jueves, 3 de febrero de 2011

83ª Historia Asesina - “Bajo el andén”

Cuando me siento en la estación a esperar el tren (que es cuando consigo un asiento libre en la estación, lo cual en realidad no pasa muy seguido), me siento a leer algo que tenga a mano, siempre llevo algo, si no es un libro, es algún apunte de la facultad, porque siempre hay algo que estudiar.

Pero la mayoría de las veces me pongo cerca del borde del andén, para subir rápido al tren (y más cuando es hora pico, donde siempre es mejor subir antes que todo el montón que sube detrás tuyo y que queda todo apretujado contra la puerta que después de cinco o seis intentos, cierra). Cuando estoy cerca del borde del andén (pero atrás de la línea amarilla, como se advierte) miro las vías, veo los durmientes, veo las rocas, veo debajo del andén del frente esa parte oscura, ese hueco entre el piso y el piso del andén, donde a veces veo gatos (y mi papá cuando era chico me decía que había ratas y que los gatos las cazaban) y a veces sólo basura. Hueco que no está en todas las estaciones, pero en la estación en donde yo tomo el tren sí está.

Sin embargo, el momento en que estar frente al andén se convierte en una mezcla de miedo, incertidumbre y confusión, es cuando viene el tren. Mirando la vía, veo cómo el tren va tapando la vía, y las piedras y los durmientes y aplasta la basura que a veces está en la zona de vías. Me da miedo, porque estoy adelante y mucha gente está detrás mío que empieza a acumularse cerca de las puertas. Me da terror la idea de que alguien me empuje y que el tren me pase por encima. Me da más terror cuando mi tren no viene, pero viene el del frente y puedo ver todos los dispositivos que tienen las ruedas, algunas cajas que hacen chispas. Imagino que caer ahí debajo es una muerte segura, e imagino mi muerte ahí debajo, imagino la muerte de un yo que fue empujado, o peor, un yo que se arrojó voluntariamente.

Me da terror la idea de tirarme a mí mismo a las vías. Me aterra la idea de que alguien me tire, pero sería la voluntad de alguien más, la voluntad de otro que quiso que yo muriese debajo del ferrocarril. Pero me aterra aún más la idea de que la voluntad no sea ajena, que la voluntad sea mía, que el que desprecie la vida sea yo mismo, que yo desprecie mi propia vida.

De todas formas, soy un cobarde y hay que tener muchas agallas para querer asesinarse a uno mismo. Creo que hay que tener la sangre fría para matar a alguien más, o estar muy desquiciada, pero hay que tener menos que para matarse a uno mismo, porque en el primer caso, el que pierde la vida es un tercero. Pero cuando uno se mata a uno mismo, cuando se tira debajo de la vía, entonces hay que tener más agallas. Porque no es apoyar en la sien y tirar del gatillo y se acabo. Es esperar el tren adecuado, a la hora adecuada que uno crea que sea para hacerlo. Es luego escuchar la bocina a lo lejos, es escuchar el aviso de que llega la hora. Con el revólver no hay señal alguna, hay preparación, pero se carece de señal. En cambio con el tren, el tren te avisa, la señal de barrera de avisa, el pito del guarda te avisa, y tomás coraje y te tirás o cobardemente te quedás arriba del tren.

La chica esta no fue cobarde. Frente a mis ojos saltó en el momento preciso, con una precisión de clavadista olímpico diría yo. Y recreó todo lo que había imaginado, aunque enseguida saqué la vista porque no lo pude resistir. La chica se inmoló, se inmoló a sí misma, fue su propia asesina. Aunque en realidad no sé si fue así, no sé qué pasó después, porque no pude resistirlo, y me di media vuelta y no tomé el tren, no tomé nada, porque automáticamente además se suspendió todo.

Fue un espectáculo desagradable, pero de suma valentía. La gente en las boleterías insultaba al enterarse del hecho y de que llegarían tarde al trabajo, pero ellos eran cobardes porque no se les ocurriría siquiera la idea de suicidarse literalmente, quizás sólo figurativamente en alguna forma de expresión cotidiana. Pero muy pocos harían lo que la chica.

¿Y si sobrevivió? ¿Qué pasó? No todos los intentos de asesinatos son efectivamente llevados a cabo. Las diferencias de este tipo de asesinato con los demás es que el culpable es evidente y fácilmente encontrado, pero la otra es que el culpable no es culpable de nada. El suicidio es un cidio del sui, no del homi, y el que se penaliza es el mismo. No creo que sea posible culpar tanto a la víctima como el victimario.

Bajo el andén, se encuentra el crimen más valiente y perfecto de todos. El del sui.

2 ya han matado el tiempo:

Juegos de Ben 10 dijo...

Suena interesante.

Zeithgeist dijo...

uffff, me refleja tantolo que decis. Siempre estoy pensando en lo mismo q vos cuando estoy esperando el subte. Pero dado q soy mas paranoica, de hecho viajo parada el 90% de las veces porque ni loca me paro al ladito de la linea amarilla. Lo mas malo es cuanod se me ocurre pensar qué se sentiría empujar a alguien. Cuidate de mí si me ves en algun andén... XD

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