martes, 21 de abril de 2009

56ª Historia Asesina - “Tetris (o una invitación a la alienación)”

Cuando empecé a escribir esta nota, nunca pensé que un videojuego fuera la gran cosa. Supongo porque nunca me atrajeron lo suficiente o porque era muy malo y siempre perdía. Me resultaba imposible creer que un juego pueda mantener en vilo a una persona por conseguir algún objetivo.

Pero me equivoqué. Resulta que una tarde, Martín Marcelo Juárez un joven de 17 años de Santiago, Chile, estaba esperando que a su hermana la atendiera la dentista, se encontró aburrido. Las revistas viejas que no contaban nada nuevo ni interesante ya las había hojeado dos o tres veces. Les habían arrancado los chistes y alguna que otra receta de cocina. La televisión, a pesar de tener señal de cable, tenía sintonizado el peor canal, con la peor programación. Y la espera daba para media hora más.

Totalmente aburrido, sacó de su bolsillo su celular. Empezó a navegar las opciones, y se detuvo en los juegos. Recordó que hace un tiempo, había instalado el Tetris, el famoso juego ruso que algunos acusaban que era un arma de Unión Soviética para estupidizar al mundo. Algo de razón tenían, él se quedó estupefacto viendo caer piezas de colores, acomodando, rotando para crear las preciadas líneas. A medida que pasaba el tiempo la velocidad y la dificultad aumentaban. La cosa se ponía irritante y dura.

Empezó a luchar con los botones, y las piezas caían como miles de gotas de lluvia, pero coloreadas y pixelizadas. El contador de puntos y de líneas incrementaba el número a medida que tiempo transcurría. El tiempo se le había volado, ya había llegado a tener 109.232 puntos y 462 líneas. En cuando llegó a ese número, su hermana ya había salido del consultorio y ya estaban volviendo a casa.

Decidió dejar el juego en pausa y retomar el juego en el colectivo. Su hermana le contó cosas que le decía sobre el dentista, pero no le prestó atención. Ya iba 154.390 puntos y 653 líneas cuando bajaron del colectivo.

Sin embargo, esta vez no decidió para el juego, sino que ir caminando y jugar las dos cuadras de camino a casa. “Abrí la puerta vos”, le dijo a su hermana dándole las llaves de la misma.

Su madre había terminado de preparar el almuerzo y todos se sentaron a comer. Él, totalmente alienado, seguía dejando caer fichas de colores que desaparecían y volvían a desaparecer.

“¿Podés dejar eso?”, le dijo su madre totalmente indignada por la poca atención que le daba a la comida. “Ahí va… Pará un cachito”, respondió sin demasiado énfasis en la réplica.

Comió sólo la hamburguesa y apenas tocó el puré de papas que hacía de guarnición. Sin decir provecho se paró de la mesa y se fue al baño, desde donde se podía ir el sonido del constante tecleo que daba a los botones del celular. Ya iba 233.359 puntos y 987 líneas. Nunca pensó que iba a llegar tan lejos y tenía que aprovechar la racha. Si cortaba en ese momento, nunca más iba a superar ese puntaje.

Esa tarde, se la pasó en su pieza, sentado en un rincón, ignorando toda presencia humana que pasara por delante suyo. No durmió durante toda la noche, logrando la marca de 698.422 puntos y 2954 líneas. Estaba en un trance de piezas cayendo a toda velocidad, sus ojos moviéndose a velocidades increíble y sus reflejos totalmente concentrados cual gato preparado para cazar a su presa.

Días y noches mantuvieron a ese pobre ser humano en vilo. Había conectado el celular a la corriente para que la fuente de energía no se le acabara nunca y si la luz llegara a cortarse, la batería estaría siempre llena. Nadie le mandaba mensajes o lo llamaba, porque sabía que no contestaría de todas formas.

Ese simple juego que había empezado una tarde como cualquier otra terminó siendo su perdición. Los rusos finalmente habían anulado su mente, su capacidad de comunicarse, sus necesidades. Sólo comía y bebía cuando era estrictamente necesario. No dormía nunca y hacía años que no tomaba un baño.

La pequeña pantalla del celular ya tenía espacio para mostrar las 164.789 líneas que había hecho y mucho menos los 36.587.835 puntos que había hecho. Muchos especialistas ya analizaban este comportamiento al que habían definido como el “Síndrome del puntaje compulsivo maníaco”. Dijeron que cesaría cuando el contador se resetee de 999.999 a 0, en una especie de efecto Y2K. Teoría que fue refutada cuando los desarrolladores del malicioso videojuego dijeron que el límite del juego era de 999.999.999.999 puntos hasta que el juego se restablezca a cero nuevamente.

A pesar de que avanzaba increíblemente le tomó diecisiete años llegar a 9.999.999 líneas y 2.364.328.767 puntos. Así que parecía que tardaría muchos años en llegar al “final” del juego. De más está decir que hace tiempo había dejado en ridículo a Sthephen Krogman quien había logrado una puntuación de 1.648.905 en el Tetris en el año 1999. El chileno Juárez había sobrepasado todos los récords de la historia de la humanidad.

Por supuesto que colegas antes que yo decidieron cubrir el tema. Cundió el pánico por todas partes de Chile y de Latinoamérica al saberse la noticia. Ligas de padres asustados porque sus hijos pudieran caer bajo el efecto hipnótico del terrible juego ruso salieron a pedir que se prohibiera el juego. No obstante, esto lo único que logró fue que aumentaran las ventas del popular juego en todo el mundo. Y también muchos quisieron sobrepasar su récord, pero nadie tuvo ese estoicismo que tuvo Martín al jugar más de la mitad de su vida a ese juego.

Es el día de hoy al cual Martín Juárez está todavía jugando. Ya pasó los 469.217.117.513 puntos y tiene hoy 37 años. Está encerrado en una clínica de saludo mental, siendo seguido todos los días por médicos, fanáticos y periodistas como yo. Todavía falta mucho para los novecientos mil novecientos noventa y nueve millones de puntos. Y quién sabe qué pasará el día que eso llegue. O quién sabe si llegara hasta ese entonces. O si pierde antes por una pieza mal colocada. Será cuestión de esperar.

Francisco Martínez, para el periódico Trompeta de Argentina

2 ya han matado el tiempo:

Anto dijo...

amo el tetris!!...

pd:espero q algun día puedas encontrar la calle...:)

Sludetes..

Félix dijo...

Aguante el Tetris. Y espero yo también encontrar esa bendita calle, ja.

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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.