domingo, 25 de marzo de 2007

2ª Historia Asesina - "Sin título 1"

Este cuento lo escribí en la hora de Lengua y Literatura en el colegio. Realmente fue una prueba, pues había que improvisar bastante y no me considero muy espontáneo que digamos. Sin embargo, el resultado que obtuve me gustó bastante y por eso es que decido publicarlo aquí. Va dedicado a la profe de Lengua, que me hizo imaginar bajo presión, lo cual me ayudó a probarme a mi mismo y a Roberto Fontanarrosa porque creo que esta es la clase de relatos que él haría.

“— ¿Así que vamos con los chistes negros? Bueno. Viene un nene con un juguete y se lo muestra a su hermano diciendo: ¡Tengo chiche nuevo, tengo chiche nuevo!, y su hermano le contesta: ¿Ah, sí? ¡Yo no tengo cáncer, yo no tengo cáncer!”
Chiste que me contó dicha profesora… Miren lo que aprendo en el colegio, por Dios…

Estaba sentado en el sillón bastante ansioso. Su equipo no andaba bien y esperaba una nueva victoria, hacía bastante que no festejaba y en el trabajo lo vivían cargando.
Sentía una hemorragia interna cada vez que le cargaban. Y ni hablar cuando perdieron con ¡el último equipo de la tabla! Lo cargaban a él y su equipo, que tenía toda una gloria pasada. Hasta hace poco, todo le importaba un quinoto, pero las cargadas se hacían más frecuentes y estaba cansado de ser el hazmerreír.
Todavía recordaba cuando festejaron el título nº 30 y su papá lo llevó a la cancha. Sólo tenía seis años. Y en su mente todavía sobrevolaban los espectaculares aeroplanos que hacían piruetas en el cielo por sobre el estadio llamado “Juan Martín Ortella” en honor al jugador histórico y estrella de su equipo, que también llevó la camiseta de la selección, y había sacado campeón a su equipo. Recordaba también que ese día llevaba su corbatín rojo, porque el festejo había sido unas horas después de pasar toda la mañana en la escuela Nº 7, a la que asistía diariamente.
Y perdido en sus recuerdos, escuchaba los relatos del periodista y mientras manoteaba la bolsa de palmeritas que estaba a su lado para encontrar una e introducirla en sus fauces.
El partido no iba bien y al final no dio más y apagó la televisión. No tenía suficiente fe, sabía que no iban a poder ganar ya que jugaban contra el mejor equipo del campeonato. Iban a perder seguro. Mañana iba a ser vapuleado por sus colegas en la oficina, estaba seguro. Estaba tan seguro que no vio el resumen del partido a las 10 de la noche.
Al día siguiente, en el trabajo, esperaba las cargadas. Pero sorprendentemente, no escuchó nada. Todos lo miraban de reojo y luego miraban a otro lado.
Todo siguió así. No había leído los diarios, ni el noticiario a la mañana por lo que pensaba. Y así fue hasta que alguien dejó un diario a su alcance y con un poco de miedo miró el titular.

Parecía que aquél glorioso día no habría cargadas. Para su buena suerte y mala fe.

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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.