sábado, 24 de marzo de 2007

1º Historia Asesina - "El chico de la calle del Frente"

"El chico de la calle del frente"

1° parte

Ella se daba la fama de ser la mejor. Era la más linda de todas: rubia, senos grandes, trasero firme, labios carnosos, ojos verdes. Seguramente muchos la catalogarían como la mujer perfecta. Y sólo tenía 16 añitos...
Esa tarde en aquella famosa heladería de Burzaco cerca de la plaza, pasó caminando lentamente. Y vio a sus compañeras, con las que siempre hablaba sentadas una al lado de la otra cada una sosteniendo un cucurucho de distinto sabor y color. Hablaban discretamente entre ellas, y ella quería saber de qué hablaban.
-Hola chicas -dijo anunciándose.
-Hola Analía -dijeron ellas.
Y Analía sabía bien: estaban hablando de ella, se les notaba en la cara. Y entonces quería saber de qué hablaban.
-¿Qué pasa? ¿De qué hablaban que de repente se callaron?
-De nada -dijo una de ellas.
-De vos estábamos hablando, ¿por? -dijo otra, y una de las menos introvertidas.
Esa chica no-introvertida era Melisa. Era la más impopular de las cuatro con los chicos y odiaba a Analía no sólo por su belleza, sino por su narcisismo y sus maneras de hacerse ver.
-¿Es verdad que anoche en el baile te transaste a Juan, después a Diego y finalmente a Manuel? -dijo Melisa.
-Sí, ¿y? Ah, ya sé. Sos tan fea que nadie te dio bola a vos, ¿no?
-No es eso, señorita perfecta -dijo con ironía-. Lo que pasa es que usted es tan bella que es capaz de levantarse a cualquier chico.
-La verdad es que soy tan hermosa, que ningún chico se puede resistir a mí, ¿sabés? -dijo Analía sin nada de modestia
-¿Segura?
-Segurísima...
Melisa miró la calle del frente y vio pasar a un chico que caminaba pasivamente, mirando el suelo, muy silencioso.
-¿Te levantás a ese pibe? -dijo Melisa señalándolo.
Analía lo miró con mucha precaución. Era un chico con algunos granitos en la cara, como cualquier adolescente, algo gordito y con un peinado poco convencional: no era el tipo de chicos para ella. Pero con tal de cerrarle la boca a Melisa, sería capaz hasta de besar a un sapo que no se convierte en príncipe, sino en un sapo más grande y feo.
-Claro que sí -respondió aceptando el desafío-. Claro que sí.
Y muy decidida cruzó la calle para encontrarlo y decirle:
-Hola, ¿sabés que sos muy lindo y me gustás?
El chico, sorprendido, la miró de pies cabeza y dijo:
-Muchas gracias, sos muy linda vos también, pero no me gustás, no sos mi tipo. Hasta luego.
Analía sorprendida por la negativa, vio como el chico se alejaba. La habían rebotado por primera vez. ¡Y era el chico más feo que se podía imaginar! ¿Por qué? Nunca le habían dicho que no, nunca. ¿Por qué ahora sí?

2º parte

Y aún estaba en su mente el recuerdo de ese contundente no. No, no y no. Retumbaba constantemente ese sonido horrible. ¿Cómo podía ser? Ella, la más bella de todas. ¿Por qué? Y luego se enteró de que ese chico iba al colegio, era de ¡noveno año! Un pendejito, no lo podía creer. Entonces al día siguiente, después de constatar de que Melisa no la fuera a ver para burlarse de ella (y se había reído mucho de ella cuando se enteró de que le dijeron que no), fue a buscar al chico. Estaba en la puerta de su salón, hablando con un compañero, un rato antes de que empiece la hora de clases.
-Hola, ¿cómo estás? -dijo ella tratando de mostrar sensualidad.
-¿Nos conocemos?
-Sí, ¿no te acordás de mí? Nos vimos ayer…
-Ah, sí, ahora me acuerdo.
-Qué lástima que lo de ayer haya salido mal. Me gustaría poder preguntarte otra vez si quisieras salir conmigo.
-No, lo siento, pero ya te lo dije.
-¿Por qué? ¿Soy fea?
-No es eso. Simplemente no sos mi tipo.
-¿Podemos ser amigos aunque sea?
-Claro.
-Bueno, entonces nos vemos a la salida.
Y para seguir tratando de convencerlo, se despidió de él dándole un mañoso beso y abrazo.
-Bueno, como quieras -dijo él.
Y mientras se iba escuchaba y observaba como los compañeros del chico la miraban y la piropeaban desde donde estaban.
Se volvía a sentir hermosa. Siempre se había sentido así desde que tuvo noción de qué significaba ser hermosa. A excepción de la tarde anterior, nunca lo había dudado, siempre había sido la más hermosa de todas, había estado con los chicos más lindo que ella hubiera podido desear y si se lo propusiera, quizás estaría con un famoso tipo Echarri, Di Caprio o Brad Pitt.
Pero a pesar de eso, ¡no podía conquistar al chico más feo que se le podía haber cruzado! Cómo podía ser eso posible, no lo sabía, pero no iba a durar. Una vez que él admitiese que ella le gustaba, lo iba a dejar colgado. Claro que sí, así iba a ser.
Y a la salida lo buscó y lo presionó (figurativamente y literalmente con muchos abrazos) para poder acompañarlo hasta su casa y tratar de dar el zarpazo en ese instante.
Por eso es que fue hasta su casa hablándole de cosas de su vida y él, como buen caballero, escuchó atentamente cada uno de sus comentarios y relatos.
Cuando llegaron a su casa, el intentó despedirse de ella, pero ella no se iba a rendir. Como hacía calor, ella se había quitado su remera del colegio y debajo llevaba una musculosa rosadita ajustada y escote bastante generoso.
-¿Te gusto, che? -dijo ella sin pelos en la lengua.
-¿Eh?
-Si te gusto.
-Ya hablamos de eso. Dije que no.
-¿Por qué?
-Bueno, te lo dije, no sos mi tipo.
-A eso vamos a verlo.
Y se abalanzó sobre él y lo besó apasionadamente y mientras el intentaba soltarse y que lo dejen en paz. Podría decirse que casi lo violó.
_______

Al día siguiente, ella apareció en el salón. Su cara no era la de siempre. Su confianza en sí misma parecía haberse ido a la basura. Había llegado tarde al colegio y se sentó pesadamente. Los que la miraban decían que parecía atormentada.
-¿Quién era ese chico? -preguntó una de las chicas a Melisa.
-¿Cuál?
-El de la calle del frente.
-Un conocido.
-¿Y qué hizo con Analía?
-Algo.
-¿Qué hizo?
-Nada.
-¿Y entonces?
-Bueno, digamos, para hablar mal y bien, que le gusta patear para su propio arco, ¿sí? Parece que la chica perfecta no se dio cuenta todavía.
-Qué mala que sos...
-Y así va a aprender. La belleza no puede con los verdaderos sentimientos. Es una tarada, se lo merece...
Y Analía tuvo que esperar mucho tiempo para que se diera cuenta de lo que ocultaba el chico de la vereda del frente. Mucho tiempo, suficiente para olvidar la existencia de su belleza exterior.

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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.