domingo, 22 de marzo de 2009

54ª Historia Asesina - Vacíos lluviosos (1º parte)

“Por ese tiempo también confirmé una teoría totalmente negativa con respecto a la gente que desaparece de mi vida por arte de magia o por exceso de realidad.”

Exceso de realidades, Sabryna Cortéz

Odio la lluvia. Es gris, moja, embarra, arruina. Saber que va a llover me produce un sentimiento de asco al ver el cielo. Quizás para un productor rural sea buena una buena garúa en un momento de sequía pero para mí es mala. La odio, la detesto. Odio el gris, odio la humedad, odio el olor a tierra mojada que tantos otros aman. Los truenos de chico me asustaban, y de grande me molestan todavía. Por más que fuera productor rural y esté en época de sequía, creo que la odiaría de todas formas.

—Edesur, buenas noches.

Otro cliente más preocupado por la falta de luz. Y claro, pagaban la cuenta religiosamente todos los meses o bimestres, pero la energía eléctrica no estaba en sus enchufes. O estaba pero con menos de doscientos veinte voltios. Y mi trabajo era ¿ayudarles? a resolver su problema.

—Mirá, lo que pasa es que tengo un nene chiquito, y no puedo estar sin luz.
—Comprendo señora. Desde acá vamos a hacer todo lo posible para que el servicio esté restablecido a la brevedad.
—Por favor te lo pido.
—Vamos a hacer todo lo que podamos.
—Bueno, muchas gracias, muy amable.
—Gracias por comunicarse con Edesur. Que tenga buenas noches.

Seguramente la persona que cortaba no iba a pasar muy buenas noches que digamos. Pero a mí no me importaba. Simplemente deseaba que compren el argumento barato que me obligaban a decir por seiscientos pesos al mes durante cuatro horas al día, cinco días a la semana. Y que no volvieran a llamar al horario en el que habíamos prometido que los empleados les volvieran a dar el servicio. Porque al segundo llamado, no iba a ser tan fácil que compren los argumentos baratos. Además, la verdad era que mi paciencia se iba drenando a través de cada una de las cuatro horas que estaba sentado enviando reclamos al supuesto despachante de la guardia. Un tipo que seguramente sólo se encargaba de hacer unos clics y luego se ponía a mirar películas por Internet, porque claro, él sí tenía luz.

Yo, no quería ni luz, ni mirar películas. Yo sólo quería que al terminar la llamada, el conmutador no anunciara una cola de llamada de cien clientes en espera trinando por la falta de luz y encima también porque no los atendíamos enseguida. También quería irme a casa y que el tiempo pase rápido, muy rápido.

Él día que me llamaron para la entrevista de trabajo yo me estaba por ir a mi clase de Inglés. El teléfono sonó y una empleada de recursos humanos de la empresa contratista de Edesur que se encargaba del centro de llamados (“call center”, pero odio llamar a las cosas en inglés cuando hablo en castellano) me dijo que tenía una entrevista el martes siguiente en la oficina de la calle Venezuela y bla bla. Estaba feliz, ese iba a ser mi primer empleo. Iba a ganar mi propio dinero y lo iba a poder gastar cuando y donde quisiera. Lo que a mí se me cante.

Cómo será eso que cuando cobré por primera vez, apenas me enteré que tocaban Catupecu Machu y Andrés Calamaro en un recital fui a comprar la entrada. Tocaban días distintos en el festival así que me compré las dos entradas para las dos fechas. Y mis francos eran los fines de semana, y los recitales también así que no había problemas.

“No había” hasta el día en que al señor Supervisor se le dio por cambiar los francos y me cagó. Bueno, no tanto, un día pedí un médico que nunca llegó y el otro un día de estudio en el que lo que menos hice fue estudiar y terminé en la peor pizzería de la Avenida Libertador con Patricio, Romina y Gabriela. Qué gracioso fue el momento en el que me di cuenta que los tres tienen nombres relacionados con mi familia. Patricio es el masculino de Patricia, mi madre, y además como se llamó mi hermanito que vivió sólo unos pocos días. Romina y Gabriela son el primer y segundo nombre respectivamente de mi hermana del medio.

La cosa es que al día siguiente realmente tenía un parcial en la facultad y había estudiado muy poco. Luego lo lamentaría bastante.

El viaje hasta Congreso, donde estaba la sede central de Edesur era muy dinámico, digámoslo de cierta forma. Viajaba a la Capital desde mi casa en Zona Sur, pero a las 6 de la tarde, es decir, en contramano. Los colectivos estaban vacíos, los trenes estaban vacíos, los subtes estaban vacíos; mientras que del otro lado, los mismos transportes estaban abarrotados de gente que volvían agotados a sus casas, esquivando vidas.

Al principio me gustaba mi trabajo. No era demasiado complicado. Quizás también porque no era temporada alta de cortes de energía. Quizás porque no llovía, era la estación seca. Aún recuerdo el día en el que una compañera de trabajo me contó cómo afectaba el clima al trabajo. Días de lluvia y tormentosos provocaban más problemas en las redes lo cual da igual a muchas más llamadas. Desde entonces empecé a odiar aún más a los días de lluvia. El clima me afectaba mucho el humor. Porque si llovía, ya sabía qué problemas habría más tarde a la hora del trabajo. El trabajo se me hacía algo muy displacentero, tener que aguantar a gente de mal humor, mal predispuesta, que te insultaba, que te trataba de dueño del total de las acciones de la empresa cuando en realidad eras un don nadie que cobraba seiscientos pesos para no ya solucionar problemas, sino que mentirle a la gente.

El día en el que mi paciencia se colmó e insulté a un cliente a riesgo de perder el empleo, fue cuando el imbécil con el que hablaba dijo que “vos sos alguien que cobra dos mil pesos para mentirnos a nosotros los clientes”. “Ojalá cobrara dos mil pesos”, le dije. “Bueh, a mi me chupa la pija lo que cobres vos, y Edesur y todos los putos que trabajan ahí”. “¿Ah, sí?”, le contesté, “A mí también me chupa la pija”. Y le corté, sin darle oportunidad de réplica.

A los dos días renuncié.

(2º parte aquí)

0 ya han matado el tiempo:

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Historias Asesinas para Matar el Tiempo by Félix Alejandro Lencinas is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial 2.5 Argentina License.