viernes, 19 de marzo de 2010

77ª Historia Asesina - “Rubia”

Le fui infiel. Pobre, ahora no sé cómo mirarla a los ojos, sin sentir ningún remordimiento, sin sentir como mi propio corazón delator me delata, como ella con su sonrisa diaria ignora totalmente lo que yo he hecho. No quiero ni pensar qué pasará cuando se entere, cuánto me denigraran sus amigos, su familia, mi familia, sus amigos, mis amigos, todo el mundo me mirará, me verá como un imbécil y seguro tendrán razón, y yo no sabré que hacer.

Todo empezó en el cumpleaños de mi mamá. Todavía no sé cómo ella llegó, allí, de la mano de quien, de la compañía de quién, de quién era amigo o enemigo o pariente o acompañante. No lo sé. Sólo sé que hicimos contacto visual y ella no me quitaba la vista. Era rubia, vestida toda de blanco, la remera, la pollera, toda de blanco. Y rubia, y pálida y ojos grandes y celestes como el cielo diría si tuviera que usar una metáfora, porque no conozco la escala cromática con precisión. Pero era rubia, y me miró, pero no como uno mira a cualquier persona en una fiesta. Yo estaba ahí, y ella me miraba y yo me tenía que ir a bañar, porque estaba ahí, pero todavía no me había bañado como tendría que haber sido. La rubia, la de los ojos celestes, de blanco, esa rubia, me miraba, mucho, ¿pero por qué rubia?  Mi novia es morocha, y yo muero por las morochas, me encantan las morochas, las prefiero por sobre rubias, coloradas o teñidas. Mi novia es morocha, pero esta chica era rubia y yo le llamaba la atención no sé por qué. Cuando me di cuenta ya éramos confidentes muy íntimos, así, instantáneamente. Yo le agradaba, tenía algo que a ella le gustaba, y yo tenía esa sensación agradable y contradictoria de que a uno lo quieren, aunque desgraciadamente no pueda retribuir a esa persona (y sigue siendo agradable por más que después tenga que romper el corazón de la otra persona), porque ya hay otra a la que retribuimos y el amor sólo se debe retribuir a una sola persona porque lo dice una convención social, una convención legal y hasta una convención religiosa.

No sé cómo se llamaba la rubia, pero sin embargo ya me hablaba, y le hablaba y se reía, y yo me reía y ella hablaba. No sé de qué hablábamos, pero lo disfrutábamos, ¿y dónde estaba mi novia? No lo sabía y yo todavía me tenía que ir a bañar, pero esto me había distraído mucho. Le dije a la rubia, que me tenía que ir a bañar, que me espere un rato. Para esto, estábamos afuera de la casa donde se llevaba a cabo la fiesta. Tenía que volver a entrar y subir al primer piso (¿desde cuándo mi casa tenía dos pisos?) a bañarme y cambiarme. Así lo hice, pensando en la rubia, en que era muy linda, aunque no me gustaran tanto las rubias. Un pelo castaño podía hacer, pero ¿rubia? Pero era linda, tenía buen cuerpo también, sí, me había fijado en eso, y sí también eso. Pero yo tenía novia, ¿y dónde carajo se había metido?

Después de bañarme bajé y la rubia me estaba esperando y me abrazó cuando me vio. Yo no sabía qué hacer, a pesar de que la podía abrazar, porque abrazar no es como besar, aún no hay infidelidad, un abrazo es un abrazo, se toca más superficie del cuerpo de la otra persona con un abrazo, y sin embargo un beso, en donde sólo se toca parte de los labios (ni siquiera todos los labios) o las mejillas, en ese acto donde hay menos toque de superficie sí hay infidelidad. Un beso en la boca del otro era otra cosa muy distinta.

Me solté y tenía que hacer, algo, no sé qué, cuestión que cuando voy a la cocina, la rubia me mira desde la puerta, en la cocina estamos solos, nadie nos ve, excepto yo que por momentos veo las cosas en tercera persona. Veo mi cara que ve la cara de la rubia que mira mi cara y que se acerca a mí. Me vuelve a abrazar pero con más pasión, con más fuerza y entonces me besa y la beso. Así, de una, sin dudarlo.

¿Por qué sin dudarlo? Porque ya para la parte de la cocina, cuando noté que no recordaba todos los actos que hacía me di cuenta de que todo eso no era real. Una rubia, que apenas conocí quería besarme, y yo la besé sin dudarlo, porque si la besaba en realidad no besaba a nadie, porque la rubia no tenía nombre, ni documento, ni corazón, ni pulmones, ella era una imagen de mi subconsciente que no podía identificar, y a quien estaba besando pero no estaba besando, y encima por eso había olvidado que era el cumpleaños de mi madre (¿en marzo?).

La besé y mientras la rubia me abrazaba más pensé en un momento, ¿y si esto es la realidad y en realidad si estoy besando a una rubia que acabo de conocer? Si eso fuera cierto entonces estaba en problemas, graves si se enteraba mi novia. Pero, ¿era o no real? Era verosímil el relato onírico, pero no. Nunca había sido tan seductor con las mujeres, ni tampoco había conocido una mujer lo suficientemente desquiciada quien la primera vez que me ve piensa que soy atractivo (y mi novia, tiene cierta locura, pero no pensó que yo era atractivo la primera vez, habrá sido la cuarta o la quinta, pero yo deliberadamente intenté seducirla. ¿Y si en realidad no tenía novia?).

El beso fue largo y para eso había reconocido que en realidad estaba durmiendo quizás, entonces me dejé llevar. Cuando me di cuenta, estaba haciendo el amor con la rubia, que sí tenía buen cuerpo y que estaba debajo mío pero no pude descifrar su expresión porque no le veía la cara, aunque sabía que tenía labios y nariz y ojos celestes. No la conocía, no era un fantasía con alguien que yo conocía, era una rubia que no conocía. El sexo fue fugaz, porque ya me estaba dando cuenta de que el sueño estaba llegando a una conclusión, y sin embargo, a pesar de que estaba en un sueño y era consciente de eso, y de que había besado a una mujer de mi mente, creada por impulsos químicos y eléctricos de mi cerebro, empecé a sentir culpa, porque no sólo la había besado, sino que también había hecho el amor con la rubia y yo no me había negado en ningún momento. Jamás pensé en mi novia en ningún momento, porque claro, es mi subconsciente y ella no tenía por qué enterarse de que en mi subconsciente, en esa cocina, en esa casa, en esa pieza, estábamos solos y nadie nos vio, excepto yo que lo viví y ella, que supongo que lo vivió también (o no). Cuando el sueño se estaba acabando y la realidad se empezaba a entrelazar con el sueño que moría, aún sentía el sentimiento de culpa en el pecho. Finalmente había despertado y enseguida nomás me convencí de que yo no le había sido infiel a mi novia. No en este plano de la realidad, pero lo había sido.

¿Qué pensaría si se entera? ¿Qué pensará? Y yo, bajo la excusa del subconsciente, de que el sueño no es real, yo le fui infiel. Pobre, espero que no se entere, si no, no voy a saber mirarla a los ojos.

2 ya han matado el tiempo:

Errata y errata dijo...

No te preocupes que seguro tu novia ya ha soñado con Brad Pitt más de una vez, o con George Cloney o contigo en versión rubio que me atrevo a decir que no sos y quizás me equivoque. Me gustó mucho como está escrito tu cuento onírico.

Anónimo dijo...

¿Y los ojos... eran conocidos???

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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.