jueves, 18 de junio de 2009

64ª Historia Asesina - “Escritores de destinos”

—¿Y a qué te dedicás, David?
—Soy escritor.
—Ay, qué lindo. ¿En serio? ¿Y qué escribís?
—Destinos.
—¿Eh? ¿Destinos?
—Sí, destinos. Por ejemplo, si me tocara escribir el destino del mozo escribiría todo lo que hace, todos los días. Lo que yo escriba, es lo que va.
—¿Qué? ¿En serio?
—Sí. Exactamente.
—Pero… ¿Controlás las vidas de otros entonces?
—No, no. Hay un jefe de edición que te dice que lo va y lo que no va. No se puede escribir cualquier cosa. Te imaginás que si a mí se me ocurre escribir que un tipo va y mata a veinte personas, ¿va a pasar?
—Me imagino que no. Espero que no.
—Claro que no sucede. El editor se fija que lo que escribamos sea algo coherente y que no se vaya de lo normal.
—¿Y ahora, por ejemplo, la vida de quién estás escribiendo?
—Ah, de uno que está por nacer dentro de diez años.
—Ah, ¿con tanta anticipación se escribe?
—¡Ojalá! En realidad estoy muy atrasado… Recién llegué a la pubertad.
—¿Eh? ¿No es un buen avance eso?
—Para nada. Todo lo contrario. Yo tengo que escribir día por día toda la vida de la persona…
—¿Pero vos le hacés lo que querés?
—No, no. Nos dan el nombre de la persona y su libro de vida. En cada página escribo un día. La longitud de vida de esa persona está dada por el libro que nos den. Si nos dan un libro de 29556 páginas, esa persona vivirá hasta los 80 años y unos cuantos días más. Si nos dan un libro de 10 páginas, esa persona sólo vivirá diez días. Y así…
—O sea que vos no podés escribir que muere antes de que se acabe el libro.
—No. Si lo intentás y el editor no se da cuenta, esa persona sobrevivirá milagrosamente al accidente. Y obvio, ese escritor será despedido automáticamente.
—¿Ustedes escriben el destino de todas las personas?
—No, sólo tenemos la concesión en América y parte de Oceanía. Hay otras empresas que tienen la concesión de otras zonas. Igual a veces te puede tocar un libro de alguien que no esté en tu área de concesión.
—¿Y quién es la persona de la cual estás escribiendo el destino?
—No sé. Por lo que voy, este tipo va a tener una vida normal. Pero va a morir más o menos joven.
—¿Tiene pocas hojas su libro?
—Sí. Pobre para él, pero bueno.
—¿Y el destino lo elegís vos?
—No, nos dan una estructura que respetar por cada vida que escribimos. Pero si no nos vamos de esos detalles podemos escribir lo que queramos. Este que estoy escribiendo ahora le gusta jugar a la pelota, pero va a tener un accidente jugando a la pelota. Pero no aclara qué accidente va a tener, o sea que si quiero, yo puedo elegir entre lesionarlo para que no pueda jugar nunca más. O podría elegir que se rompa la nariz, pero que después de una rehabilitación siga jugando lo más normal.
—¿Y vos?
—Nah, le voy a romper la nariz. Pero si el escritor es un hijo de puta, y que los hay, tranquilamente podría escribir eso.
—Ay, qué feo.
—Sí, desgraciadamente, sí.
—¿Pero qué tipo de instrucciones les dan a ustedes?
—Las más importantes: dónde y cuándo nace, dónde muere, para qué fin viene al mundo, son los más comunes. A veces te pueden aclarar enfermedades congénitas, ciertas personas con las que debe relacionarse si o sí, cosas que debe hacer para la humanidad. A mí, por ejemplo me tocó escribir el destino de uno que inventó no sé qué cosa. No me acuerdo el nombre y era de otro país así que dudo que sepa qué cosa inventó. A veces es mejor no acordarse tampoco de todo lo que escribís, porque te mata la cabeza.
—Qué loco.
—Es loco, sí. Cuando te enterás de que tu destino está escrito es shockeante. Pero te acostumbrás, porque de todas maneras no lo conozco. Pero sé que si algo pasa, es por el destino.
—¿Y nunca pasó que algo no sucedió como estaba pautado en lo que escribieron?
—Ah, sí. Por supuesto, no somos infalibles. A veces si te llegás a olvidar una tilde, una palabra mal escrita, lo que quisiste escribir se va al carajo. Hay una memorable donde un tipo que estaba destinado a enamorarse de chicas llamadas “Flor” de nombre, paso a enamorarse de las flores plantas porque el boludo del escritor no le puso mayúscula. Y quedó así, el tipo padeció de antolagnia y se excitaba al oler flores.
—Ay, Dios… Jajaja... Qué loco.
—Sí, suelen suceder esos errores.
—Che, esperá… ¿O sea que mi destino también está escrito?
—Seguramente. Ya están escritos cada uno de tus pasos y movimientos.
—¿Vos…? ¿No habrás escrito mi destino?
—No. Los escritores de destinos están destinados a no escribir destinos de gente que conocen.
—Claro, así vos también evitás conocer a quien escribe tu destino. Pará. Entonces, si escriben destinos de personas que aún no nacieron, entonces ustedes mismos pueden destinar a quiénes serán sus empleados, y todo eso.
—Exacto.
—¿Y es así cómo así?
—No, no. Escribimos destinos con perfiles acordes a personas que puedan trabajar de esto.
—¿Y vos?
—Y a mí me destinaron a este empleo porque siempre tuve una gran crisis existencial de saber cuál era mi lugar en el mundo… Siempre quise saber si existía mi destino, y como descubrí que existe un destino, y encontré mi lugar en el mundo. Entonces ahí me contrataron. Bueh, más bien me hicieron ser así para que me contraten.
—¿Y los editores?
—Ah, ellos también tienen la vida definida y lo saben.
—¿Pero ellos no ven todos los destinos?
—Por eso es que a veces llegan destinos de otros lugares. Para evitar que supervisen su propio destino. La primera regla de los libros del destino es que la persona está destinada a no saber su destino. Y siempre se cumple. Aunque bueno, con nuestra experiencia en el ramo, a veces podemos suponer qué cosas pueden suceder en nuestras vidas o no.
—¿Por ejemplo?
—Y, que yo te haya contado todo esto, quiere decir que entre nosotros va a haber un vínculo muy fuerte.
—¿Por qué?
—Porque cuando un escritor de destinos cuenta su labor, es porque esa persona seguramente será alguien importante en su vida y entonces esa persona debe saberlo.
—¿En serio? Pero David, nos conocemos hace poquito.
—Y bueno, Luciana… Pero así es el destino.

2 ya han matado el tiempo:

Gustavo dijo...

Estas obsesionado con el destino, pero está bueno.
Y sui hubiera muchos destinos escritos, y uno va eligiendo?

Félix dijo...

No, no. Lo que pasa que esto fue consecuencia de lo que había escrito en El Camino a la Respuesta... Aunque sí, estoy medio obsesionadito con el destino :P

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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.