lectores si le pasa algo. Qué bueno que le haya gustado mi cuento y el de mi profe.

*Paul: ¿No te gustó? Mmm... A mí me encanta, pero está bien, no se mortifique... Es más me gusta que me digan que algo no gusto. Aunque repito que disiento con usted...

Vanyz dijo...

Que mala onda ese Paul...

Gustó!!
Y mucho, y usted sabe q cuando no me gusta lo digo.
Bs.

Ellioth dijo...

(Un aplauso para el narrador)

Me chocó el final.... Es verdad... Yo mismo me sobresalto cuando aparece una persona con toda la pinta de gente de la calle a pedirme una moneda (A pesar de llevarle el morfi al linyera de abajo de la autopista cerca de mi casa). De topdas formas, con la cantidad de asaltos que hay todos los dias es normal sobresaltarse, pero... pasar por al lado de un pibe aspirando poxirran de una bolsa en el parque y que no se mueva un pelo, o peor, mandarse algún comentario burlon...

Ah, y los fantasmas, según creo, están hechos de plasma. (exacto, plasma. Averigüe, si quiere)

se cuida don

Anónimo dijo...

Me encanto la historia de tu profesor, hace rato q queria escrivir algo asi pero no me llegaban las ideas, en finme gusto mucho. Es la primera vez q entro a este blog, y en verdad me llama la atencion, espero volver a entrar. Voy a seguir leyendo todo lo q hay en el, despues dire si me gusto el blog. Llegue a el (ya q estamos cuento todo) buscando lecturas en internet para inspirarme a escrivir, y la verdad q esa historia si me inspiro. Ahora, me quede con una duda, Felix, eres d Claypole? me llamo mucho la atencion eso, yo si lo soy (y si, tengo desestimadas a las personas d claypole)

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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.